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"Crear una receta es como hacer una canción"

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"Hoy estoy en paz conmigo y con el lugar de frontman", dice Pablo Silvera. Foto: Darwin Borrelli

Por la música llegó a la gastronomía y hoy comparte su tiempo entre ambas vocaciones. Mientras festeja los Graffiti que ganó con Once Tiros, sueña con su propio restaurante.

Es lunes y Pablo Silvera arranca la semana temprano. Aunque no usa redes sociales está "en línea" en WhatsApp, atento a la agenda de entrevistas, que se mezcla con la de ensayos. Si el fin de semana estuvo movido —con una ida a Minas a acompañar a una banda de "gurises"— los días anteriores lo fueron aún más: el miércoles 9 Once Tiros, la banda que lo colocó en el escenario hace casi 18 años, se llevó cuatro premios Graffiti de la mano de su último trabajo de estudio, Bunker. "Confiábamos en el disco, pero había muchas ternas en las que estábamos con gente que había sacado tremendos trabajos", cuenta. "No decíamos ‘che, la vamos a romper... pero sí, ‘disco del año tenemos chance, banda del año, pah, no sé...".

Aunque Pablo (34) todavía goza de cierta cuota de anonimato, cada vez lo reconocen más por la calle. Su cabello, crespo, largo y que tantas comparaciones con el futbolista brasileño Marcelo le ha valido, le juega en contra. Ahora, el éxito de la banda también. "¡Genio! ¡Genio! ¡Se lo merecían!", le dice una mujer que está comprando bizcochos en el mismo café que el músico elige para conversar con Domingo. Pablo sonríe, la clienta lo besa y sale del local doblemente satisfecha. Pero no demora en volver: "Yo no soy cholula, pero ¿te puedo pedir una selfie? Yo fui clienta de La Otra muchos años y siempre te veía. Ya no estás más, me imagino… sos un genio. ¡Te felicito!".

No es la primera vez que el músico pasa por una situación como esta en los últimos días. Pero no pierde la calma. Se sienta en una mesa contra la ventana y la limpia con una servilleta. "No puedo con mi condición", dice. Es que haber pasado cinco años como mozo en la conocida parrillada de Pocitos dejó sus huellas. Pide un té. La bebida es de máquina y el vaso de espuma plast. Reniega con la cabeza. Es su condición, que aparece otra vez.

Crear, siempre.

Si bien la música es la principal excusa del encuentro, la cocina se cuela una y otra vez. Pablo es egresado del Instituto Gastronómico de las Américas (IGA), donde se recibió de cocinero profesional. Llegó a La Otra tras trabajar un año en la cocina de Bamboo, en Buceo. Allí tocaba a veces un grupo integrado por Nico Arnicho y Diego Cáceres, quien además de bajista era mozo en la parrillada. "Un músico me llevó a la parrilla. Y era un mozo increíble", recuerda con visible cariño.

—Siempre se dice que cocina y música tienen mucho en común. ¿Lo sentís así?

—Sí, tienen eso de crear, de despertarte mucho el ver qué tengo y cómo lo hago… Está también lo más sensorial de la cocina, que va con la música, el placer que te genera, hacia dónde te lleva, el estado de relajación y de éxtasis… además de todo el proceso creativo. Crear una receta es como armar una canción. Tenés que poner las cosas en su lugar, ver cómo esto me arruina el plato o me arruina la canción. Once Tiros ha sido una muestra de eso. Este último disco, Bunker, es una muestra de ir rescatando esas cosas que se venían dando poco en los discos pero que en vivo venían ganando más terreno. Fue decir agarremos esta parte de la banda que tanto nos gusta y volquémonos para ahí.

Mientras la crítica califica al álbum como más rockero que sus predecesores, para Pablo lo que hace es mostrar la faceta "más potente" de la banda, que se construyó a fines de los 90 sobre una base de ska-punk. "Para nosotros ya veníamos haciendo rock... Lo que hicimos ahora fue llevar nuestro lado de guitarras, nuestro lado más pesado, hacia adelante, lo pusimos en primer plano", explica. La aparición del nuevo disco también coincidió con la salida de Santiago Bolognini, histórico guitarrista del grupo, que ahora quedó conformado por Pablo junto a Bruno Andreu, Juan Lerena, Martín Maristan y Leonardo Coppola.

Hubo épocas en que la cocina dominó sobre la música en cabeza y dedicación. Y viceversa. Ahora, desde que Pablo dejó su trabajo en La Otra y empezó con La vuelta al plato, el programa que coconduce junto a Ximena Torres en TV Ciudad, dice que sus días se dividieron "en porcentajes más parejos". Salvo excepciones —como estos días, que la banda acaba de presentarse en Montevideo Music Box— ensaya siempre dos veces a la semana. "Ahora que tenemos guitarrista nuevo necesitamos reestructurarnos, aceitar... tenemos muchas ganas de tocar".

—La banda tiene casi 20 años pero ha ido cambiando su sonido. ¿Sentís el mismo entusiasmo que al comienzo?

—Sigo sintiendo entusiasmo, sí, porque nos damos las libertades artísticas necesarias como para no perderle el gusto. Podemos sacar un disco como Bunker y que la gente nos reconozca como Once Tiros, estar cómodos con lo que hacemos, no repetirnos. No ser una banda de género y hacer siempre lo mismo ayuda muchísimo. La sinceridad es subirte a un escenario sintiendo lo que estás haciendo. Uno va perdiendo conexión con algunas canciones, con las que hiciste con 16 años quizás, es normal... Más allá de que la gente te las pida, vos las dejás descansar un tiempo y la gente termina entendiendo que sos un ser humano con sus procesos y valora que lo que se hace en vivo es lo que se siente de verdad.

Sentir de barrio.

Para Pablo, la música y el barrio van de la mano. O al menos así ocurrió en su historia. En sus primeros recuerdos aparece Carlos, un vecino de Punta Carretas que era metalero, usaba el pelo largo y tenía un tatuaje de dragón. Un día, como corolario de la charla en la vereda, Carlos le regaló un VHS de Iron Maiden. Pablo tenía unos 11 años. "Yo no podía creer lo que estaba viendo, me fascinó, empecé a investigar y a colgarme con Madden, Metallica, Guns N Roses". A la Navidad siguiente su madre le regaló una guitarra española y una remera de la banda de Axl Rose.

"Me enamoré de la guitarra el primer día. Y pude sacar Pain in black en una cuerda, que fue lo primero que me pasó otro vecino", cuenta. Tomó clases con muchos músicos de "la vuelta", pero nunca hizo un curso formal. "La calle era como el Facebook de hoy, ahí conocías a la gente y aprendías de los maestros", dice.

Su primera banda, a los 13 años, se llamó Mate Lavado. Cursó la escuela y el liceo en los Maristas, hasta que en 4° año se cambió al Zorrilla. "Ahí fue la explosión y terminamos formando Once Tiros". En aquel entonces, ninguno "sabía tocar nada", ensayaban con almohadones y soñaban con algún día vivir de la música. Arrancó siendo el compositor, pero el tiempo lo llevó al rol de frontman. "Cuando recién empezamos no me sentía cómodo con tener que cantar, se fue dando pero siempre con mucha inseguridad. Me costó muchos años poder sentirme un poco seguro, encontrarme, escucharme... Ahora estoy en paz conmigo y con ese lugar".

A los 19 Pablo se convirtió en el papá de Luca. Hoy, si bien el músico mantiene su clara preferencia por el metal, en su casa —que comparte con su pareja, la fotógrafa Mika Álvarez— también suena el hip hop y el rap, los géneros preferidos del adolescente. "Se despierta y se acuesta escuchando música. Y también hace mucho fútbol... yo cero, salvo que soy parecido a Marcelo, no hay ningún otro contacto", dice entre risas. Para subsistir fue delivery, repartió catálogos y trabajó como cobrador. Después fue ayudante de cocina y mozo, los primeros pasos en una vocación que corría a la par de la música y que ahora cobra protagonismo con La vuelta al plato.

—¿Dejaste La Otra para hacer tevé?

—Dejé la parrilla con la idea de dedicarme más a la banda, muy confiado en el disco. Lo del programa se había hablado antes y quedado en la nada. A Xime la conocía como clienta, cuando iban con Max (Capote, su marido) a buscar la entraña de La Otra. Y cada tanto le comía un poco la oreja sobre cocina. Pero la idea de dejar la parrillada es abrir las puertas a otros trabajos que puedan surgir. Si quiero armar otra banda o si me llaman para producir algo… tratar de trabajar y reconocerme como un protagonista de ese universo en el que estoy metido hace 18 años, atento a las cosas que puedan surgir. Lo mío es muy de relacionamiento, nosotros cocinamos todo en un bar: te juntás, tirás una idea, le das forma… Los proyectos nacen así, de mucha charla. Y eso me lo estaba perdiendo.

Abrir su propio local.

Para el asado del último domingo Pablo Silvera improvisó unos champiñones rellenos con provenzal. Y dice que le quedaron buenísimos. Justamente, eso de inventar y mezclar es una de las cosas que más disfruta cuando está a cargo de preparar la comida. "Me gusta mirar la heladera y ver qué hay y recién a partir de ahí ver qué puedo cocinar. Uso técnicas o preparaciones que son para alguna receta y las voy modificando con lo que tengo", cuenta. Desde que conduce La vuelta al plato le resulta más fácil romper la rutina, ya que delante de cámaras tuvo que recordar cosas que había estudiado o que preparaba en otra época. De todos modos, sus platos fuertes están claros: "Las tortillas me quedan muy bien y la salsa caruso es un clásico que heredé de mi viejo y siempre está presente, desde con unos fideos hasta con una pasta rellena casera". Si bien admite que por estos meses está pensando más en discos que en platos, no descarta la idea de, algún día, abrir su propio restaurante. "En mis trabajos siempre quise probar de todo, la cocina y el servicio. Si te gusta el mundo de la gastronomía y en algún momento pensás abrir un local está bueno conocer todo. La idea está ahí, pero siento que sigo en una constante formación".

SUS COSAS

AC/DC.

El metal ocupa el puesto número uno de su ranking musical. "Siempre ando entre AC/DC, Iron Maiden o Rage Against the Machine... los clásicos". Ahora está repasando la discografía de Metallica. La "plataforma" no es relevante, pasa del tocadiscos a Spotify sin complejos.

Aikido.

Pablo es primer Dan en Aikido, un arte marcial que practica desde que es un niño. "Es el arte de la paz y mi padre se dedica a eso, con una academia hace más de 20 años. No solo me da tranquilidad sino también una manera de resolver los conflictos desde otro ángulo. Trabajo mucho eso de abrazar esa energía y transformarla en cosas positivas".

Las series.

Pasa de la música a la cocina con naturalidad y casi sin pausas. Por eso, le cuesta elegir una actividad que para él sea sinónimo de ocio. "Si necesito realmente una desconexión trato de buscar una serie que me enganche un rato". Una de sus favoritas es Padre de familia.

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"Hoy estoy en paz conmigo y con el lugar de frontman", dice Pablo Silvera. Foto: Darwin Borrelli

PABLO SILVERADANIELA BLUTH

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