Si uno pudiera mezclar a Pío Baroja con Arturo Pérez Reverte y Mario Vargas Llosa tendría en materia de habla hispana a un escritor único en estos tiempos.

WASHINGTON ABDALA

Los tres, desde lugares y dimensiones diferentes, escriben de manera diáfana y frontal para seducir a grandes mayorías que no necesariamente tienen que saber apreciar la literatura técnicamente para disfrutar un relato, un ensayo o una novela. La calidad de cada uno de ellos fue descubrir dónde estaban ciertas "coordenadas" para comunicarse con la gente, expresando lo que sienten, produciendo así un discurso que se pudo masificar de manera gloriosa.

Un escritor, como un periodista, solo existe cuando otro lo lee. De lo contrario no es nada. Es mentira que se escribe para uno mismo. Siempre se escribe con el deseo final que un tercero recoja el guante. Para compartir o discrepar.

La lección de esos monstruos es enorme para cualquier aspirante a político de estos tiempos revulsivos, histéricos, poco fieles a nada y con capacidad de mutación permanente. La política, al ser un reflejo de la sociedad, se está volviendo una actividad cada vez más compleja porque la propia sociedad pierde su sencillez, gana en contradicciones al minuto y va desde lo violento a lo espiritual en un mismo segundo. Ya no estamos en el mundo infantil que nos planteaba Marx con obreros, burgueses y capitalistas, como si cada uno entrara en cajitas de fósforos y aquello fuera un "Lego". Toda una serie de infantilismos tipológicos que la historia se encargó de despachar.

A lo que iba es que la literatura siempre —por suerte— está un paso adelante y nos demuestra por dónde viene el futuro. A veces, la literatura puede, inclusive, empujar más que la filosofía que se empantana en teorías delicuescentes que luego con el tiempo advertimos eran bobadas anodinas y solo vanos intentos de explicación de la nada. La literatura no: si gusta es porque interpreta su tiempo, y si interpreta su tiempo, su éxito implica que hay empatía y arte en la construcción de aquello que se escribió. Pero sobre todo denota sintonía con el contexto temporal. Y si sintonizó con la gente durante algún tiempo (ésa es la prueba de fuego, no un éxito de verano sino un escritor que produce una "voz" generando un "relato propio") estamos ante alguien que habría que prestarle atención. Cuando J.K. Rowling inventó su Harry Potter nos redescubrió que los jóvenes podían leer (era falso que eran burros), solo que ya estaban hartos de leer fantasías angelicales de otros siglos que mandataban viejos bobos creídos supercracks. Tenía que llegar lo "adecuado" a su tiempo. ¿Capisce?

Cuando los políticos se parecen entre sí, cuando dicen las mismas serenatas, cuando se visten con las mismas ropas (con o sin corbata, da igual) cuando tienen el mismo tono argumental y solo refieren sus existencias a partidos tenuemente distintos (aunque ellos crean que cada uno es la piedra filosofal), pero todo es relativamente simétrico y de la misma tela, pues bien chicos, están errando el penal. Es igual que en literatura, solo el que logra ubicar un estilo especial puede contar la misma peripecia humana de siempre desde su lugar y captar la atención del ciudadano con su registro particular. (¡Resultados de la elección española: verlos please!).

No hay nada para inventar en la historia del "sentir" humano. Todo está inventado, solo que aquellos que nos relatan el presente (políticos, comunicadores, periodistas y escritores) serán más "creíbles" según su talento, originalidad y sinceridad. Tres elementos que parecen menores pero que tienen que operar en una proporción mágica en cada caso. Baroja, Vargas Llosa y Pérez Reverte hablan de las mismas cosas pero cada uno en su "idioma". Y el carisma, en cada caso, será distinto según lo sepan encontrar en el territorio donde tienen sus fortalezas. Y allí sí habrá un salto al vacío hacia la comunicación con el otro. ¿Se entiende la genialidad? ¿Se capta que la sintonía con "los otros" (nosotros) es casi un acto de enganche mental? ¿Se comprende que es un "arte" semejante tarea?

CABEZA DE TURCO i Washington abdala