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Esas peleas que te ayudan a crecer

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Es común que en la primera infancia los hermanos se peleen

Pasa en (casi) todas las familias. Los hermanosdiscuten, a veces hasta sin motivos. Y eso, según expertos consultados, es natural.

Camila tenía tres años cuando nacieron sus hermanos mellizos. Hasta entonces, era la única hija y la única nieta mujer de sus abuelos. Un día, mientras sus hermanos dormían en sus cunas, Camila, procurando que sus padres no la vieran, les sacó los zapatos, el chupete y los envolvió con frazadas de forma tal que los bebés no pudieran moverse. Cuando su madre los vio, le preguntó por qué lo había hecho y ella dijo que era porque tenían frío. "¿Y por qué les sacaste el chupete?", preguntó y ella, segura, dijo: "Para que no se lo tragaran". Hoy, se acuerda de que estaba inmensamente celosa de sus hermanos y reconoce que todo lo hacía para llamar la atención de los adultos.

Cuando los mellizos fueron creciendo, los juegos aumentaban, aunque, por supuesto, las peleas seguían existiendo. Cuenta Camila que en una ocasión, ella no quería jugar con su hermana, Agustina, — poco original, sus juegos, porque armaban una casa con sábanas y jugaban, justamente, a ser hermanas — y la pequeña agarró un frasco de perfume de Camila y se lo tiró encima a sí misma. Los ojos le ardían y llorando, le dijo a sus padres que había sido Camila la que le había tirado el perfume.

"Es un poco inevitable que los hermanos sientan celos entre ellos, sentimientos de competencia, luchan por el amor de sus padres, su aprobación, su tiempo y atención", explica la psicóloga Mariana Alvez. "El problema ocurre cuando las cosas se salen de control y hace su aparición la violencia física y los ataques psicológicos", agrega.

Entonces, ¿es común que los hermanos se peleen? Sí, es común que ocurra, especialmente en la infancia. En este sentido, la psicóloga y psicopedagoga Galia Leibovici sostiene que "es esperable que los hermanos tengan instancias en las que se peleen con frecuencia, pero lo sano es que también tengan instancias en las que jueguen frecuentemente encontrando una suerte de equilibrio entre ambas instancias". Con respecto a esto, el psicólogo Alejandro de Barbieri agrega que "es común siempre y cuando no haya agresión. En las peleas el niño aprende habilidades sociales, como la empatía". Además, explica el psicólogo, es necesario que los padres trabajen para que a los "cinco años el niño tenga lo que en psiquiatría se le llama la autorregulación emocional: más allá de la bronca o impotencia, el niño puede poner en palabras lo que le pasa en vez de enojarse y agredir".

Proceso natural.

"La rivalidad entre hermanos es un proceso natural e inevitable", sostiene Leibovici. Sin embargo, debe ser cuidado por parte de los adultos para que no se genere "un vínculo entre los hermanos en donde la frecuencia e intensidad en que se producen los conflictos sobrepasan los momentos de disfrute de juego, de connivencia y de buen clima familiar", agrega la psicóloga.

Además, si bien es común y natural que los hermanos peleen en la infancia, hay ciertos aspectos a los que los adultos deberían estar atentos. Uno de ellos, como explica De Barbieri, es que no sea siempre el mismo hermano el que es atacado. "Evidentemente los adultos deben cuidar que eso no suceda". Leibovici sostiene además, que otros aspectos a considerar son la frecuencia con que se dan las peleas, la intensidad, es decir "la relación entre lo que origina el desencuentro y el grado de respuesta o pelea que se genera" y el modo de resolución de los conflictos.

Y si de solucionar conflicto se trata, Adriana, madre de Martín (24) y Pedro (21), era una experta cuando sus hijos eran niños. Los hermanos se llevaban bien, incluso, jugaban todo el día juntos. Pero, claro, no estaban exentos de discusiones. Cada vez que empezaban un juego nuevo, terminaba en un conflicto. Primero era por los "autitos", porque, aunque tenían muchos, los dos siempre querían el mismo. Después, fue por el "Family Game": los dos querían jugar al mismo tiempo y tenían un solo control. Más adelante, por el lugar en la mesa y así, más y más y más situaciones que ameritaban una pelea. Pero Adriana había encontrado la solución: los hacía sentarse a cada lado de la mesa de la cocina en silencio. Y así, después de una hora de mirarse silenciosos y enojados, los niños se aburrían, empezaban a reírse y volvían a jugar.

En este sentido, además, Alvez afirma que los padres deben estar atentos a identificar cuáles son los motivos que inician las discusiones, "pueden observan quién inicia la pelea y la frecuencia de los mismos". Leibovici sostiene también que los padres tienen que actuar como mediadores generando el espacio entre los hermanos para que puedan resolver solos sus conflictos: "De lo contrario los niños no generan las competencias ni desarrollan las habilidades para aprender a resolver los problemas, saber empatizar ante diferentes situaciones y flexibilizar frente al conflicto".

Pero, claro, también existen errores comunes que cometen los adultos cuando de las peleas de sus hijos se trata. De Barbieri aclara: "No tenemos que pensar que los niños son conflictivos o son demandantes. Son personas para educar y nuestra responsabilidad como padres es dedicarles el tiempo con paciencia y con amor para ayudar a sostener dolores que son momentáneos y así ayudar a que sean adultos que manejen sus emociones". Ahora bien, ante los conflictos de sus hijos, los padres pueden fallar en ciertas cuestiones. En primer lugar, explica De Barbieri, sobreprotegerlos o buscar una excusa que justifique la agresión, es un error común. Alvez sostiene que existe una estrategia específica utilizada "por familias tóxicas que se conoce como divide y vencerás: quieren que sus hijos se peleen entre sí para que los padres se conviertan en protagonistas y puedan ayudar a cada uno por separado. Es una estrategia de manipulación común". Además, afirma Leibovici, cuando los padres deben intervenir, es fundamental que no entren en el sistema de "supuestos, en donde es el mismo adulto el que enquista y predispone" que fue uno de los hermanos el que empezó la pelea o el que respondió mal. Es importante, aclara la psicóloga, que los roles no estén establecidos, es decir, que no sea siempre el mismo el que ataque y el otro el que responde, sino que exista cierta rotatividad y flexibilidad en la relación entre ambos.

Peleas psicológicas.

"Si no me prestás el pantalón le digo a papá que fuiste vos la que rompió el cuadro". Cualquier situación bastaba para que Florencia (22) amenazara a su hermana, Romina (23), apenas un año mayor que ella. Y Romina, a pesar de ser la mayor, cedía, siempre. Es que, Florencia tiene un carácter fuerte y Romina es muy sensible. "Siempre que nos peleábamos yo terminaba llorando, porque ella me decía tres pavadas y me ponía mal y yo no podía decirle nada, porque a ella nada la afectaba", dice Romina. "Puede pasar que uno de los hermanos sea el más peleador, el más rígido, el propio temperamento de los niños influye, hay chicos que nacen con más propensión a la agresividad que otros", explica Alvez.

Y tal es así que, aunque Romina y Florencia tienen una buena relación y viven juntas, aún hoy, cuando discuten, especialmente por cuestiones domésticas, Florencia siempre encuentra las palabras justas para "ganar la pelea".

Así, en muchos casos, las palabras pueden llegar a ser más duras que la violencia física. "A veces las agresiones verbales son peores que un golpe, ya que van directo al autoestima", sostiene Alvez. "Hay hermanos que son capaces de dominar al otro, de insultar, de resquebrajar su confianza. Sin duda esta es una razón por la que los padres deben intervenir", agrega.

En tanto, los expertos consultados consideran que el límite en las peleas debería ser cuando se van a los puños. "No considero que sea bueno que los chicos entren en violencia, más allá de que son niños y muchas veces no son demasiado conscientes de sus actos, es algo que no debemos alentar ni permitir", dice Alvez. Y Leibovici agrega que "es un modelo de resolución de los conflictos que no favorece a ninguno de los involucrados, ni a corto, ni mediano, ni a largo plazo".

Cómo ayudar al más grande.

Las peleas entre hermanos suelen darse durante la infancia temprana. "Muchos de esos conflictos suelen remitir con los años naturalmente si de educa de manera adecuada", explica la psicóloga Mariana Alvez. Y agrega que lo recomendable, puesto que muchos de los conflictos se relacionan con los celos y la competencia por el amor de los padres, es que entre un hijo y otro haya una diferencia superior a dos años, para que el más grande pueda recibir la atención que necesita acorde a su edad y además luego pueda comprender positivamente su rol como hermano mayor. Además, la psicóloga propone involucrar al hijo mayor en el nacimiento del segundo hijo: "Invitarlo a comprar ropa para su hermano, hablarle de cómo va creciendo en la panza, y una vez que nazca, invitarlo a que ayude con lo que pueda, de acuerdo a su edad. La rivalidad se suaviza un poco cuando el primogénito se siente más incluido y una figura de cuidado". Otra forma de intentar que los conflictos sean más leves, es que los padres puedan compartir tiempo a solas con todos los hijos. "Cada hijo es único y especial y tenemos que probarles que lo siguen siendo. Regalándoles nuestro tiempo es la mejor manera para demostrárselo".

A su vez, es necesario que los conflictos se resuelvan sanamente en la infancia. "Si no se resuelven y además tenemos padres que fomentan las peleas entre ellos, es muy frecuente ver hermanos que se desprecian en la vida adulta. El problema radica en no poner el freno a tiempo ni enseñar estrategias saludables de discusión en los chicos", aclara Alvez.

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