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"Tengo miedo de desilusionar"

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"Extraño mucho a China Zorrilla, la amé con locura. Era una mujer única"
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Una esquina con una gran pared negra que protege una mansión al estilo de los Carrington. Timbre, "Pase usted", jardín, la lápida que recuerda a Jazmín y una empleada que invita a un café en el porche . Todo lo que se imagine que podría tener la mansión de Susana Giménez allí está.

Gran escalera; mobiliario exclusivo, carísimo, antigüedades, recuerdos de viajes, animal print y mucha luz. Es decir, el ámbito en el que uno puede imaginar a una Susana que te recibe con una sonrisa franca y casi tímida, con poco maquillaje, pero impecable, linda. Allí, en su hábitat, es donde ella plantea hablar de su regreso al teatro. Un retorno que se hizo esperar 24 años

El teatro a Susana Giménez siempre le trajo suerte. Es decir, siempre le fue bien. Bueno, casi siempre. En 1971 fue su debut, con un protagónico junto a Rodolfo Bebán y Ana María Campoy en Las mariposas son libres. Era una reciente "revelación" televisiva y todos apuntaban a destrozarla. Pero demostró que el escenario le sienta bien y logró que la miraran con respeto. Luego siguieron muchos años de plumas en la revista porteña, hasta que, en 1983, llegó La mujer del año. Esta comedia musical de Peter Stone, con canciones de John Kander y Fred Ebb (Cabaret, Chicago), la sacó del corset ultrafrívolo para darle otro estatus. No quería hacerla, pero la convencieron sus amigos Dany Mañas, Carlos Perciavalle y China Zorrilla. Allí volvió a lucirse como comediante y, además, cantó y bailó. Fue un suceso que duró cuatro años, primero con Jorge Mayorano como compañero y, luego, con Arturo Puig. "Fue un éxito descomunal, nunca hubo una entrada disponible. Fue dar vuelta la página. Venía haciendo mucha revista, que es lo que menos me gustó de mi carrera. Lo hice por dinero, pero nunca fui feliz. Primero porque no soy bailarina y aunque me pusieran autos o aviones para decorar esas coreografías lujosas, no me gustaba. Siempre tenías que mostrarle el culo al cómico para que se burlara. Bueno, así era e igual lo hice", admite. "Cuando Mirtha (Legrand) vino a ver La mujer del año me dijo: Tu vida empieza ahora, es antes y después de esto. Y tenía razón. Me divertí mucho, fue muy agradable. Uno de los grandes motivos del éxito fueron las letras de China Zorrilla. La extraño mucho, la amé con locura. Era única."

Luego hizo otro éxito, también en el género musical: Sugar, basada en la película Una Eva y dos Adanes. Pero aunque estuvo varias temporadas en cartel (su primer gran éxito en el Lola Membrives), quienes se ganaban los mejores aplausos eran sus compañeros Ricardo Darín y Arturo Puig. En definitiva, y ella lo admite, aceptó hacerla para que se pudiera lucir Darín, su pareja por aquel entonces. "Y sí... fue un regalo de amor a Richard. Siempre lo dije. Me gustaba más Tess, el personaje de La mujer del año. Tenía 13 cambios de ropa y musicales preciosos con coreografías soñadas". Tanto menciona esa obra que todos los años se corría el rumor de que regresaría al teatro con ella. "Todos lo decían porque yo siempre tuve ganas de volver a hacerla. Lo señalaba como una expresión de deseos. Siempre la tengo ahí, como para volver algún día", señala.

Luego vino La inhundible Molly Brown y la exigencia se triplicó: coreografías complicadísimas y un programa de televisión diario que cada vez le pedía más. Hoy no guarda el mejor recuerdo de esa obra. Ella no la considera un éxito. Dice que a la gente no le gustó, pero trabajaba con un 80 por ciento de la sala ocupada en cada función, de martes a domingos. Hoy sería considerado un éxito descomunal. Fue, además, el año en el que sufrió una gran estafa y todo ese cúmulo de cosas la estresó. Ahí decidió cerrar el capítulo "teatro" por un período que se extendió demasiado.

Luego de muchas propuestas, Piel de Judas es el proyecto que la convenció.

—¿Cómo te convencieron?

—Me convenció Gustavo Yankelevich. Hace bastante tiempo que quería volver al teatro si aparecía algo que me sedujera. Gustavo siempre veía obras y me las mandaba, pero no me gustaban. Un día me dijo: "Encontré la obra para vos". La leí y, la verdad, que es bárbara. La aggiornamos bastante, la acortamos un poquito porque era muy larga y quedó divina.

—¿Qué buscabas en las propuestas que te llegaban?

—Divertirme. Por ejemplo, Gustavo me ofreció Mamma mía! y no me gustó nada. La vi en Nueva York y me pareció horrible. Después me ofrecieron Los puentes de Madison, pero era muy negra. La gente no iba a querer verme limpiando una cocina con un batón y, encima, seguir con un marido no deseado. Era medio tristona. No era para hacer un comeback después de más de 20 años. Piel de Judas me divirtió.

—Me dijeron que sos muy disciplinada en teatro.

—Siempre lo fui. Soy profesional. No podría ser de otro modo. Me gusta llegar con la letra sabida, nada de libro en mano. Si lo hago, lo hago bien. Siempre fue mi lema.

—¿Y podés ser disciplinada cuando el director es uno de tus mejores amigos?

—Ay, me encanta. No sabés lo bien que está Arturo como director. Todo lo que marca, escucho y veo tiene razón. Son las marcaciones perfectas. Tiene muy buen humor, es dulce, muy quiet, no se pone nervioso y jamás gritaría. Estoy muy contenta porque hicimos dos obras con él y fueron seis años seguidos. Tenemos mucha conexión. Él y Selva (Alemán) son dos grandes amigos.

—¿Estás pendiente de todo, como antes?

—Todo. Todo. Todo. Siempre. No puedo cambiar, tiene que ser así: la perfección. Yo siempre soy de ver muchas cosas en Nueva York, en el teatro. Admiro cómo están las salas allá, las arañas que brillan, todo impecable. Así me gusta que esté acá.

—¿Te gusta especialmente la comedia francesa?

—No soy muy consumidora, pero estos autores eran famosísimos. Han escrito todo. Yo hice una de ellos, hace mucho tiempo, que era horrible y no tuvo éxito: Oro y paja. Era con Claudio García Satur, Irma Córdoba, Juan Verdaguer. Claudio venía del éxito de Rolando Rivas y tenía que llegar con patrullero y yo, poco tiempo después de Las mariposas son libres y del fenómeno del "Shock", más o menos lo mismo. Es decir, afuera había 300 personas esperándonos y adentro sólo 100. Una mierda. Feísimo.

—¿Por qué esperaste tanto para volver?

—Porque la televisión es muy fuerte y tuve un programa diario durante muchos años. Cuando combiné la televisión con Molly Brown casi me muero literalmente ¡Esos bailes country! Estaba en un estado cataléptico, no podía más. Decidí que nunca más haría teatro y tele al mismo tiempo. Ya con el programa semanal que hago desde hace dos años me siento brutal. Por eso cuando apareció esto me pareció que era tiempo de cambiar un poco. De todas formas no sé si haré televisión. Tomás (Yankelevich) me lo está ofreciendo. Si lo hago, lo haré en julio o agosto.

—O sea que el termómetro será la obra?..

-Total. Si me agoto, no. Pero no creo? No sé, voy a ver.

—¿Tenés ganas?

—Prefiero hacer una sola cosa. Aunque es un año importante. Lo único que exijo es tener libres los lunes o martes para ir a ver a mis perros. Tengo siete y los amo. Soy feliz viendo cómo se meten al lago, nadan, corren.

—¿Te aguantarías otra temporada como la que hacías con La mujer del año o Sugar?

—¡Noooo! ¡Por Dios! Eran de martes a domingos, dos funciones por día. Fue duro, pero divino. Me divertía muchísimo, pero ahora no lo haría.

—¿Y hasta cuándo seguís con Piel de Judas?

—Y, viste cómo es Gustavo: le pedí que no me vaya a poner un año entero. Todavía no firmé contrato, no me quiere decir nada. Qué sé yo, seis meses. Más no. Terminaré en octubre seguramente. No le dije nada a Gustavo todavía.

—Hubo mucho revuelo por el valor de las entradas (que van de 500 a mil pesos uruguayos).

—Le dije que estaba loco. Pero lo que pasa es que la producción es tan fuerte, hay tanta inversión. Él sabe por qué. Yo me muero. Me da pudor, soy miedosa, pienso si la gente va a poder pagarlas.

—¿Te animarías a hacer un drama clásico? ¿Te ves como Madre coraje, por ejemplo?

—Esa obra no, pero seguramente alguna vez haré un drama. Filomena Marturano me va perfecto. Eso me gustaría. Me tendría que llegar la propuesta al corazón. La verdad es que no tengo necesidad de arriesgarme tanto toda la vida. Desafíos todo el tiempo, no. Uno se da cuenta cuándo una propuesta es para vos. Por lo menos yo me fijo muchísimo porque tengo un sexto sentido y le tengo miedo a todo.

—¿A qué le tenés miedo?

—A que no le guste a la gente, al fracaso, a desilusionar. Sobre todo ahora, que hay tanta presión. Antes, cuando debuté, no importaba si salía bien o mal. Ahora sí. Yo le debo un respeto muy profundo a la gente. Lo que haga tiene que ser perfecto. Me siento responsable.

—Tenés un nombre muy común, pero, sin embargo, cuando se dice "Susana", remite a vos?

—Sí, sí. Es increíble. Es brutal, es verdad, es bárbaro. Por eso tengo tanto miedo. A veces me digo: ¿por qué me metí en esto y no seguí como maestra?

—¿Sos la misma persona cuando estás en el trabajo y en tu casa?

—Sí, absolutamente. Soy fácil. La gente se asombra. Cuando comenzamos los ensayos pensaron que iba a ser más loca, pero me gusta la armonía y trabajar en un clima maravilloso. Detesto el mal clima.

—¿Cómo querés que termine el año?

—Para mí con éxito si es posible, con salud y con mi familia. Para el país con una esperanza de arreglar lo que está mal y que el que venga sea fabuloso.

Un clásico con muchas versiones.

Piel de Judas se estrenó por primera vez en Buenos Aires en 1977, en el teatro Avenida.

Sus protagonistas fueron Ana María Campoy y Pepe Cibrián, quien además dirigía la puesta (en 1986 hubo una segunda versión también integrada por el matrimonio Campoy-Cibrián). Por aquel entonces, ambos querían que el personaje de la amante lo realizara Susana Giménez, pero ella ya había firmado un contrato con Héctor Ricardo García para ser la vedette del Astros con Alberto Olmedo y Jorge Porcel, por lo que el personaje fue interpretado finalmente por Erika Wallner.

En Uruguay también se han conocido versiones de este clásico de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy. Fue una de las obras preferidas del teatro independiente uruguayo. Los más memoriosos recuerdan, incluso, una versión del Teatro Circular.

El aplaudido regreso de una diva al teatro.

El jueves, Susana Giménez volvió a pisar el escenario del Lola Membrives para protagonizar Piel de Judas, una comedia escrita por Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy. Si se pregunta demasiado sobre su argumento, ella se apresura en frustrar ese intento, aunque con la simpatía Susana: "Ay, no puedo contarte. Es una mina que tiene un marido mujeriego, un personaje que va a hacer reír muchísimo. Bah, no solamente yo, sino todos. Además, la obra también tiene sus partecitas un poco melancólicas, que están buenas para que yo me luzca un poco como actriz. Ya vas a ver cuando la veas".

"Creo que la gente necesita reírse", explica Susana. "Los teatros que mejor funcionan son los que te hacen matar de risa", anticipa.

"Es una gran comedia y tengo un papel con muchos matices. Lo importante es que la gente lo pase bien y que se ría. Es un homenaje que le hago al público, porque me ven desde hace tanto tiempo por televisión y hace mucho que no me ven personalmente. Pensé que era hora de mostrarme", se planta.

Piel de Judas va jueves y viernes, a las 20.30 y sábados y domingos, a las 20 y 22.30 en el Teatro Lola Membrives, que está en Corrientes 1280. Entradas desde 500 pesos uruguayos.

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susANA GIMÉNEZPABLO GORLERO

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