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"Me impiden hacer mi trabajo y me retiro"

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"Lo que más me gusta en la vida es actuar, pero ahora quiero la paz"
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Después de 53 años en escena, uno de los actores de mayor trayectoria en el teatro local deja los escenarios. Decenas de rings tones lo han interrumpido en plena función de su obra La memoria de Borges, pero el último de los celulares le costó quedarse sin letra, una suba de presión y un derrame facial producido por estrés.“La gente con los celulares no va a parar, así que me voy yo”

—¿Por qué toma la decisión de dejar los escenarios?

—Porque ya no puedo hacer una función como debo y como quiero en el momento en que suena un celular en una sala. Y los teléfonos están sonando en todos los teatros, cada vez más. Es algo propio de una minoría del público, que definiría como adictos y marginados culturalmente, pero están en todas las salas y no puedo contra ello. Y como no voy cambiar mi forma de actuación, me ganaron y me retiro. Punto.

—¿Es una decisión tomada?

—Sí, solo vamos a hacer la apertura del Festival de Teatro con Graciela Borges leyendo poemas. Pero es una lectura. Actuar, no actúo más.

—El fin de semana pasado presentó su unipersonal La memoria de Borges en la sala Antonio Larreta del Carrasco Lawn Tenis y el celular de un espectador sonó dos veces, ¿ese fue el desencadenante?

—Sí. Desde 2008 en que volví al teatro con La memoria de Borges, me pasó muchas veces, pero siempre lo superé. Esta vez me quedé en blanco, me quedé sin letra: la muerte del actor. Entonces tuve que hacer un enorme esfuerzo mental, físico y psicólogo para resucitar, para retomar el espectáculo, repitiendo algún texto incluso. Pero una vez que me sobrepuse, volvió a sonar el mismo celular. Seguí por respeto al resto del público que no tiene nada que ver. Nunca suspendí una función.

—¿Al final recriminó a ese espectador?

—Sí, terminada mi misión, al señor del celular que me impidió hacer una función como yo quería, le recriminé fuerte y violentamente su actitud. Algunos podrán pensar que me extralimité, porque en definitiva la función continuó. Pero a esas personas les preguntaría: ¿Qué pasa si un espectador me gritase? ¿O si alguien sube al escenario y me pega una cachetada? El celular cuando suena causa el mismo afecto en el actor. Miguel Ángel Solá lo calificó como una cuchillada en el corazón. Soy de carácter fuerte, es mi personalidad y me defiendo con mucha convicción cuando me siento agredido. Y un celular sonando en la sala es como una bofetada.

—¿Es verdad que luego tuvo que recibir atención médica?

—Tuve un derrame debajo del ojo. La presión me subió a 19. Un médico que me vio, me dijo: "Jones, la próxima vez el derrame puede ser adentro, en el cerebro, y si eso pasa, usted queda como una planta". ¿Eso es histeria? ¿Neurosis? Quizás, pero yo no me voy a exponer más a ese tipo de situaciones. Me bajo.

—Se dijo que en su descargo final también criticó al público de Carrasco...

—No, no dije nada de eso. Nunca hablé de diferencias entre Carrasco u otros lugares. Es más, me consta que pasa en las salas de todo Montevideo y de todo el país.

—Y el hombre del celular, ¿qué le respondió?

—No dijo nada. No pasó lo mismo con una chica que hace unos meses me pidió perdón. Y a la función siguiente volvió con su madre y les dije que aceptaba sus disculpas.

—¿Ha sentido el respaldo de sus colegas?

—No. Parece que soy el único actor que se queja de esto. No he escuchado a ninguno decir nada y me consta que a todos les ha pasado. Sí, quiero destacar el respaldo de la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay. Van a solicitar a las autoridades, no sé si la Intendencia o al gobierno, que haya una reglamentación. Todas las salas solicitan que se apaguen los celulares, pero no hay un respaldo legal para hacerlo cumplir. Si se comete esa falta, ningún funcionario está habilitado para, por ejemplo, pedirle al espectador que salga.

—Si se aprobara una norma así, ¿reconsideraría su decisión?

—Sí, en ese caso sí.

—¿Tenía previstas más actuaciones con La memoria de Borges?

—Sí, había una gira que corté. Hice solo Paysandú, Durazno y Maldonado. No la sigo.

—En las quejas que ha formulado en su cuenta de Facebook también hace foco en la falta de educación, ¿cree que hay una carencia en ese aspecto?

—Es por falta de educación, de respeto, un problema cultural. A veces me dicen que robaron en su casa y tienen que estar conectados el celular y la alarma. Yo pregunto: ¿Y cuándo están en los bancos? Lamentablemente, he comprobado que en los bancos se cumple la prohibición de no usar teléfono. ¿Por qué? Porque hay una persona uniformada que lo hace cumplir. Qué triste...

—¿Qué va a hacer?

—Lecturas, docencia. Tal vez haga dirección teatral. No sé... trabajo no me falta, ni me va a faltar. Me retiro porque me impiden hacer la obra como yo debo, generar el clima que quiero. No voy a ceder en esto porque el teatro es mi profesión desde hace 53 años y es sagrado. Es lo mismo que si durante la consagración a un sacerdote le suena el celular o si a un pastor que está predicando… Yo tampoco permito que en mi religión, que es el arte dramático, sucedan esas cosas y mucho más en esta obra de Borges. En fracciones de segundo, yo tengo que pasar de Jones a Borges y de Borges a otro personaje. Eso es lo más difícil que un actor puede hacer. Y para ello, necesito que haya en la sala una correspondencia, una relación emotiva con el espectador que es indispensable para el hecho artístico. Si no puedo conseguirlo, es dolorosísimo. Y no aguanto más ese dolor. Me voy. Me voy en defensa de lo que para mí es el acto dramático, algo sagrado y muy importante en la sociedad.

—¿De qué va a vivir?

—Yo soy jubilado; trabajé 20 años en Canal 12 y aporté. Lo mismo en la Comedia Nacional. No tengo una gran jubilación, pero me permite vivir. Yo no actuaba por necesidad de dinero. Lo que más me gusta en la vida es actuar, pero ahora lo que más quiero es la paz.

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Roberto Jones

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