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Carlos Santana: un regreso a Woodstock

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El guitarrista se reúne con sus viejos compinches.

A pocos días de cumplir 69 años, el notable guitarrista nacido en México, religioso y espiritual, publicó un disco con varios integrantes de su banda original, la que lo catapultó a la fama y la que todo el mundo recuerda.

LEONEL GARCÍA

Volvió Santana, se repite en el mundo musical. ¿De dónde? En rigor, quien es considerado uno de los guitarristas más influyentes de la historia del rock, nunca tuvo tanto éxito como en los últimos quince años. La respuesta: a sus orígenes. Y todos agradecidos.

Con su disco Supernatural (1999) este mexicano nacido en Jalisco el 20 de julio de 1947 como Carlos Augusto Santana Barragán, principal referente mundial del rock latino desde fines de los 60, logró nueve Grammys y 30 millones de unidades vendidas, el más exitoso de su historia. No solo lo rescató de un ostracismo comercial que arrastraba desde inicios de los 80 y que amenazaba con transformarlo en un has been musician (anglicismo que equivale a un músico que "ya fue"), también le regaló una fórmula para el futuro: melodías bien radiales, con un infaltable toque latino, su guitarra afilada aunque "amaestrada", más la colaboración con una estrella pop taquillera (Rob Thomas de Matchbox Twenty, Lauryn Hill, Wyclef Jean y Maná). El molde le sirvió —con éxito decreciente, vale decirlo— en sus siguientes trabajos: Shaman (2002) y All that I am (2005). Ya para Corazón (2014), un álbum de covers, su primero cantado en español, y con presencias tan inesperadas como la de Gloria Estefan, el público comenzó a mostrar algo parecido a la saturación. La misma que demostró cuando en 2009 tocó para el concurso televisivo American Idol o cuando comparó al rapero Pitbull (fugaz aparcero en 2014) con Queen y The Rolling Stones. La reacción fue algo así como: Carlos, ¿no será demasiado?

Su trabajo de este año, Santana IV, dice mucho desde el título. Difícil ponerle "4" a un hombre que ya grabó 23 discos de estudio. Pero es una continuación de sus épocas de oro. Santana III, el "antecesor", es de 1971, cuando su apellido era el nombre de una banda de San Francisco absolutamente desconocida que deslumbró en Woodstock, el festival de festivales, el de 1969. Esa vuelta a las raíces incluyó a varios de los músicos que lo acompañaron en aquellos años: Greg Rolie, tecladista y cantante, Michael Schrieve, baterista, y el percusionista Michael Carabello. Y a diferencia de los anteriores proyectos, quizá más rutilantes, este fue clamorosamente recibido por la crítica: "El placer principal viene de la oportunidad de escuchar tantos solos del propio Santana, sin las distracciones de sus duetos con celebridades", escribió la revista Rolling Stone en junio. Luego agregó: "La de Santana IV es probablemente la mejor alineación de Santana, y nos recuerdan que la habían desechado demasiado pronto". Eso sí que fue una verdadera pena.

Sexo y espiritualidad.

Carlos Santana disfruta hoy de su status de leyenda. Vive en Las Vegas, en el Mandalay Resort, con su segunda esposa, Cindy Blackman, una baterista que se hizo famosa en la banda de Lenny Kravitz. Es padre de tres hijos, fruto de su matrimonio de 34 años con Deborah King. Fue con ella que en 1998 abrió la Fundación Milagro, destinada a ayudar a niños y jóvenes de escasos recursos. De un tiempo a esta parte, escuchar hablar al guitarrista significaba un largo monólogo donde términos como "luz", "espiritualidad", "alimento", "Dios" y "almas" se repetían constantemente. Cada tanto, alguien le señalaba que, pese a su discurso celestial era multimillonario, vivía en un hotel de lujo y había cambiado la música que lo había hecho famoso y respetado (rock con largos pasajes instrumentales y notorias influencias latinas y jazzísticas) por un pop más facilón, él tiraba la pelota al outball. "Yo no necesito dinero, el 95% de lo que genero se va a organizaciones de ayuda a los jóvenes. Es la misma idea de Warren Buffet, Bill Gates, Richard Branson y George Lucas. Para 2035 ya no quedarán naciones pobres en el mundo", le dijo en 2014 al diario El País de Madrid.

Sin embargo, su nueva propuesta es algo más de una reunión de viejos conocidos. El 16 de agosto de 1969, una banda de veinteañeros liderada por un notable guitarrista, un chicano residente en San Francisco, se presentaba en el Festival de Woodstock ante una audiencia de varios cientos de miles. Santana, el violero de marras, subió al escenario luego de encomendarse a Dios y tomarse unas buenas dosis de mescalina. El público, para los cuales era un perfecto desconocido, quedó impactado, al punto de pedirles bises a gritos. Imposible no querer volver a recuperar las sensaciones del tiempo en que le pusieron sonido a los, según Santana, grandes aportes latinos a la música: espiritualidad y sexo.

47 AÑOS ROCKEANDO

Desde 1969 a 1973, Santana surgió y alcanzó sus picos artísticos, aunque su fusión con lo latino y el jazz siguió siendo de calidad durante todos los 70 y principios de los 80. Luego de tres lustros de ostracismo, con Supernatural el guitarrista conoció la cúspide de la popularidad. Pero se dice que siempre se vuelve.

UNA ESPOSA BATERISTA DE JAZZ

Cindy Blackman (56), la actual esposa de Carlos Santana, es una de las escasas mujeres bateristas en el mundo del jazz. Pese a su reputación en ese género, su mayor fama la consiguió formando parte de la banda de Lenny Kravitz, héroe del rock. Carlos se le declaró arriba de un escenario en Tinley Park, Illinois, Estados Unidos, en 2009. Se casaron un año después.

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