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Comercios con historia

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Un paraíso de libros en un edificio espectacular (Foto: Francisco Flores)

La Atahualpa se derrumbó. La Cante Grill está por cerrar. Pero otros locales en edificios históricos aún la siguen peleando.

LEONEL GARCÍA

Los sábados, La Corte no abría la cava. Esta está en un subsuelo custodiado por muros de piedra del siglo XIX. Pero la mujer —impecable en su presentación, modos e inglés— insistía en que hiciera una excepción con su "jefe" para ese día, 10 de marzo de 2007, a las 19. Al final Tomás Bartesaghi, chef y director, accedió y acondicionó como pudo el lugar. Poco después de la hora convenida, ella le pidió que la acompañara a la entrada a recibir al "jefe". A regañadientes, Bartesaghi aceptó. Salió a la puerta y se encontró con la Plaza Matriz sitiada y cuatro camionetas enormes. "¿No sabés quién es mi jefe, no?", le sonrió ella. El "jefe" se bajó del auto y se presentó con su mejor sonrisa tejana: "Hi, Thomas!". Era el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Al borde del colapso, lo único que había a esa hora era un aperitivo de milanesas con salsa de champignones, mientras se preparaba una pasta de apuro. "Thomas, sabemos el esfuerzo que hiciste para abrir a esta hora. Comemos lo que tú quieras", le dijo quien era el hombre más poderoso del mundo.

"Y fue así, como si estuviera hablando contigo", recuerda el chef y ahora también propietario de este restaurante situado en una de las alas del Club Uruguay. Este es un edificio inaugurado en 1888, construido por el italiano Luigi Andreoni, de inspiración renacentista, maniera y barroca, con columnas dóricas y jónicas. En sus inicios fue pensado para la alta burguesía nacional y hoy es Patrimonio Histórico. El sector donde desde 2003 funciona La Corte fue pensado desde su fundación para alquiler comercial. Por décadas ahí estuvo la tienda de ropa Acle; antes Antique, un anticuario. Por sus pasillos caminaron Arturo Toscanini, Eva Perón y Charles de Gaulle. Y el único magnicidio de la historia de Uruguay, el de Juan Idiarte Borda, el 25 de agosto de 1897, ocurrió frente a sus puertas.

Abstraídos en su rutina de comer, comprar, pagar e irse, muchos uruguayos no suelen darse cuenta del lugar donde pisan. Eso lamentan arquitectos, comerciantes y amantes de Montevideo, al referirse a los locales con una historia importante detrás. "Acá casi nadie es consciente que es un edificio del siglo XIX", dice Bartesaghi. Salvo un entrepiso y la escalera hacia la cava, es la misma estructura original. "Los turistas, conozcan o no su historia, sí se sacan fotos en el Club Uruguay. Los uruguayos no, somos distraídos, no le damos importancia a la (farmacia) Atahualpa hasta que se cae".

Recién con episodios como el derrumbe de la farmacia Atahualpa de Millán y Raffo, el pasado 28 de marzo, o el cierre de la confitería Cante Grill de Punta Carretas, anunciado el lunes, a la gente le nace un súbito dolor por estar perdiendo —o haber perdido— algo. El edificio de la Atahualpa, que tenía 180 años, estaba hecho de muros portantes que no habrían resistido el cambio de mecánica del suelo, según publicó El País el 10 de abril. "Este edificio tiene bovedillas de hierro y no de madera. Duró cien años y durará otros 100 más", asegura Olivia Riveiro, gerenta del Club Uruguay.

Entre los comercios funcionando en recintos de gran belleza estructural o mobiliaria, el arquitecto William Rey, doctor en Historia del Arte y Gestión del Patrimonio Cultural, destaca a la librería Más Puro Verso, en el viejo edificio de la Óptica Pablo Ferrando (Peatonal Sarandí y Bacacay), las farmacias Olivencia (Maldonado y Ejido) y Matías González (Colonia y Andes), los bares El Volcán (Avenida Italia y Santander), Montevideo Sur (Paraguay y Maldonado) y Luz (Rivera y Requena), y al restaurante La Corte. Con los paso de los años, ¿son estructuras seguras? "No es fácil saber cómo están. No hay un relevamiento ni conciencia de la situación", señala Rey. A su criterio, sería bueno que, "aunque no sean monumentos históricos, puedan hacer convenios con la Intendencia. Por ejemplo: descuentos en la contribución inmobiliaria a cambio de mejoramientos". Para él, estos lugares importan por lo que son y por las historias que encierran, "que son parte de la comunidad".

Pérdidas.

Hay mucha gente que entra a Más Puro Verso y no le presta atención a ninguno de los 64 mil ejemplares que alberga, ni se sienta en el restaurante de la planta alta. Solo van a sacarse fotos en la escalera de mármol, gobernada por un vitreaux con motivos grecorromanos y un reloj en unas eternas 9.45. El diario argentino Clarín la señaló el 13 de marzo de 2015 como una de las diez librerías más lindas del mundo. El edificio construido por Leonardo Tosi, con notorias influencias del art nouveau, fue inaugurado en 1917 para la Óptica Pablo Ferrando. "Acá estamos desde 2008. Este era un edificio abandonado de seis pisos hermosos. Desde arriba entraba la luz natural", dice Nefeli Forni, encargada de la librería. Ahora hay una claraboya traslúcida. "Los cinco pisos de arriba se destrozaron para hacer oficinas", lamenta.

Uno de los retos, dice, fue mantener la estructura original. Era un esfuerzo tan grande que ella dudaba que valiera la pena. Pero cuando estaban por decir que no, los dueños les dijeron que lo iban a alquilar a una multinacional. Una suerte de espíritu militante pudo más: "Tomamos la restauración como una misión. Fueron siete meses de reformas. Lo único que agregamos fueron dos mostradores, uno a la librería y otro al restaurante".

La arquitecta Gabriela Pallares, responsable de un blog de arquitectura y tendencias (Design/Insider) e interesada en edificios históricos, se entristece con el incierto futuro de la Cante Grill, cuyo edificio fue construido por Humberto Pittamiglio, tanto como lamentó la demolición del Assimakos, por avenida Italia, en 2014. "Es una construcción ecléctica, y lo ecléctico no tiene buena prensa", lamentó (de hecho, Rey dijo en radio El Espectador que "no tiene valor arquitectónico"). "Su pérdida sería un caso más de pérdida de memoria de la comunidad, de un barrio que fue cambiando. Habría que ver si vale la pena levantar otro edificio de apartamentos en la zona. Hay que pensar a largo plazo qué tipo de ciudad se quiere. Y de las pérdidas uno se da cuenta cuando es muy tarde". A la hora de elegir locales en edificios emblemáticos, su listado incluye la mueblería Walmer del edificio Rambla (Luis Bollo y la rambla), la sucursal del banco Bandes en el Palacio Chiarino (en Plaza Cagancha) o la ya citada farmacia Matías González.

La entrada, las vidrieras y la arcada de la Matías González (fundada en 1905) son iguales a cuando se mudaron a su actual ubicación, en 1930. En el salón de ventas de hoy antes estaba la rebotica. "Ahí se preparaban los medicamentos", dice su directora Ana Loffredo. Es un edificio de cinco pisos, con un gran HC, de Hermanas Catalinas, a la puerta. El abuelo de Loffredo, arquitecta de profesión, compró la farmacia en 1947 y sus padres el resto del inmueble en los 70. Ella y sus hermanos vivieron ahí. Hoy en el edificio también hay un spa, un laboratorio y un centro de capacitación.

"Cuando pasó lo de la Atahualpa vos decís: ¿estará todo bien?. Es normal. Nosotros hemos hecho mantenimiento, rehicimos la fachada en 2005, la hidrolavamos, recuperamos las molduras. Tratamos de que se mostrara el espíritu original aggiornándolo al siglo XXI", cuenta la directora. Como parece ser común, los turistas parecen percibir más que los uruguayos la particular estructura del local, inspirado en una farmacia de Florencia. Son paredes que guardan historias, como la elaboración del famoso "jarabe de los cantantes", que fue recetado al célebre tenor italiano Enrico Caruso, de visita en la década de 1910, cuya garganta no fue bien recibida por el aire montevideano.

MÁS DE 200 AÑOS HOY CERRADOS

"El bar El Hacha no es solo el episodio que le dio nombre, sino la pátina de tiempo que tienen encima y todas las historias que hay atrás", señala William Rey, arquitecto especializado en patrimonio, a la hora de hablar de la verdadera importancia de estos locales comerciales.

La construcción de El Hacha, con sus vigas oscuras tan características, se sitúa a mediados del siglo XVIII. El episodio que le da su nombre, un homicidio realizado con un hacha, ocurrió el 15 de abril de 1794. La víctima fue un joven despachante navarro. El victimario fue un marinero que escapó a Buenos Aires con la recaudación del día de la que por entonces no era más que una pulpería.

El Hacha, almacén y bar, fue por más de dos siglos el comercio de su tipo más viejo en todo Montevideo, enclavado en la esquina de Buenos Aires y Maciel. Vivió las épocas coloniales, la Guerra de la Independencia, el nacimiento y la consolidación de la República. Se estima que se inauguró muy próximo a la fundación. Tres cierres y varios intentos de reapertura y aggiornamiento posteriores, hoy nuevamente tiene la cortina baja.

PARA LOCAL, CASA Y RENTAS

La idea original del edificio que alberga a la farmacia Matías González, que se terminó de construir en 1929, consistía en un local comercial en la planta baja, primer piso para la vivienda de sus propietarios y los cuatro de arriba para rentas. Actualmente la empresa lo ocupa totalmente. La arcada y el mobiliario de la parte delantera están inspirados en una farmacia de Florencia cuyo nombre se perdió en el tiempo.

RESTAURANT LUEGO DE ACLE

Luis Andreoni era ingeniero y arquitecto. Y también era un hombre pragmático: sabía que su Club Uruguay no iba a durar en el tiempo si no tenía un ingreso de dinero más allá de las cuotas sociales. Por eso construyó sectores par alquilar a locales comerciales. El restaurante La Corte está en el mismo lugar donde por décadas estuvo la prestigiosa tienda Acle. La cervecería Matriz también funciona en ese edificio.

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Un paraíso de libros en un edificio espectacular (Foto: Francisco Flores)

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