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Dos enemigas íntimas

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No es solo una cuestión estética (Foto: Shutterstock)

El atractivo sexual de los senos grandes puede ser un verdadero dolor de cabeza, o de espalda y cuello, para sus portadoras. Eso, más no conseguir ropa y la nada agradable sensación de no tener cara.

Alos 11 años, María Noel, hoy comerciante de 23, no parecía ser la niña que era. Eso se debía a que su desarrollo temprano se concentró particularmente en su busto. Cuando se realizó una reducción mamaria, a los 19, este superaba los 120 centímetros. Era "algo enorme", más en un cuerpo de complexión normal y apenas 154 centímetros de altura. No había llegado a sufrir problemas en la columna dorsal o cervical, típicos de las mujeres con senos muy grandes. De hecho, que no tuviera —aún— complicaciones en su salud fue la causa que el sistema mutual no considerara su caso y decidiera operarse de forma particular. Por lo demás, padeció lo usual en estos casos: no encontraba ropa y los hombres no la miraban a los ojos.

"Fue muy incómodo. Nadie tiene consideración de que sos una niña. Parecés una adulta pero no lo sos, estás en la escuela. Los tipos se comenzaron a desubicarse conmigo más temprano, a los diez, once años", explica María Noel. Eso era insoportable, tanto como no encontrar mallas para la playa, que vestirse para los cumpleaños de quince fuera un trama, que toda remera le quedara de top, que descartara las musculosas porque le daban vergüenza esos breteles tan anchos, o tener pagar entre siete y ocho veces más por sostenes que a veces debía importar.

Visto como algo a envidiar en una sociedad hipersexualizada, con el 90-60-90 como la proporción de la perfección femenina, tener (mucho) más de 90 puede llegar a ser una cruz. Patricia (50), una empleada pública con "bastante más de cien" de busto, tiene una escoliosis (curvatura) en la columna; no quiso operarse a los 15, cuando un médico sí se lo sugirió, y hoy sufre las consecuencias; una de ellas está agravada por su tarea, que incluye atender al público: "No consigo que un tipo me mire a la cara. Me mira las tetas. Eso me molesta muchísimo". Si compra un bretel fino, sabe que sus hombros serán torturados; si se le ocurre salir a la rambla a correr con algo ajustado, será para soportar lo menos granado de la galantería vernácula; si no tiene acomodo para dormir, sabe que ponerse boca abajo nunca será una opción.

Funcional.

Más allá de cuestiones estéticas, las consultas médicas en una mujer con mucho busto se concentran en los grandes dolores de columna, resume el cirujano plástico Alberto Elbaum, director de la clínica privada que lleva su nombre. A la escoliosis se le suma el dolor de hombros, a veces agravados por la presión de "dos, tres o cuatro kilos" de peso sobre los breteles. "Muchas veces, cuando la mujer se quita el sostén, las mamas pueden llegar hasta el ombligo", dice el experto. La ptosis mamaria es otra característica: pechos grandes suelen ser sinónimos de pechos caídos.

Además, añade el doctor Oscar Jacobo, encargado de la Cátedra de Cirugía Plástica Reparadora y Estética de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, el rozamiento de la piel inferior de la mama con la del tórax "puede provocar lesiones cutáneas del tipo intertrigos, sobre todo en verano, cuando hay más humedad". Estas dermatosis, muy molestas, pueden estar acompañadas por un proceso micótico (hongos).

Si bien depende directamente del talle, el peso promedio de un seno ronda los 500 gramos. Según distintos estudios, cada mama representa aproximadamente el 1% del peso total de una mujer. El cirujano Julio López Garbarino, también dueño de su propia clínica, indica que el seno "no debe exceder la línea axilar anterior" y que la altura del pezón debería estar aproximadamente a la mitad entre el hombro y el codo. En los casos de gigantomastia, se superan los 2,5 kilos. La historia médica ha registrado casos que han superado los veinte kilos. La única solución es la reducción quirúrgica. No es necesario llegar a tales extremos para pensar en una operación. López Garbarino recuerda el caso de una mujer "profesional, de mediana edad y buen porte" que, a ojo, tenía busto grande aunque nada con lo que pareciera imposible lidiar. "Pero a la media hora de trabajar en el escritorio ya tengo que apoyar los senos en la mesa porque no puedo más de dolor en el cuello, el hombro y los senos", le dijo la paciente.

El mucho o poco busto, en todo caso, lo determinaría lo incapacitante de sobrellevar ese peso que el tamaño en sí. "No es un tema estético, es un tema funcional", señala Elbaum.

Marcas.

A María Noel le quitaron tres kilos de tejido mamario. Como no tenía problemas ni de columna ni de piel, ninguna mutualista la intervenía y debió pagar, hace cuatro años, unos 3.000 dólares en una clínica privada. No se la hicieron fácil. "Antes de operarme, el médico me hizo como un trabajo psicológico... como que no daba, que era algo doloroso, que me iba a dejar marcas, que era joven, ¡hasta qué pensaba mi novio!". Las cicatrices son grandes y está totalmente convencida de su decisión. Y sigue con su novio, cuya opinión el médico consideraba importante vaya a saber por qué.

Según distintos especialistas consultados, una mamoplastia (cirugía plástica en los senos) cuesta entre tres y seis mil dólares en una clínica particular.

A Fabiana, una enfermera de 37 años, 155 centímetros de altura y 105 de busto, un médico también le desalentó la misma operación. Es que nunca tuvo problemas médicos. En su momento, de adolescente, la traumaba que toda ropa le quedara chica. "Sacaba pecho y los botones salían por los aires. Entonces usaba solo ropa floja. Luego crecí, maduré y me di cuenta que no era tan grave". Aceptarse fue clave para ella. Eso y aprender a pararle el carro a más de uno. "A veces cansa...", admite.

MUCHOS MÁS AUMENTOS

Los motivos para reducirse los senos varían con la edad. De acuerdo con el médico Julio López Garbarino, una mujer madura seguramente lo hará afectada por el dolor en la espalda. "Pero yo he tenido pacientes muy jovencitas, de 20 años, que se operan porque en la calle... sienten que no tienen cara", dice. Aún así, en las mamoplastias es abrumadora mayoría quienes se agregan tamaño que quienes se sacan. Según el doctor Alberto Elbaum, esta proporción es de 20 a 1. Si bien esta operación no debería tener consecuencias y en muchos casos no deja cicatrices visibles, Elbaum indica que al cortarse conductos galactóforos pueden generarse problemas de amamantamiento.

VÍCTIMAS DE SU CUERPO Y DE LA FALTA EN EL MERCADO

Un problema de las mujeres con busto grande, a veces, no es tanto que gastan más en ropa sino que no consiguen ropa. "La ropa parece hecha para mujeres caderudas y con poco pecho", dice Marisel, periodista de 43 años. "Para mí es un lío conseguir vestidos de fiesta, porque los hacen strapless (con hombros descubiertos) y chiquititos. Yo les tengo que mandar a hacer breteles para usarlos como sostén", agrega.

El diseñador Pablo Suárez ve siempre casos así en su atelier. "Estas mujeres suelen ser víctimas de su cuerpo. No encuentran en el mercado algo que les contenga y por eso tienen que hacerse ropa a medida, tienen que ir a gente que construya desde lo artesanal".

Suárez señala que el traje de noche habitual las limita "en la abertura y el escote", por lo tanto este diseñador en estos casos trabaja apelando mucho a la letra "X": "Sesgamos y atravesamos los senos a 45 grados, de modo de alargar y estilizar el talle".

No solo en la ropa de noche hay problemas. Un sostén es, obviamente, todo un tema. Y un tema costoso. "Si un sostén cualquiera en una tienda salía doscientos pesos, a mí me valía 1.500", recuerda María Noel, que penaba por encontrar uno de talle, al menos, 120. En particular, apelaba a una marca de "sujetadores" bastante conocida en Europa pero que no llegaba aquí. Para fortuna de ella, un hermano trabajaba allá y le enviaba ropa periódicamente. Luego de su paso por el quirófano, ahora puede usar todo tipo de ropa.

Fabiana opta por una vía intermedia o la máxima punk del "hacelo vos mismo". Compra el talle más grande posible (XL o el que sea) y luego lo manda a modista o lo reforma ella misma. No suele encontrar sostenes como para sus medidas, así pague 600, 700 o hasta mil pesos. Resignada a no usar breteles finos, antes lamentaba no poder usar musculosa ni blucita. Ahora apeló a una filosofía distinta: no estresarse más.

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No es solo una cuestión estética (Foto: Shutterstock)

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