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Balnearios de aguas termales en pleno corazón de Europa

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Aguas termales: para bañarse o beber.

Las ciudades de Karlovy Vary y Mariánské Lázne, en la región de Bohemia Occidental, todavía llegan a conservar los aires distinguidos de su época de esplendor, entre bosques, ondulaciones y recuerdos de celebrities.

Hay que hacer el esfuerzo y dejar Praga. Aunque uno crea que ya nada podría ser mejor, el interior de República Checa, en el corazón de Europa, también tiene esos aires de lugar mágico, perfecto. Como la capital, pero claro, con menos fama.

La región de Bohemia Occidental, a dos horas de Praga y a pasos de Alemania, con frondosos bosques y un terreno con montañas y ondulaciones, es conocida y buscada por los balnearios de aguas termales.

Son centenarios y fueron elegidos por la antigua realeza, nobleza y personalidades como Beethoven, Goethe y Freud, entre muchísimas otras. Sitios a los que se llegaba con galera y miriñaque para disfrutar de los beneficios de las aguas. Karlovy Vary y Mariánské Lázne, dos de los más importantes, todavía conservan ese espíritu distinguido.

Pero a no buscar grandes piletas humeantes: la particularidad de estas aguas termales es que se toman, y aquí aseguran con mucha vehemencia que alivian dolencias del aparato digestivo y trastornos de metabolismo. Incluso hace años, los tratamientos con aguas termales los prescribían los médicos y financiaba el Estado. Ahora, a los que consideran pacientes (250.000 por año) se quedan como mínimo tres semanas dedicados a la tarea de beber tres tazas por día de agua termal.

Karlovy Vary está tan prolija y cuidada que parece más una maqueta de cine que una ciudad con 50.000 habitantes. De hecho también es conocida por el Festival Internacional de Cine que este año se realizó entre el 3 y el 11 de julio, y que convocó a varias estrellas de la pantalla grande.

Las construcciones sobre la zona céntrica, atravesada por el río Teplá de manera transversal, son en art nouveau, todas a la misma altura y en colores pastel. La explicación para tanta simetría es que un incendio destruyó buena parte de la ciudad y hubo que levantar todo de cero durante el último tercio del siglo XIX.

Muchos son hoteles, spas que hasta ofrecen tratamientos con cerveza, la bebida nacional, y tiendas de lujo para los rusos adinerados, visitantes muy frecuentes. Además del impenetrable checo, muchos carteles y menús de restaurantes están en ruso. También, por la cercanía geográfica, muchos hablan alemán. Inglés, en algunos lugares turísticos; español, nada.

Las aguas termales tienen historia de larga data, como casi todo en República Checa. Se dice, entre leyenda y realidad, que las descubrió Carlos IV, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, uno de los más importantes en la historia checa, el mismo con el que bautizaron el gran puente de piedra de Praga, ícono de la ciudad, que cruza el río Moldava.

Carlos IV había salido de cacería, uno de sus perros se cayó al agua y comenzó a aullar de dolor. Cuando lo rescataron descubrieron las aguas calientes. A partir de entonces comenzó el ascenso de Karlovy Vary, que pasó de pueblo a ciudad y con muchos privilegios, por los ingresos que generaban las aguas milagrosas. La época de esplendor fue en los siglos XVIII y XIX, pero todavía sigue siendo un destino muy valorado, especialmente por los rusos, que se sienten como en su casa por el clima más agradable que en su país y hasta compraron hoteles y casas.

Los que quieran revivir esos tiempos de alta alcurnia pueden asomarse al Grandhotel Pupp, por donde desfilaron las celebrities del siglo XIX y que sigue ofreciendo alojamiento cinco estrellas.

Canilla libre

En Karlovy Vary hay 12 fuentes termales, con diferentes propiedades con temperaturas que oscilan entre 47°C y 74°C. Las aguas son de origen volcánico y llegan desde los bosques en cañerías hasta el centro.

El arte de tratarse con aguas termales incluye apacibles recorridos por la ciudad: el agua sale desde vertederos repartidos por el centro y se obtiene gratis. Nunca más apropiado eso de canilla libre.

En una glorieta frente a una plazoleta se ve un grupo de personas mayores en tertulia, con su taza en mano juntando agua y tomando. Y parece que nadie se va sin probar.

La guía, como Mary Poppins, saca de su cartera varias tazas típicas, que vienen con una especie de bombilla incorporada (el suvenir clásico de la zona) y reparte para la particular degustación.

¿El gusto? Está claro que el agua no es Evian, algunas tienen gusto amargo o ferroso, pero no tienen olor y no es tan difícil tragarla, aunque no sea nada habitual tomar agua caliente sola. Se bebe siempre de a sorbos, muy lentamente para no quemarse.

Unos pasos más adelante, una construcción vidriada atesora la gran fuente, algo así como la madre de las vertientes termales, con un chorro en permanente ebullición.

Entre sorbo y sorbo también se puede aprovechar a recorrer la región. Muy cerca, en el pequeño pueblo de Loket se puede visitar un castillo con 850 años sobre sus torres, elegido por el rey Carlos IV, el mismo que descubrió las aguas curativas, para descansar y cazar en los bosques.

El castillo ya no tiene aires reales, pero conserva su estructura original de estilo gótico, con toques románicos, y pueden verse sus exposiciones permanentes y un trozo del meteorito más antiguo, que se descubrió en 1400.

También hay una muestra sobre las torturas medievales, con muñecos que se mueven y sonidos temerarios. Además se puede ascender a las torres y ver si funciona la leyenda: si suben dos enamorados de la mano los 92 escalones se quedarán juntos para siempre. Y si no, al menos habrán disfrutado de una vista panorámica, el río Ohre, que lo abraza, y las casas y plantaciones desparramadas en las suaves ondulaciones del terreno.

Los baños de María.

Mariánské Lázne, muy cerca de la frontera con Alemania es otra de las ciudades balneario con pasado ilustre, pero mucho más contemporáneo, porque se fundó en el siglo XIX. Eduardo VII, rey de Inglaterra, y asiduo visitante, decía que era el lugar más lindo del mundo. Aunque quizás un poco exagerada su declaración, el pueblo tiene calles impecables, un muestrario de edificios neoclásicos y de art nouveau que se ordena alrededor de una gran plaza, rodeada por los bosques de Bohemia.

Su nombre, los Baños de María, en español, es en honor a la Virgen. Un soldado encontró un retrato de María junto a una fuente termal. La fuente de María, a diferencia de los demás manantiales, es un gas de origen volcánico, no es agua. También se hacen tratamientos a base del gas.

La mayoría de las construcciones son hoteles, todos muy bien provistos de spa. El lugar de paseo preferido de la ciudad es una galería para caminar y saborear una Kolonada, las obleas tradicionales, algo así como el alfajor checo, muy finitas, redondas y de diferentes sabores. Para cambiar un poco el gusto del agua termal. 

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