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Los vínculos familiares a la luz de un problema

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Un elenco experimentado ante un sensible texto. Foto: A. Perischetti
{Alejandro Persichetti}

Regresa a Teatro El Galpón, “Mi hijo solo camina un poco más lento”.

Este sábado 4 de febrero regresa a la Sala Atahualpa, de El Galpón, Mi hijo solo camina un poco más lento, uno de los buenos espectáculos de la temporada pasada, en la que conquistó el Premio Escena 2016 (que otorga la Delegación de la Unión Europea en Uruguay) y el Premio Florencio al Mejor Elenco, entre otros galardones. Se la podrá ver los sábados, a las 21.00 y domingo, a las 20.30. Entradas en TickAntel y la boletería de la sala (Av. 18 de Julio 1618), a $ 350.

Antes de volver a la Sala Atahualpa, la obra se presentará en Maldonado, participando de la Muestra Nacional de Teatro de Punta del Este, que va del jueves 2 al domingo 5 de Febrero en la Sala Municipal Cantegril. Este festival reúne las obras más premiadas, en su mayoría de teatro montevideano, para brindarlas a turistas y al público fernandino. Mi hijo sólo camina un poco más lento se presentará este viernes 3, a las 22.00. Entradas en Red UTS, a $ 350.

Contar el argumento de esta obra no implica desvelar su encanto, puesto que su potencia emotiva no tiene tanto que ver con la trama, sino con sus entretelones. El espectáculo tiene como protagonista a Branko, un joven de 25 años que, desde su silla de ruedas, intenta pasar inadvertido el día de su cumpleaños, generando un sinfín de reacciones por parte de su familia, a la que le cuesta aceptar su dificultad física. La obra transcurre en un día, y ese día marca el paso de la negación a la aceptación.

El montaje ingresa a su segunda temporada con algunos cambios en el elenco. El rol de la madre de Branko, antes a cargo de Alicia Alfonso, ahora lo hace Mariella Fierro. Y el propio Branko, antes encarnado por Cristian Amacoria, pasó a manos de Ignacio Estévez. Es que, como es lógico, los actores tiene sus compromisos: Alicia Alfonso está en Farsa en el dormitorio, y Cristian Amacoria en Zíngaros.

El elenco original tiene varios nombres de peso que se mantienen, entre ellos Soledad Frugone, quien ganó por este trabajo el Premio Florencio a Mejor Actriz en Papel de Reparto. El elenco se completa con Solange Tenreiro, Anael Bazterrica, Estefanía Acosta, Dardo Delgado, Rodolfo da Costa, Marcos Flack y Claudio Lachowicz, todos artistas con experiencia sobre las tablas.

Uno de los puntales más firmes de este trabajo escénico es el texto del autor croata Ivor Martinic, que llega con traducción de Nikolina Zidec. Varios son los aspectos que dan relevancia a esta obra, escrita para la dinámica de los actores y el escenario. En principio, el argumento podría abrir la sospecha de ser una pieza que trata sobre la discapacidad. Pero a medida que el argumento avanza, va quedando expuesto que más que el tema del discapacitado en sí, Martinic se centra en los vínculos de los demás con el lisiado. Y más aún: el autor plantea cómo se van tejiendo los vínculos entre las personas, tomando como espejo la situación de un chico que está en silla de ruedas.

Esos aspectos son muy bien administrados por el director, Gerardo Begérez, quien dota al montaje de un aire fresco. El marco escenográfico, de Rodolfo da Costa, colabora con la eficacia de la puesta, bien apoyada por el trabajo de iluminación de Leonardo Hualde, y la selección musical del propio director.

Mi hijo solo camina un poco más lento es una obra que tuvo una gran versión porteña, y la versión uruguaya supo apartarse de ella para, desde El Galpón, ofrecer un montaje con sello propio. La versión argentina, ganadora de decenas de premios, marcó un hito en el Teatro Off argentino, bajo la dirección de Guillermo Cacace, quien ofreció el montaje con luz de sala, o luz natural, en un clima que jugaba en cierto modo con las fronteras de la ficción escénica. La obra argentina se vio en Montevideo en más de una oportunidad, la última vez en junio pasado en la Sala Hugo Balzo, del Auditorio Nacional Adela Reta.

La versión uruguaya tiene quizá una impronta más realista, y el estilo actoral es amplio, y va desde personajes más volcados a cierto naturalismo, hasta otros de corte más arquetípico. Begérez explora, entre el texto y el escenario, los muchos detalles sobre este joven enfermo que día a día va perdiendo movilidad, y cómo se inscribe esa situación en el entorno familiar. El director hurga con sensibilidad también en el tema del amor, en sus muchas formas, entrando hondo en los muchos resortes que mueven a una familia. Sin duda un texto que llegó desde lejos con mucho para decir a los espectadores uruguayos.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Un elenco experimentado ante un sensible texto. Foto: A. Perischetti

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