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"El humor es como una medicina"

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Gabriela Acher. Foto: Difusión

La semana que viene la actriz y escritora Gabriela Acher llega a Montevideo para lanzar su flamante libro ¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta? (Emecé, 450 pesos), y el lanzamiento será en el Centro Cultural de España (Rincón 629), el miércoles 27 a las 19:00 con entrada libre.

"Este es mi quinto libro, y como todo estreno, representa al mismo tiempo nervios y excitación por igual", comenta la artista con El País, asegurando que no faltarán risas en el lanzamiento montevideano, al que invita la editorial Planeta.

"El punto de vista de mis libros sigue siendo el feminismo, solo que cada vez tengo más claro que me considero una cronista de mi tiempo, y que quiero seguir acompañando a las mujeres en las distintas etapas de nuestras vidas. En La guerra de los sexos está por acabar... con todos, hablaba de experiencias de las mujeres de entre los 30 y los 40 años. En El amor en los tiempos del colesterol, de las vicisitudes de los 50, y ¿Qué hace una chica como yo... se refiere a la etapa que comienza a los 60", presenta la escritora.

Montevideana, aunque con la mayor parte de su carrera en Argentina, Acher reconoce que el país vecino le dio la posibilidad de llegar con su trabajo a muchísima más gente. Sin embargo no olvida los años de su infancia y juventud en esta ciudad. "Nací en la Ciudad Vieja, y antes de la adolescencia nos mudamos a Pocitos. Recuerdo mucho el placer de poder jugar en la calle con los otros chicos, y la proximidad de la rambla, en la que pasábamos mucho tiempo con mis amigas", evoca.

"No tengo más que agradecimiento por la formación que recibí en la educación pública del Uruguay. En el Liceo Rodó tuve una profesora maravillosa que me hizo amar la literatura, y ya de adolescente me di el lujo de mostrarle mis primeros poemas a Mario Benedetti", recuerda.

No obstante su vida hoy corre por otros carriles, dentro del paisaje porteño. "Vivo en una casa en el barrio de Palermo, tengo un gatito que se llama Milo; con respecto a cocinar, soy de las que compran los huevos fritos en la rotisería".

—Contame un poco, ¿cómo cambiaron tus lectores con el tiempo?

—Tal vez al principio me leían más las mujeres, fueron ellas las que le fueron acercando mis libros a sus novios o maridos, a los que les daba curiosidad ver de qué se reían tanto. Pero ahora afortunadamente puedo asegurar que me leen todos los sexos.

—¿Qué te han dicho tus lectores que recuerdes más?

—Gracias a tus libros pude atravesar con risas todo el proceso de una enfermedad terrible. Es a lo máximo a que puedo aspirar, que un libro mío pueda ayudar a mitigar un dolor. Y no tengo ninguna duda de que es posible, porque ya hace mucho que descubrí que el humor es como una medicina. Es más, el humor es medicina en estado puro.

—¿Y cómo fue que pasaste de actriz a escritora?

—Siempre escribí, desde muy jovencita, pero no había superado la etapa de escribir para mí misma. Cuando después de Hagamos el humor —programa en el que yo escribía, actuaba, dirigía, producía y compaginaba—, me agoté físicamente, dejé la televisión. La gente me lo recriminó mucho, entonces comprendí que tenía que seguir en contacto con el público y empecé a escribir los libros.

—Tú arrancaste en "Telecataplum". ¿Cómo llegaste tan joven a trabajar en aquel equipo de grandes cómicos?

—Porque yo tenía desde muy jovencita un vínculo muy estrecho con el humor, y Jorge y Daniel Scheck, los libretistas y productores, lo percibieron inmediatamente a pesar de mi inexperiencia. Era una fanática de Telecataplum, y también de Lunes, la inolvidable revista de humor en la que ambos escribían. Yo entré en el segundo año: siempre iba a verlo al canal, me sabía de memoria casi todos sus personajes, especialmente el del Flaco Cleanto, mi preferido. Así que cuando fui a conocerlos, les recité prácticamente todo lo que habían escrito, y no tuvieron más remedio que tomarme. Siempre les estaré agradecida, porque se jugaron conmigo. Por suerte, el tiempo dio testimonio de que no se equivocaron.

—¿Cómo era técnicamente hacer "Telecataplum"?

—Cuando empecé, en Telecataplum, la televisión era en vivo y en blanco y negro. Recuerdo que tanto Charito Semblat como yo (que en ese entonces éramos flaquitas), nos poníamos un vestido arriba de otro, y nos los íbamos sacando fuera de cámara, para tener otra ropa en cada sketch. No había tiempo de cambiarse, no existía el video y por lo tanto no se podía cortar.

—¿Qué integrantes de "Telecataplum" sentías más próximos?

—Con Berugo y Charo éramos muy amigos, soy madrina de su hija María, tal vez porque pertenecíamos a la misma generación. Pasábamos los fines de semana en casa de los padres de Berugo en Las Piedras, cantando y tocando la guitarra. Fue una época muy feliz.

—¿Cómo recordás un mano a mano con Ricardo Espalter?

—A Espalter le costaba mucho retener la letra, pero era un mimo excelente, tan extraordinario que casi no la necesitaba. Sólo tenía que poner una cara, y la gente moría de risa. Aunque alguna vez me hizo sufrir porque no me daba el pie y yo no podía seguir con mi letra, aunque todo era motivo de más risa y diversión. Hacíamos un sketch en el que él era mi amante, y debajo de la mesa estaba mi esposo escuchando. Entonces él me tenía que llamar: "¡Elmira!" Y yo le contestaba: "¡Él mira y oye!". Pero nunca logré que me lo dijera. Me decía "¡Elmirucha!", y yo por lo bajo le pedía: "¡¡¡decime Elmira!!!" Y él: "¡Elmirota!". No me daba el pie y yo no podía contestarle. Hasta que nos reíamos tanto que hubo que cortar y empezar de nuevo.

—Después trabajaste con otros grandes, como Porcel y Olmedo. El cambio debió de ser grande...

—Lo único que hice con ellos fue un par de películas de Gerardo Sofovich, muy al principio de mi carrera en Buenos Aires, en las que tuve pequeños papeles. No tengo mayores recuerdos de esas experiencias, salvo que el humor de ellos era definitivamente procaz y no estaba ni remotamente a la altura del de Telecataplum.

—Tato Bores fue otro de tus compañeros de ruta...

—Un genio. Después de Telecataplum, trabajar con Tato fue de lo mejor que me pasó en la televisión. Su programa fue único, no hubo nada parecido en la historia de la televisión argentina, en cuanto a producción, a humor inteligente y comprometido. No en vano estuvo al aire durante 30 años. Durante los años que trabajé con él, sus hijos me escribieron libretos que me hicieron lucir mucho, al punto tal que gané el Martín Fierro por ese trabajo. Finalmente, el canal 13 decidió darme un programa propio, que escribí con Maitena y se llamó Hagamos el humor.

—¿Con Antonio Gasalla qué sentís que aprendiste?

—La experiencia con él fue sumamente enriquecedora, no sólo porque me dio un lugar de mucho lucimiento, sino porque él me enseñó un todo sobre teoría del teatro. Es un tipo muy formado y lo considero el mejor actor cómico de habla hispana.

—¿Qué etapa de tu carrera la gente recuerda más?

—Al día de hoy, donde vaya me piden que haga un poco de Chochi la dicharachera, que es el primer personaje que escribí para mí, cuando estaba en Comicolor. Pero también recuerdan mucho los personajes que hice con Tato, la mujer que tenía un embarazo de 30 años, ya que el hijo no quería nacer en la Argentina. Y a la inefable Doctora Diu de Hagamos el humor.

—Hoy el humor televisivo es menos ingenuo. ¿Cómo ves hoy a la televisión argentina?

—Sí, por supuesto, actualmente es menos ingenuo, pero además hoy casi no hay programas de humor en la televisión. Me gustaba más la televisión argentina de antes.

Secretos para conservar el buen humor: la bici, los amigos, la comida y bailar salsa.

"Me levanto tarde porque soy nocturna, desayuno y voy a hacer algo aeróbico: mi preferida es la bicicleta, a veces por las bicisendas de mi barrio, otras me voy a andar al Lago. A la tarde, me ocupo de los mails, los bancos, y los mil y un trámites a los que te obliga el vivir en una metrópoli como Buenos Aires", cuenta de su día a día.

"Los días que tengo función a la noche, me preparo desde unas cuantas horas antes, haciendo ejercicios para subir la voz. Siempre que puedo veo amigos, almuerzo o ceno con ellos, lo mismo con mi hijo y mi nuera. Escribo exclusivamente a la noche. Voy mucho al cine y al teatro, y una vez por semana, voy a bailar salsa", dice la humorista. Y remata: "Los judíos tenemos un vínculo especial con el humor, del que me siento una heredera. No hay que olvidarse de que es el único pueblo que ha hecho un culto de reírse de sí mismo".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Gabriela Acher. Foto: Difusión

GABRIELA ACHER

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