El jueves último el BNS estrenó Gala de ballet IV, ofreciendo un triple programa variado, que volvió a exhibir los niveles de excelencia de la compañía. Las tres coreografías en juego permitieron al público disfrutar y emocionarse a partir de lenguajes escénicos bien diversos, de creadores de distintas geografías y modos de trabajo.

Las galas del BNS suelen tener un primer tramo más clásico, otro más experimental, y un tercero que busca formas expresivas más vinculadas con lo local. Y si bien esta nueva gala tuvo de algún modo esa estructura, las tres partes mostraron un alto nivel de singularidad.

Fue un acierto abrir el programa con una coreografía de Balanchine (1904-1983), gran maestro de la escuela rusa que marcó la danza del siglo XX, desde su trabajo en Estados Unidos. Considerado un puente entre el ballet clásico y el moderno, sus creaciones reelaboran de algún modo el lenguaje clásico, jugando y experimentando con sus formas sin hacerles perder la esencia.

Su trabajo fue conocido tempranamente en Montevideo, cuando en 1941 el American Ballet se presentó en el viejo Estudio Auditorio (donde hoy se levanta el Auditorio Nacional Adela Reta), con Balanchine como director coreógrafo. En aquella oportunidad el notable creador ruso presentó dos coreografías (Serenata y Ballet imperial), ambas sobre música de Tchaikovsky, y la primera con vestuario y decorados del pintor brasileño Cándido Portinari.

Theme and Variations (de 1847) es un trabajo bien representativo de lo mejor de Balanchine, y en ella se puede ver un catálogo de las formas clásicas desde un marco más contemporáneo. Presentada junto a la Orquesta Sinfónica del Sodre, con Martín García en el podio, esta primera parte fue de por sí un espectáculo en sí mismo. La calidad del vestuario y el juego plano de la escenografía, así como la luz especial que se consiguió concretar, hacen que ese pasaje del espectáculo sea inolvidable.

Curiosamente, la segunda parte fue Encuentros, de Marina Sánchez, que por apelar a un repertorio tanguero, se podría haber supuesto que iba a cerrar el conjunto. Sánchez (que ya se había lucido en Cuentos de la selva) volvió a mostrar gran personalidad para componer coreografías, siendo en este momento una de las figuras locales emergentes en este terreno.

Pero la coreógrafa no solamente concibió coreografías con personalidad: también ofreció una concepción escénica amplia, y bastante audacia para trabajar con los elementos escenográficos, para incluir formas y colores vistosos y significativos en el escenario. No es fácil trabajar con originalidad en la fusión de tango y ballet, y Sánchez logró andar en esa dirección con mucho carácter, ofreciendo a la vez diversión y creatividad estética. Lógico que el público aplaudió especialmente que el BNS bailara La Cumparsita (en este año que se celebra su centenario), pero más allá de eso, el conjunto de esta coreografía mereció los aplausos que cosechó, tanto por sus aspectos técnicos como emotivos.

El cierre mostró otra coreografía atrapante, en un código totalmente distinto y fuera de lo que se suele ver en el BNS. El español Goyo Montero ofreció en Chacona una obra para ocho parejas de bailarines, sobre música de Johann Sebastian Bach, y el resultado fue vertiginoso. El coreógrafo utilizó con habilidad a los bailarines (individualmente y en conjunto), concretando un enorme despliegue de energía y talento.

El público no aplaudió solamente a bailarines y coreógrafos: también los músicos, con el maestro Raúl Jaurena al frente, fueron saludados con aplausos. Una clara señal de la voluntad del BNS de integrar a los artistas de distintos ámbitos.

Programa: Theme and Variations, de George Balanchine, Encuentros, de Marina Sánchez, y Chacona, de Goyo Montero. Lugar: Auditorio Nacional Adela Reta. Fecha: Va hasta el domingo 6 de agosto, todos los días menos el lunes. Tickantel, desde $ 850 a $ 60.

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