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La risa a través de las vivencias

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Brieve y Chino Volpato fueron a visitar a su socio Miguel del Sel. Foto: Juano Tesone
TRÍO MIDACHI, DADY BRIEVA, MIGUEL DEL SEL, CHINO VOLPATO, FOTO: JUANO TESONE
FOTO: JUANO TESONE

El argentino vuelve a Montevideo con Dadyman

Rubén Enrique Brieva tiene claro cómo hacer reír y lo sabe. La gente lo conoce como Dady Brieva y lo recuerda, entre otras cosas, por ser uno de los tres integrantes del trío humorístico Midachi, que fundó y convirtió en un suceso gigantesco junto a Miguel del Sel y Darío "Chino" Volpato desde 1983 a 2010.

Pero también estuvo en programas de televisión como Gasoleros (1998), Agrandadytos (1998) y El sodero de mi vida (2001), que le dio su primer Martín Fierro como Mejor Actor de Telecomedia. Diez años después recibiría otro por su labor humorística en el programa de Susana Giménez.

Brieva vuelve a Montevideo para presentar Dadyman, recuerdos de barrio, un espectáculo que creó en 2011 y que desde 2012 viene haciendo girar por Argentina y Uruguay. Estaba previsto que se presentara un solo día, este viernes 23 a las 21:00 en Teatro Metro, y debió agregar otra función (sábado 24 también a las 21:00) porque las entradas se agotaron. Aún quedan entradas para el sábado en la red Abitab y van desde 990 a 1690 pesos.

En Recuerdos de barrio, Brieva transita, siempre a través del humor, algunas anécdotas de la familia, como las fiestas de fin de año que marcaron su infancia en Santa Fe. También su paso por Buenos Aires y la nueva paternidad se prestan para la risa en este espectáculo donde Brieva canta, baila, hace reír y, de paso, también se divierte.

En una entrevista telefónica antes de la presentación del fin de semana próximo, el cómico charló con El País sobre su espectáculo, dijo no sentirse un galán, contó sobre su trabajo en el cine junto a Oscar Martínez en El ciudadano ilustre, y sobre la posible vuelta de los Midachi a los escenarios. ¿Una pista? No parece que fuera posible.

Brieve y Chino Volpato fueron a visitar a su socio Miguel del Sel. Foto: Juano Tesone
Brieve y Chino Volpato fueron a visitar a su socio Miguel del Sel. Foto: Juano Tesone

—¿Volvés con el mismo espectáculo del año pasado?

—No, no es el mismo espectáculo: siempre le agrego cosas nuevas porque si no me aburro.

—Venías por un día y te quedás por dos.

—Y tal vez termine haciendo tres, porque si llega a estar la fecha libre del domingo, también meto una función. Tengo ganas de pasar el fin de semana en Montevideo. Ojalá que me pueda acompañar al menos un día La Chipi (Mariela Anchipi, su esposa desde 2012) y los chicos, porque siempre lo pasamos bien. Con La Chipi nos pusimos de novios ahí en Uruguay en 2003, y la primera vez que dejamos a los chicos fue cuando fuimos a hacer prensa, la semana pasada, a Montevideo. Por lo que esta ciudad es uno de esos mojones para nuestra familia y nuestra pareja.

—En tus presentaciones decís que sos un cronista de una época donde no hay registros. ¿Qué anécdotas te llevan a tu infancia?

—Yo trato de ejercitar el músculo de la memoria y las anécdotas son un montón. Hay cosas que trato de recordar para que me queden y no se me olviden. Fui un chico muy feliz cuando era niño. La pasé muy bien, tenía muchas esperanzas, soñé mucho, y muchas cosas se me dieron. En general es eso. Las anécdotas uno las exagera un poco para el show.

—¿Cómo fue esa infancia en Santa Fe?

—Fue una infancia muy cargada de todo. Muy fuerte y recordada con muchas aventuras. Venían las retroexcavadoras y abrían las calles para poner los caños, y para nosotros era como estar en Magic Kingdom. Así andábamos con unas bicicletas, unas tablitas y jugábamos al fútbol. En mi infancia no tenía nada, prácticamente, porque carecíamos de muchas cosas. Villa María Selva era un barrio de gente muy laburante, con muchas carencias, y yo la pasé muy bien. Creo tener el registro de que mis amigos también lo pasaron bien y no hay quejas por eso.

—¿Seguís durmiendo la siesta?

—Sí, y cuando voy a hacer prensa en Uruguay porque me llevan de un lado para otro. Si no duermo unos 20 minutos lloro, peleo y me descompongo.

—¿Es complicado ser peronista hoy en Argentina?

—Siempre fue bravo ser peronista en Argentina. Porque el peronismo es una gran amenaza para la gente que tiene poder.

—El público uruguayo te quiere y lo demuestra.

—Es recíproco ese cariño. A esta altura no quedo bien con nadie al pedo, al contrario, tengo más quilombos por ser incorrecto que correcto. Uruguay particularmente es uno de esos bastiones que van quedando, pese a los esfuerzos que se hacen, donde la palabra respeto tiene un significado, donde se respeta la palabra y la promesa. Esas cosas de antes, el pedir permiso que ustedes tienen hasta para sacarse una foto conmigo, es algo que tiene que ver con una estética que yo añoro, porque es la de antes. Y en algunos lugares de Montevideo todavía quedan esos pocos reductos.

—Ahora vas a ser abuelo de Eva. ¿Cómo te llega a los 60?

—Me mandé la macana de revelar el nombre, porque no sé por dónde "se me chispotió". No sé si se va a llamar así o no. Creo que va a ser una nena, porque después me cagan a pedos, igual yo no lo filtré. Pero la verdad es que más que ser abuelo, me emociona que mi hijo sea padre.

—Has hecho de galán en la televisión, ¿te sentís uno?

—No, me siento un tipo que pone mucha actitud para gustar, pero no un galán. Lo que se llama galán es cuando la naturaleza, o Dios, y una genética importante, hace que el hombre se quede quietito y no hace nada más para conquistar. Yo voy por el contrario, yo hago bien el amor porque soy un bagayo. Y los bagayos somos agradecidos, por eso lo hacemos bien, ese es nuestro marketing.

—¿Qué tiene un galán que vos no tenés?

—No sé, porque no lo tengo meditado. Sé que a través de la historia hay tipos que gustan más, son modas. Alguna vez fueron los metrosexuales, como David Beckham, en otro momento fueron los flacos narigones y los tipos con pancita. También, desde Woody Allen, que es un feo que se supone que tiene humor, a las minas le entran por el humor. Yo te remo cualquier cosa, pero lo de galán no. Ojo, voy mucho al gimnasio, me cuido, y nunca me hice ninguna cirugía, pero galán no me siento. Si me preguntás cuál es mi sueño, te digo: tener los abdominales de Cavani. Qué impresionante cómo le queda la remera de la selección.

—Sí, parece que hicieron la remera a propósito, para que nadie más pueda usarla.

—Claro. Atentan contra la venta de remeras, porque se la pueden poner él, el Loco Abreu, dos o tres más y nadie más.

—Has pasado por todos los medios, ¿en cuál te sentís más cómodo?

—La radio. Es una novia que descubrí de grande.

—¿Qué tiene de distinto?

—Creo que es como Montevideo: aún es un bastión dentro de lo que es el espectro de los medios de comunicación. Y Montevideo sigue guardando la magia de antes.

"Se tienen que alinear los planetas" para que vuelva a juntarse Midachi.

—Hace unas semanas te encontraste en Panamá con el resto de Midachi, ¿piensan volver a trabajar juntos?

—Nosotros teníamos que volver a vernos, lo necesitábamos, y era un gusto que nos queríamos dar. Lo tuvimos que producir porque no salía espontáneamente con las ocupaciones de nosotros. Salió, se dio, y hay una posibilidad concreta de que volvamos, pero se tienen que alinear los planetas para que eso ocurra. Por nuestra parte la posibilidad está porque estamos intactos en ese sentido.

—El humor entre ustedes se mantiene.

—Nosotros cuando nos volvemos a encontrar, sentimos que no ha pasado el tiempo. Alguna vez futurizamos (sic) cómo nos íbamos a ver de viejos, mientras nos poníamos vestidos de mujer, pelucas y delineador de ojos. "Yo ni en pedo voy a llegar a los 60 poniéndome tacos altos con las rodillas rotas", me decía Miguel del Sel en los camarines. Y ya llegamos los dos a los 60. Y esas cosas nos dan mucha gracia, porque uno planea una cosa y la vida nos lleva por otro lado.

—¿Es distinto el público uruguayo y el argentino?

—Para mí, el público uruguayo no tiene ninguna diferencia con el argentino. Más que nada con el santafecino, el de Entre Ríos o Rosario. Es una apreciación personal, igual yo no cambio nada cuando voy a un lado o al otro. Generacionalmente estamos atravesados por prácticamente lo mismo. La única diferencia que tienen ustedes, ya se las caché. Porque me vienen con el cuento de que "somos un paisito" y eso, pero yo se que ustedes son grandes hijos de puta. Y lo sé porque nosotros también apelábamos mucho a eso. Cuando llegamos a Buenos Aires decíamos "somos de Santa Fe", "somos tres negritos con guitarra", lo que siempre nos dio mucha risa.

Experiencia de hacer buen cine.

—Este año también estrenás la película El ciudadano ilustre de Gastón Duprat y Mariano Cohn. ¿Cómo fue volver al cine?

—Esta fue una linda experiencia. Fue muy bueno trabajar con Oscar Martínez. Es un tipo de tirar para adelante y conmigo ha sido muy generoso. Me ha enseñado y he aprendido mucho con él. Así que fue una linda experiencia que la hice mientras hacía televisión, radio y teatro. Fue muy desgastadora pero tuvo sus frutos, yo no desentoné, hice un buen papel, la gente me vio en otra cosa y la película fue bien recibida.

—¿Fue difícil salir del cómico?

— Yo me considero un actor, siempre he actuado. Soy cómico pero puedo hablar con los chicos de otra manera, y colocarme en otro lugar como en Agrandadytos. Puedo hacer telenovelas y creo que no desentono.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Dady Brieva. Foto: archivo El País

DADY BRIEVA

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