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Emotiva lección sobre afectos y desamparos

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Emociones: Ferrer, Lumerman, Boggan y Calderone en acción. Foto: A.Dainef.

Como en Barranca abajo, el espectador asiste al desmoronamiento de una familia, centrado en el padre de familia, que siente que entre los dedos se le va lo más querido que tiene.

Sin embargo, a diferencia de la tragedia rural de Florencio Sánchez, en este gran trabajo de texto y dirección del argentino Claudio Tolcachir, acá hay muchas víctimas, que corren igual o peor destino que el protagonista, Walter, una criatura escénica francamente convincente, desgarradora.

El teatro de Tolcachir mezcla clases sociales, y las pone en diálogo a través de personajes que saben qué es tratar con gente de otros estratos económicos. En ese aspecto, un recurso clave es el personaje de la empleada doméstica, que naturalmente articula su vida entre dos mundos. En el caso de El viento en un violín (que se vio en Montevideo un par de años atrás), la obra mezclaba personajes de dos clases sociales bien antagónicas, describiendo con precisión tipos y modismos de ricos y pobres de la Argentina de hoy, perfectamente extensibles a Uruguay.

Si bien Emilia también presenta personajes de distinta situación económica, acá no están esos seres vertiginosos, expansivos. Más bien parece haberse centrado en seres de la tradicional clase media, cuyas ambiciones y miedos quedan perfectamente retratados sobre el escenario.

Desde el punto de vista formal, quizá Tercer cuerpo, del mismo Tolcachir, fue lo más novedoso que se vio de él en Montevideo. Acá, en Emilia, puede que haya menos sorpresas formales, aunque sigue estando bien presente el talento del autor y director para armar diálogos arrebatados, llenos de fibra, en los que los personajes luchan a la vez interna y externamente. También sigue en pie la capacidad de Tolcachir para construir símbolos, como esa puerta amarillenta que destaca del conjunto de la escenografía, cargada de sentido. O la mesa, que Walter no consigue hacer entrar a la casa.

En este nuevo montaje Tolcachir ha madurado más aun su lenguaje, apostando más todavía a los aspectos emotivos del espectador. También supo trazar con maestría el perfil de su protagonista, ese Walter que el público seguramente identificó con algunas personas que conoce. Ese padre de familia oscila entre la prepotencia y el cariño, entre la necesidad de dar y recibir amor, y la necesidad de tener que ordenar, y humillar, a sus seres queridos.

El gran dramaturgo y director comienza esta ficción en el momento de la mudanza a la nueva casa, y allí reaparece Emilia, la niñera que crió a Walter, y que el tiempo la condujo a una vida de miseria. El reencuentro hace revivir en el protagonista masculino una triste imagen de su infancia, mientras siente que no tiene capacidad para mantener a su mujer a su lado.

Un quinteto de actores de mucha fibra mantuvo la acción escénica en tensión creciente, y al espectador en vilo, hasta el desgraciado final. Una vez más, el teatro porteño emociona al público uruguayo, y le marca ideas para llevar a escena. El público, donde se vio a muchos artistas locales, acudió por suerte en masa.

Emilia.

Texto y dirección: Claudio Tolcachir. Actores: Elena Bogan, Leandro Calderone, Adriana Ferrer, Francisco Lumerman, Gabo Correa - Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez - Lugar: Teatro Solís - Fecha: se presentó el sábado 2 y domingo 3 últimos.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Emociones: Ferrer, Lumerman, Boggan y Calderone en acción. Foto: A.Dainef.

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