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Amas de casa, el trabajo menos reconocido

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Virginia Rezoagli se mudó de Buenos Aires a Montevideo y dejó su profesión para dedicarse a la crianza de sus hijas, de 6 y 4 años. Foto: Marcelo Bonjour.

Él cambió de país y de trabajo. A ella le cambió la vida. Cuando a Fernando, contador en un gran estudio de Buenos Aires, le ofrecieron un puesto en una empresa de Montevideo, la ecuación que él y su esposa Virginia Rezoagli (39) venían analizando hacía por lo menos dos años, cerró.

Evaluaron lo afectivo primero y lo económico después. La decisión parecía bastante clara. "Teníamos que hacer un cambio, la situación no se podía sostener por mucho tiempo más", recuerda Virginia. "Sé que hay muchas personas que lo hacen y lo logran, pero la calidad de vida que teníamos ya no era buena, llegábamos a casa cansados y había que cocinar y ordenar. Salvo los fines de semana, era muy poco el tiempo que les dedicábamos a las nenas". Virginia pasó de trabajar por lo menos nueve horas como contadora en el Hospital Italiano porteño, a ser ama de casa full-time. Y ahora también es fotógrafa amateur, una pasión que descubrió gracias a tener más tiempo para ella.

Hoy, se la nota feliz y distendida. ¿Si extraña? A la familia, no a la rutina. "Mientras uno está soltero o de novios, incluso conviviendo, es llevadero. Ya cuando tuvimos a la primera nena, Martina, que cumple siete años en agosto, se empezó a complicar… queríamos estar más tiempo con ella, pero teníamos que trabajar un montón de horas. Nos la pasábamos corriendo y si se enfermaba el estrés era mucho". Cuando nació Mercedes, que ahora tiene cuatro años, la situación se complejizó aún más. Tuvieron niñera y se apoyaron en unas horas de guardería, pero el caos seguía ahí. En las horas pico, tardaban al menos 40 minutos para llegar al trabajo. "Por ahí soy una privilegiada de poder dedicarle tiempo a mis hijas teniendo ganas de hacerlo. A las hijas, a la familia y a uno mismo. No estoy solo para ellas, sino que estoy para todos, porque estando uno bien, descansado y contento, todo fluye distinto".

Virginia no recibió cuestionamientos ni sintió miradas reprobatorias sobre su decisión. Pero lo cierto es que, históricamente, ser ama de casa no ha gozado de la mejor prensa. "El propio término le rechina a muchas mujeres que no han conseguido un empleo acorde a sus expectativas", señala el psicólogo social Juan Fernández Romar. Desde esa perspectiva, agrega el docente de la Universidad de la República, "está asociado a formas de dependencia y subordinación que predominan en el imaginario social y que ligan a la mujer con un supuesto ideal de domesticidad feliz". En ese esquema patriarcal, además, la división de trabajos se da por género y el hombre se coloca como el "padre de familia proveedor".

En la previa del Día del Trabajador, Mabel Lorenzo (72) celebra que las amas de casa, como ella, tengan voz para reivindicar el menos reconocido de todos los trabajos. "Las amas de casa son invisibles para la sociedad, que no las nota o no las quiere notar", dispara en una de sus primeras frases en una conversación con Domingo. "Y, por otro lado, por ellas mismas, que tienen esa reacción de meterse hacia adentro y cumplir con las tareas sin proponerse en demostrarlo o llamar la atención", admite Lorenzo, creadora y presidenta de la Liga de amas de casa, consumidores y usuarios.

Según datos de la Liga, en Uruguay hay alrededor de 220.000 amas de casa, un número que se ha mantenido relativamente estable a través del tiempo pero cuyo perfil ha cambiado. Hoy, ya no son tantas las "amas de casa puras", aquellas con dedicación total y exclusiva a las tareas del hogar, sino que ha aparecido con fuerza "la nueva ama de casa", que representa a aquellas mujeres que decidieron relegar su profesión a un segundo plano para poder estar más en su casa y con sus hijos. "La doble ama de casa es a la que aplaudimos muchísimo, porque tiene un sentido muy especial: no abandona ese rol tan importante que es el fruto de su esfuerzo y sus estudios y al mismo tiempo se dio cuenta de que tenía que volcar mucha más atención al tema del hogar. Eso es difícil, hay que mirar hacia dónde ir y cómo armamos ese nuevo puzzle, pero hay muchas que lo logran y salen victoriosas".

Tiempos modernos.

Según Fernández Romar, la división es aún más radical. "Básicamente, hay dos grupos de amas de casa: las que han elegido esa situación y las que lo son porque no tienen más remedio", opina. "Para las primeras significa mayor independencia en el manejo del tiempo y el habitar un entorno protegido de las inclemencias de la vida social y laboral". Y en ese camino, ser dueñas de la decisión siempre ayuda.

Para Mariana (quien prefirió mantener su apellido en reserva), la decisión de dejar su trabajo en un banco no fue nada fácil. Pero después de tener a su primera hija, que hoy tiene 14 años, las horas del día no le alcanzaban para hacer todo. O al menos así lo sentía ella. Por aquel entonces todavía era estudiante de Ciencias Económicas y eligió dedicar su escaso tiempo libre a terminar la carrera. "Fue una decisión durísima, me encantaba mi trabajo, pero elegí el título, que me iba a acompañar siempre", resume mientras recuerda cómo muchos la miraron como si estuviera loca. "Tenía un trabajo divino y me iba muy bien. Las instituciones financieras son lindas para trabajar, pero si sumaba todo no me quedaban horas del día para ver a la beba. Fue una decisión personal primero y un proyecto familiar después, no podría haberlo hecho sin el apoyo de mi esposo".

En ese momento de quiebre Mariana ya tenía ocho años de carrera profesional. A los pocos meses volvió a la Facultad y quedó embarazada de su segunda hija (11). "Después de que me recibí, ya con las dos nenas, nunca quise dedicarme cien por ciento a la casa. Si hacés una carrera se supone que te gusta, no quería perder el contacto con el mercado laboral. Y además me parece importante mantener la cabeza ocupada en otras cosas".

Ella encontró la forma de ejercer como contadora independiente, trabajando desde su casa y de a ratos. Sin embargo, la mayor parte de su día y su energía está puesta en las niñas, hoy ya casi adolescentes. "Esto me permite estar en cosas que detestaría perderme. Los diálogos que se dan del colegio a casa son lo mejor. Esas cosas que puedo disfrutar son como un regalo para mí. Por ahora la que se deleita soy yo", dice con una sonrisa.

En su decisión de no abandonar por completo su profesión también pesó la tan mentada independencia económica, una de las principales banderas del feminismo del siglo XXI. "No quería sentirme tan absolutamente dependiente de mi esposo, si bien dependo, siento que podría volver a insertarme, no es que me quedé oxidada y no podría trabajar en nada". Además, jugó a favor que su marido "es un lord" y nunca "se maneja eso de que uno trae más plata que el otro". Eso sí, en materia de estrés, la diferencia se siente, siempre a favor suyo.

En Uruguay, Fernando y Virginia lograron mantener el nivel de ingresos y mejorar su calidad de vida. "Lo vi como una oportunidad, entendíamos que las nenas eran chiquitas, en ese momento tenían dos y cuatro años, y que esas etapas no las volvés a vivir, está bueno estar con ellas. No te voy a mentir de que no hay un poco de miedo, porque una vez que salís del mercado... reinsertarse puede ser complicado", cuenta Virginia.

En su casa, nunca hubo reclamos ni reproches. La limpieza se hace, pero sin presión. Lo principal son las niñas, y el simple hecho de estar, ya hace la diferencia. "Nosotros en la pareja siempre decimos que el trabajo de uno no es más importante que el del otro. Fernando me dice que si yo no me encargara de la casa y de las nenas, él no podría estar tranquilo haciendo lo suyo. Siempre tenemos esa premisa".

Pero las ventajas, para Virginia, incluso van más allá de la crianza de sus hijas. En lo personal, esta contadora aprovechó para ponerse al día con gustos postergados. "En esto de tener más tiempo uno se encuentra más con uno mismo. La vorágine de salir del liceo, empezar a trabajar y hacer facultad es como una carrera en la que siempre tenés todo el tiempo ocupado". Después de un año de adaptación a la nueva realidad, Virginia se puso a estudiar fotografía. Ya hizo varios cursos y está armando una página web con dos amigas. "Saco fotos por todos lados. También hago gimnasia, que antes siempre tenía la idea pero nunca me daban los tiempos... hago cosas que me dan placer. Es diferente al ama de casa de antes, que uno tiene la idea de que se pasaba limpiando, cocinando y no hacía nada más. Yo hago todas esas cosas, pero también me dedico tiempo para mí".

Acto de amor.

En la casa de Laura Ferreiro (52) siempre hay algo rico para comer. En la tarde que recibió a Domingo era una tarta de manzanas con jalea de damascos, casera, por supuesto. Laura es escribana y, aunque todavía ejerce de forma independiente, su principal ocupación es la casa, o más precisamente la cocina. "Mi marido siempre vino a almorzar a casa. Y le gusta comer bien, que le cocine, entonces nunca la delegué en nadie… Sé que a él le gusta y ese corte del día le viene bien. Así que un poco por eso todos los horarios los empecé a instrumentar en función de que en el almuerzo tengo que estar y también tengo que estar antes para hacerlo", cuenta. La cocina no le gustaba especialmente, pero con los años le agarró la mano, y el gusto. "Como mi marido lo disfruta, lo agradece y lo valora, es un placer hacerlo".

El cambio de escribana a ama de casa fue gradual, como suele suceder en la mayoría de los casos. Antes de tener a su primera hija, Milagros (20), Laura trabajó empleada en un estudio y luego en el suyo propio. Dos años después nació Theo (18) y los malabares entre los niños, la casa, los trámites y las firmas se hicieron más difíciles de sostener. "Empecé a tener empleada dos o tres veces por semana para tener tiempo de hacer las cosas de trabajo. Pero después tuve malas experiencias y decidí resolver cada vez más desde mi casa para poder estar", recuerda. De los chicos, nunca delegó nada, ni siquiera un baño. "No me quedó nada en el tintero, una culpa por no estar o no hacer, actividades, médicos, deberes, no me faltó una", dice a las risas.

Según el psicólogo social Fernández Romar, "ama de casa configura una categoría cultural elaborada en torno a la distribución de los roles de género" que nació vinculada a los procesos de industrialización que vivió el mundo en el siglo XIX. "Este ideal de familia, en que el trabajador asalariado y el ama de casa desprovista de ingresos desarrollan funciones complementarias, asegurando la eficiencia de la sociedad y el bienestar familiar, no ha resultado muy satisfactorio para las clases sociales más desprotegidas por el enorme esfuerzo y desgaste que conlleva, aunque sí ha funcionado en mejor forma con las clases acomodadas, donde las mujeres pueden procurar —dentro de ese esquema— diferentes formas de realización y de vida social, trasladando muchas de sus obligaciones a... otras mujeres".

Laura tuvo períodos con y sin ayuda doméstica. Aún así siempre le "tocan las cosas inmundas a las que nadie más le mete mano", como la grasera y el estractor, cuenta. "Las hago yo, guantes y a otra cosa". En el otro extremo, le cuesta mucho imaginarse en un trabajo de ocho horas fuera de su casa. "No es que lo mío está perfecto, pero si te querés ir tantas horas fuera de tu casa o ser de esas mujeres que no están nunca, no sé si después el plano familiar lo podés armar para toda la vida".

Aunque no es el único factor, hoy la maternidad es clave para la mayoría de las mujeres que relegan su profesión a un segundo plano. En ese escenario, muchas no descartan reinsertarse cuando los niños crezcan, pero con un esquema independiente o de proyecto propio que les permita compatibilizar ambas funciones.

A veces, más que adaptarse a la nueva rutina, lo más difícil son las miradas reprobatorias del entorno, que no comprende o empatiza con la decisión. "Te miran como a un bicho raro... En general la que toma la decisión la confirma y se siente conforme con lo que le está pasando, pero no le gusta la respuesta que tienen los que están a su alrededor, porque de alguna manera la desprecian, como a alguien que perdió la facultad de la independencia. Si uno en la casa es el ser más independiente, es el que maneja todo", señala Lorenzo.

"La verdad estoy feliz con la decisión. Me siento una privilegiada por poder hacerlo y lo valoro mucho, porque tener tiempo para la familia y para uno está buenísimo", remata Mariana. "Fue una decisión que nunca había pensado antes, ni siquiera estando desbordada con la cantidad de horas fuera de casa, pero surgió buscando mejorar la calidad de vida y fue un cambio más que positivo", asegura Virginia. "Por ahí trabajás las 24 horas del día, porque está la casa, los chicos, tu marido y la profesión. Pero lo hago con gusto, no me quejo", resume Laura. Y agrega: "Algunas amigas me dicen ahh, cocinás todos los días, cortá con eso, pero él lo re-valora, es algo recíproco. En definitiva, es un acto de amor".

Más de una voz de su lado, incluso los millenials.

En los últimos años, son varias las voces que se han levantado en defensa del ama de casa del siglo XXI. Una de ellas es la de la activista norteamericana Camille Paglia, pionera en la lucha por los derechos de la mujer, quien dijo que quería "empoderar" a aquellas que se cansaron de la vida profesional y dicen que quieren "ir a casa". Pero quizás la que más ha sorprendido es la que visibilizó un estudio realizado entre millennials en Estados Unidos en 2014. Según publicó The New York Times, 58% de los jóvenes consultados, que no superan los 18 años, piensa que el mejor modelo de familia es aquel en el que el hombre es la principal fuente de ingresos. "Hoy se está revalorizando la familia. Ya ha pasado toda una generación de mujeres que pusieron su acento en la realización profesional y esta nueva generación se ha dado cuenta de que la falta de esos vínculos ha repercutido en los niños", dijo Cristina Arruti de Alais, orientadora familiar del Universidad Austral, consultada por La Nación.

El principal reclamo: la jubilación.

Cuando hace muchos años Mabel Lorenzo (72) fue a tramitar su pasaporte y le preguntaron su profesión, ella respondió "ama de casa". Sin embargo, el funcionario de la Dirección Nacional de Identificación Civil escribió "labores". Ella pensó que se trataba de un error de interpretación y decidió aclararlo. Pero él le dijo que no había sido una equivocación, sino "que ama de casa tenía demasiadas letras". Hoy, más de 30 años después, Lorenzo lo recuerda a las risas. "Yo creo que el ama de casa es una figura que no la reconoce el mundo del machismo ni el del feminismo, a la que no se le tiene respeto, estamos allí... en un lugar al que se mira con desdén". Impulsada por el trabajo y las ganas de la argentina Lita de Lázzari, el 29 de junio de 1995 fundó la Liga de amas de casa, de la cual hoy es presidenta. En estos años, su principal reclamo ha sido el de la jubilación, que consideran "un derecho totalmente legítimo". Lorenzo también encabeza la Federación de amas de casa del Mercosur, donde Uruguay "tiene el honor", dice con ironía, de ser el único país donde el ama de casa no percibe una pensión. "Acá si una mujer quiere hacer un aporte al BPS para obtener a lo largo del tiempo una jubilación, se le niega, recibe un no rotundo, eso es tremendo. Somos totalmente parias, no tenemos ningún tipo de consideración de la parte legal", concluye.

Ellos, amos de la casa.

Históricamente, la figura del ama de casa estuvo asociada con la de la mujer. Sin embargo, ese estereotipo viene cambiando y, aunque ellas siguen siendo mayoría, también hay hombres que se ocupan del hogar y la crianza. "En la actualidad tanto las realidades laborales como los arreglos de pareja se han diversificado", señala Juan Fernández Romar. Eso, ha liberado a las familias de ciertas obligaciones y posibilitado nuevos acuerdos. "Por ejemplo, parejas que dicen este año me ocupo yo de las tareas domésticas y el año que viene encarás vos". En el caso de Manuel (50), uruguayo radicado en Barcelona, la decisión se dio "de forma natural". Ambos diseñadores de producto, él es freelance y su pareja trabaja en un renombrado estudio de la ciudad. Manuel se encarga de hacer las compras, cocinar y gestionar el mantenimiento de la casa. "También estar por nuestro hijo, llevar y traer del cole y a las extracurriculares. Y si está enfermo y se queda en casa, yo puedo cuidar de él y trabajar al mismo tiempo. Al ser freelance puedo organizar libremente mi tiempo". Tiene ayuda para la limpieza dos veces por semana y no plancha, pero lava, dobla y guarda la ropa. "¡Nadie lo hace como yo!", bromea. "Hay momentos en que me gustaría no tener que hacer ciertas cosas, pero no siempre se puede elegir. Creo que el balance sale positivo, sobre todo en lo que respecta a mi hijo".

Privilegios, independencia, realización, reclamos y culpas.

"Abstenerse de trabajar, renunciar a ese modo de vida y aislarse de quienes tienen necesidad de hacerlo ha sido siempre un signo de distinción social y de pertenencia a una elite privilegiada". Juan Fernández, psicólogo social.

"Ahora corro, pero por los horarios de mis nenas. Desayuno y meriendo con ellas. De tarde miramos la tele y yo quiero estar para saber qué miran. Ahora todo es más relajado, como que fluye". Virginia Rezoagli, ama de casa.

"El ama de casa dedica muchas horas a hacer que la vida del núcleo familiar sea mucho más positiva. Con el tiempo, cada uno va armando su vida y para regalarle un caramelo a su nieto tiene que pedirle a alguien que le dé un dinero que no puede considerar suyo. Por eso seguimos luchando por una jubilación, como existe en otros países y que aquí ha quedado en el debe". Mabel Lorenzo, presidenta de la Liga de amas de casa del Uruguay.

"Tengo amigas que se dedicaron full time a diferentes trabajos y sienten culpa. A mí culpa no me quedó. Si hoy me preguntás, ¿podés vivir de lo tuyo? No, vivir no, pero es un extra". Laura Ferreiro, ama de casa.

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Virginia Rezoagli se mudó de Buenos Aires a Montevideo y dejó su profesión para dedicarse a la crianza de sus hijas, de 6 y 4 años. Foto: Marcelo Bonjour.

DE PORTADADANIELA BLUTH

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