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"¿Autodidacta? Yo lo que soy es un gran atrevido"

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"Las personas quieren un microsegundo de cariño", asegura.

Formado en el boliche y el rock, lo que más disfruta de su rol de comunicador es el contacto con la gente. Además de hacer televisión y teatro, este 2015 volvió a la radio.

DANIELA BLUTH

Mensaje, llamada y otro mensaje. Kairo Herrera acaba de salir de radio Sarandí y lleva unos minutos de retraso. Llega a la entrevista con paso apurado y sin almorzar. La cita es en el departamento de su abuela materna, piso diez sobre la rambla del Parque Rodó y una vista impagable. Esa es su base montevideana desde que, en 1999, se mudó a Médanos de Solymar, donde vive hasta hoy. Se saca los lentes tipo aviador y hace una pausa. Pero hay algo que lo incomoda. "Dame un minuto, me voy a poner una camiseta negra", dice. La camisa blanca que llevaba era una suerte de "disfraz", o la ropa que elige cuando tiene que llegar en hora a algún lugar y no puede permitirse ninguna pausa callejera.

"La gente me frena para hablar y a mí me encanta, consigo muchísimas notas en la calle. Pero no todos entienden que hay días en que estás apurado. Entonces prefiero el daño menor, ponerme en modo invisible", dice Kairo y se ríe. Consciente de lo bizarro de la situación, reconoce que esa adrenalina es la que lo mueve. Y la que le permite repartir sus días con gusto entre radio, televisión, teatro, música y su rol de papá de Francisco, a punto de cumplir 8. "Me encanta andar corriendo, siempre medio atrasado. Para mí es un estrés sano".

El año recién comenzó y su agenda 2015 ya resulta agotadora. Cámara Testigo va por su octava temporada en la pantalla de La Tele, ocupa el lugar de Franklin Rodríguez en la conducción del programa Viva la Tarde de radio Sarandí, todos los fines de semana está en teatro con la obra El Sexo 4 y cada jueves despunta el vicio del rock en Mezza Luna, la pizzería de Médanos que ya es como su segundo hogar.

—¿Lográs disfrutar todo por igual?

—Sí. Me considero un hombre afortunado. En televisión tengo un programa que parece haber sido hecho para mí. En la radio estoy disfrutando lo que hago y en teatro tengo la posibilidad de sacar mi perfil más artístico. ¿Qué más puedo pedir?

El músico

Más que buscar las oportunidades, Kairo simplemente se anima. Ni siquiera se define como un autodidacta: "Yo soy un gran atrevido. Me gusta trabajar y aprender al mismo tiempo. Y sé hasta dónde puedo llegar". En gran medida, dice, eso se lo debe a las "dos educaciones" que recibió de sus padres, divorciados desde que él tenía un año. La de su madre, profesora de idioma español, fue formal y esmerada. La de su padre, hombre de campaña y abogado de profesión, la escuela del boliche y la calle. "Trasnocho con mi viejo desde que me paro en dos piernas. Salía con él los fines de semana, me mostró la noche y me llevó por los diferentes ámbitos en los que hoy me muevo con total comodidad. Eso se lo voy a agradecer siempre".

Su infancia transcurrió en una casona del Cordón como hijo único (tiene tres hermanos de tres matrimonios de su padre), siendo "pésimo" alumno en un exigente Colegio Alemán y pasando las tardes en la carpintería de su abuelo, un judío austríaco que había escapado de un campo de concentración. En su negocio, ejercitaba la imaginación jugando con espadas de madera caseras y dibujando. "Era un mundo mágico para mí. Pasaba mucho tiempo con mi abuelo. Ya murió, pero es de los mejores amigos que he tenido en la vida".

En la adolescencia recorrió varios liceos de Malvín y Punta Gorda hasta que, en 5° año, abandonó los estudios. "Mi vieja me quería matar. Y mi viejo me quería matar todavía más". Para ese entonces Kairo ya vestía completamente de negro, usaba el pelo casi a la cintura y tenía una banda de heavy metal, Shock. "Estaba convencido de que iba a terminar tocando en el Estadio para cien mil personas y dije que me iba a dedicar a la música".

Aunque después de Shock formó otra banda, Caballo Loco, su carrera musical nunca prosperó. Sin embargo, a los 44 años recuerda esa época con gran cariño. "Son años donde afianzás un poco tu personalidad. Salís con amigos, recorrés 18 de Julio sin un mango, tenés las novietas del momento... No me arrepiento de nada". La excepción, quizás, sean algunos de los tatuajes, que con el tiempo fue tapando con nuevos diseños. "Al principio para la tele me generaron algunos problemas, hoy ya no".

Si su primer amor fue el heavy metal, la madurez lo llevó hacia el rock en general. "Cuando crecés abrís la mente un poco, porque el metalero es muy fascista para la música", reflexiona. De todos modos, en su auto —un Celta negro, obviamente— suena sobre todo hard rock y, excepcionalmente, algún tango. "Me encanta el tango, sus letras, la actitud tanguera... Dos por tres en la ducha me canto alguno". Esa pasión se completa en la parte interna de su antebrazo, donde tiene tatuada la frase de Carlos Gardel "fuerza, canejo, sufra y no llore".

El comunicador

La voz de Kairo tiene noche, cigarrillo, whisky irlandés y "varias cosas más". Y también tiene el mérito de haber sido la que le abrió la puerta de los medios. Músico y amigo de músicos, cuando se creó la X FM muchos lo candidatearon como locutor. Rebotó un par de veces hasta que al final quedó para ser la voz institucional. Poco tiempo después llegó Canal X para la pantalla del 10, más tarde Circo Máximo, su propio programa de rock nacional que nació en Galaxia FM y terminó en Futura, y ser conductor de todas las ediciones del Pilsen Rock.

Mientras la segunda era del rock nacional se afianzaba, Kairo crecía como comunicador y trabajaba como diseñador gráfico. "En un momento la X se volvió caótica porque no estaba bien manejada y yo decidí irme", recuerda. Estuvo dos años sin trabajar en los medios hasta que, en 2007, la productora Contenidos TV lo convocó para conducir un docu-reality que se llamaría Cámara Testigo. "Y ahí una puerta que se había cerrado se volvió a abrir".

—El programa lleva ocho temporadas al aire. ¿Cuál es el secreto del éxito?

—La gente lo aceptó y lo tomó como propio, creo que eso fue lo que pasó. Es un programa que está hecho por la gente y para la gente. Yo soy el vehículo. Se nutre de la gente, de las llamadas, de Twitter, de Facebook, de las preguntas en la calle. Si venís a plantearme un problema y está en mí darte una mano, yo te la voy a dar. La gran mayoría de las veces no lo logro, pero si puedo lo hago.

Kairo suena auténtico. Le gusta hablar con la gente, el periodismo "de la calle" y meterse en sitios como una whiskería o un asentamiento, donde muchas veces terminó compartiendo un asado con los entrevistados. A él, dice, una nota de una hora y media le puede llevar cuatro. "Las personas lo que quieren es un microsegundo de cariño y, ¿sabés qué?, no cuesta nada dárselo".

"Con Cámara... hemos realizado un trabajo social puro. Dimos a conocer a muchas personas de las que no se sabía nada, que estaban marginadas, pero detrás de las que siempre hay una historia que vale la pena contar", cuenta convencido.

Kairo no usa computadora ni mail. Tampoco precisa un smartphone, con los mensajes de texto le basta. "No es una postura, eh. No tengo la voluntad para abrir una computadora. Solo la prendo si quiero buscar la letra de alguna canción", confiesa. Prefiere el contacto cara a cara y destinar su escaso tiempo libre a pasar con su hijo, con quien tiene un vínculo "que excede la pelota". Así las cosas, la producción del programa corre 100% por cuenta del equipo de Contenidos. "Yo voy a la nota y trato de sorprenderme junto con el televidente".

—¿Te sentís cómodo en ese rol ?

—Creo que el acierto mío es haber tomado como referente, a pesar de que el estilo de comunicación no se parece en nada, a Omar Gutiérrez. Es un tipo que te podrá gustar o no, pero no es el comunicador encumbrado y lejano, es un tipo que con su estilo estaba del lado de la gente. A mí me gusta un estilo de comunicación informal, no ese periodismo que ya se las sabe todas. Pudiendo ser considerado una persona que dirige su comunicación solo al público femenino, que sería la fácil, tengo una aceptación prácticamente general.

—¿No te considerás un galán?

—Eso fue algo que me lo dio la naturaleza, pero no lo exploto, no me hago el langa. Además, las pocas veces en la vida que me quise hacer el crack me salió mal.

Lejos de la política

La rápida asociación entre el apellido Herrera y el Partido Nacional es inevitable. "En una época el Cuqui (por Luis Alberto Lacalle) me decía sobrino pero no sé si era para sacarse cartel o para qué… En realidad no tenemos nada que ver", se apura a aclarar Kairo. En todo caso, el único vínculo que el comunicador tuvo con la política se lo debe a su padre, viejo militante blanco. "El sí labura en el Partido, es fanático, pero sabe que conmigo para eso no cuenta". Sin embargo, entre 2000 y 2004 lo convenció para ser su secretario en el directorio del BPS. "Ahí me terminé de convencer que la política no me gustaba. Contaba los días para que terminara el período. No fue una experiencia buena, pero todo suma", reflexiona. Hoy está lejos de la política, a la que define como "un mal necesario". De hecho, en 2014 dos fracciones —una nacionalista y otra frenteamplista— lo invitaron a sumarse a su campaña electoral. "No acepté porque no tengo ninguna afiliación política. Además entiendo que el comunicador, así como el artista, no puede pararse debajo de una bandera. Creo que son patrimonio público. Utilizar a una figura pública dentro de un partido es como poner una anzuelo con una lombriz. Y no me parece bien".

Sus cosas

SU SUPERHÉROE

Desde hace un tiempo su colección de revistas de cómics pasó a manos de Francisco, su hijo menor; la mayor, Martina (15), vive en Estados Unidos. Ambos son fanáticos de Batman. "El heroísmo es educativo, es una actitud de vida que la llevás a la realidad", dice Kairo, gran lector de la mitología griega.

SU GUITARRA

Infalible herramienta de seducción, Kairo tiene su guitarra desde que se propuso conquistar a Carolina, la madre de su hijo Francisco. "Se la pedí prestada a mi viejo y jamás se la devolví", recuerda. Además de esta guitarra española, el comunicador tiene una Stagg "con forma de flecha" que usa de vez en cuando. "Más rockero que eso no hay nada", asegura.

SU REFUGIO

La pizzería Mezza Luna, en el kilómetro 27.800 de la Giannattasio, es su segundo hogar. El primer año que vivió en Médanos de Solymar cenó allí los 365 días, sin excepción. "Tiene ese espíritu de boliche al que vas a festejar tus logros y a llorar tus tristezas", justifica. "Y yo más de una vez hice mostrador hasta tarde".

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"Las personas quieren un microsegundo de cariño", asegura.

EL PERSONAJE i Kairo Herrera

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