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"Es difícil que yo me aburguese en la TV"

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Adrián Caetano se fue de Uruguay a los 12 años.

Se fue de Uruguay sin quererlo, hizo una película para demostrarse que podía ser director y triunfó. Ahora, con un estreno en cartel, graba una serie de tevé sobre Sandro.

Tenía seis o siete años cuando su padre, que había sido proyectorista en un cine del Cerro, barrio donde nació en Montevideo, le enseñó a ver dónde estaban los cortes en cada toma de una película. Ahí aprendió, por ejemplo, que "el cine yanqui tenía un ritmo y un tiempo y una cadencia y una forma, en la que habla un personaje y cortan, habla el otro y cortan". Incluso, jugaban con su padre a adivinar cuál era la respuesta del otro actor. "Él a veces se ponía muy divertido y ponía el volumen bajo y me doblaba las películas", dice Israel Adrián Caetano (47), de visita por Uruguay por un fin de semana. "Desde muy chico aprendí a mirar cine como queriendo aprender algo, mi viejo tenía un ojo muy fino y me explicó un montón de cosas".

Llegó a Montevideo un viernes y se volvió a Buenos Aires, donde reside, el domingo siguiente. Vino a su país exclusivamente para dar una charla en la Facultad de Comunicación e Información (FIC) de la Universidad de la República, luego de la proyección de su última película, El otro hermano y, aclara, para comer en el Mercado del Puerto. Es que, aunque se fue a vivir a Buenos Aires con su familia cuando tenía 12 o 13 años por la crisis económica de los 80, Adrián nunca perdió la identidad: el mate, el fútbol, Peñarol y algunos familiares, lo mantienen unido a su país. Además, si bien sus tres hijos son argentinos, tienen mucho de uruguayos. "Estoy muy cerca, estoy comunicado, leo los diarios de acá, me entero. Yo creo que cuando me fui de Uruguay, el enojo de haberme ido sin querer irme hizo que me hiciera más uruguayo que nunca. Y nunca dejé de serlo".

Espacio creativo.

En un salón silencioso y solitario de la FIC, Adrián habla de su vida y de sus inicios como director de cine. Mientras, en el aula magna de la facultad, un montón de personas miran su película y esperan por escucharlo. Es que, desde que estrenó su primer largometraje, en 1998, ha construido una carrera cinematográfica que lo coloca como uno de los directores latinoamericanos de relevancia.

Aunque no sabe muy bien por qué terminó por dedicarse al cine, se acuerda de que siempre le gustó contar historias y que tenía una imaginación que le facilitaba esa tarea. "Al principio tenía ganas de escribir cuentos. Una vez escribí uno para un concurso en el liceo. No gané nada, ni siquiera clasifiqué. Me frustré mucho y no hice más nada. Después apareció el cine, pero no sé por qué, apareció".

En realidad sí sabe. "Vi mucho cine siendo chico. Iba al Cerrense, que era el del Cerro y quedaba a unas cuadras de mi casa, todos los días. Además, mi viejo me enseñó a leer desde muy chiquito y aunque no me gustaba estudiar, me encantaba leer", recuerda. Y así, en el medio de una familia a la cual le gustaba el cine, los libros y la política, un día Adrián se vio haciendo cortometrajes en VHS "de terror, muy berretas, con unos amigos".

Del Cerro a Buenos Aires con su familia. De Buenos Aires a Córdoba atrás de un trabajo, "a probar" cuando tenía 17 años. Antes de irse había hecho un curso de cine en la capital argentina. "Fui porque un amigo, Daniel Barone, que ahora dirige en la televisión, iba a hacerlo. Duré un mes y medio, más o menos, pero lo poquito que aprendí ahí lo apliqué siempre. Cosas de guion, de planos, muchas cosas técnicas que me sirvieron mucho después".

Mientras vivía en Córdoba, Carlos Paz fue la sede de Uncipar, un festival de cortometrajes que se hace a nivel nacional en Argentina. "Fui como espectador ese año e hice contactos". Para la próxima edición, en 1992, hizo el primer cortometraje que se "tomó en serio", Visite Carlos Paz, que ganó el festival. "Ahí, a través de la gente de Uncipar me llegó una invitación a un concurso del Instituto de Cine. Yo hasta ese momento ni siquiera sabía que había algo así. En ese concurso ganaban tres cortometrajes de escuelas privadas, tres de la escuela del Instituto y dos independientes. Y entre esos dos caí yo".

A partir de entonces, y ya radicado en Buenos Aires nuevamente, la carrera de Adrián, sin que él se propusiera ser director, creció rápidamente. En 1995 hizo Cuesta abajo, que formó parte de la película Historias breves. "Ahí lo conocí a (Bruno) Stagnaro", con quien trabajaría, tres años después, en su primera película, Pizza, birra, faso. Después "estuve como cinco años sin hacer nada. En realidad en ese tiempo trabajé de todo, porque yo todavía no me terminaba de hallar como un director. Sentía que había hecho una película y me había ido bien, pero como yo no había estudiado ni nada, todavía no me sentía como un director de cine".

Fue así como, casi por necesidad o para confirmarse a sí mismo que el cine había venido para quedarse, llegó, en 2001, Bolivia, su segundo largometraje. "Me había puesto en la cabeza hacer una película solo para demostrarme que yo podía hacerlo, y que no era solo que había tenido la suerte de tener a Stagnaro al lado, que era un tipo que venía de una familia de cineastas y qué sé yo". A partir de entonces, sí, Adrián supo que el cine era su forma para contar historias y empezó a vivir de él.

Poco después de que se estrenó Bolivia, en 2002 llegó Tumberos, una serie de televisión que se emitió por América TV y que a Adrián le llegó por encargo. Ese mismo año, estrenó una de sus películas más conocidas, Un oso rojo. "Yo lo de la tele lo había tomado como un trabajo, no como un espacio creativo, que es lo que es para mí el cine, un espacio de libertad". Admite que aún tiene muchos prejuicios con respecto a la televisión: "Sé que no es un espacio de lo más cómodo para laburar, sé que siempre detrás de lo que se ve hay más empresarios que artistas, pero me llevo bien con la tele y también es un espacio válido". De hecho, fue el guionista de la serie El marginal, que se estrenó en 2016 por Televisión Pública Argentina y se puede ver en Netflix, y ahora trabaja como director de una serie biográfica sobre Sandro.

—¿Es muy distinto a tus trabajos anteriores?

Sí, es muy distinto. Es como un melodrama, que es un género que yo nunca había trabajado, parece una película de Frank Capra a veces. Los personajes con los que yo he trabajado casi siempre dejaban algo en el camino a cambio de la felicidad, siempre perdían algo o a veces no ganaban directamente. La tele es un lugar de popularidad que el cine es cada vez menos, y es allí donde las historias de estos ídolos populares que son personas sencillas que se esfuerzan por lo que quiere y le va bien, pueden funcionar como proyección del espectador.

Adrián se ríe cuando admite que este es un proyecto completamente diferente a lo que ha hecho hasta ahora. Es que, ya sea en cine o en televisión, sus trabajos se desarrollan en mundos más oscuros y violentos que Sandro y su música.

— En tus películas y en las series en las que has trabajado, la violencia y la oscuridad son el eje, ¿por qué siempre te vas para ese lado?

—No sé si me voy para ese lado. Yo creo que violencia hay todo el tiempo, en el mundo hay un montón de violencia y a mí es algo que me espanta mucho. Siempre me impactó. Supongo que uso al cine para hacer catarsis y dejar de pensar en ella, porque siempre me pegó mal. Yo me crié con otra educación, de la cual no reniego pero tampoco defiendo ni mucho menos, donde las cosas se arreglaban a las piñas y eso era de hombre, donde estaba bien que los milicos le pegaran a la gente, donde la violencia se justificaba. En realidad, la violencia siempre se justifica.

Además, cuenta que siempre le gustaron las películas de acción y de cowboys, en las que "los tiros" están siempre coreografiados. Y así explica el director el eje de sus trabajos: "La violencia tiene algo lúdico combinado con algo que me espanta".

Mientras Adrián dice que más allá de la serie sobre Sandro no tiene otros proyectos entre manos, en el aula magna de la FIC siguen mirando El otro hermano. "Mi proyecto es hacer siempre películas, después, en el medio, haré otras cosas. La televisión sigue siendo un camino, pero es muy difícil que yo me aburguese en ella, no permitiría que me pasara".

Un reto que salió bien.

Hace un tiempo que Adrián tenía ganas de hacer un policial. También hace poco más de cuatro años, que el productor Hernán Musaluppi le acercó un libro, Bajo este sol tremendo, del argentino Carlos Busqued, y le dijo que quería hacer una película con él. "Lo leí una primera vez y no le encontré la vuelta para hacer nada". Pasaron dos años cuando volvió a leerlo con más atención y más tiempo, y decidió empezar a trabajar en la adaptación del guion para una película. "Me pareció piola que un productor se acercara a mí para trabajar. Yo tenía ganas de hacer una película de género y el material estaba ahí, en esa novela había un policial encubierto". Si bien ya había trabajado en la adaptación de un libro en la película Crónica de una fuga (2006), esta es la primera vez que el director hace la adaptación de un texto de ficción. "Me pareció un reto, una instancia para aprender y para poner arriba de la mesa lo que ya había aprendido".

Así fue que surgió El otro hermano, que se estrenó el pasado 20 de abril en Montevideo y aún está en cartelera. La película cuenta con las actuaciones de Leonardo Sbaraglia y Daniel Hendler, como un villano y un héroe atípicos de un pueblo casi fantasma en el Chaco, provincia argentina.

SUS COSAS.

El humor.

Algo que tienen en común todos los trabajos de Adrián es el humor. Esa es la línea que cree que une a la serie sobre Sandro con cualquiera de los anteriores. En el caso de El otro hermano, el humor negro que tiene el personaje de Sbaraglia, fue un toque personal del director.

Los directores.

Tiene a muchos directores como referentes. "Pero lo que más aprendí con el tiempo de los directores, además de que sus películas me influenciaron, es cómo ellos se paran ante su trabajo. A los que admiro es a los que se paran como dueños de su obra". De esta forma, Adrián menciona a John Carpenter o Leopoldo Torre Nilsson.

Su impronta.

Cuando le propusieron dirigir la serie sobre la vida de Sandro, no lo dudó. "Me llamaron y dije que sí de una, el proyecto me interesa. Estoy como todo el tiempo lidiando conmigo mismo y con el material para poder construir algo propio y que no pierda originalidad. Quiero hacer algo diferente".

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Adrián Caetano se fue de Uruguay a los 12 años.

ADRIÁN CAETANOSOLEDAD GAGO

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