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Cerati: la causa, el efecto y la eternidad

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"Cerati, la biografía", ya se encuentra en las librerías.
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Demasiada información hay como para encontrar el punto exacto por el cual abordar la biografía de Gustavo Cerati. También hay una dificultad evidente para despegarse sentimentalmente de sus páginas.

El 4 de septiembre se cumplió el primer aniversario de su muerte y estos días se invaden de una inevitable nostalgia, de preguntas que se atropellan en la mente, especulaciones, frases de canciones. De tristeza.

La tristeza aumenta al terminar Cerati, la biografía, el libro de Juan Morris (secretario de Redacción de Rolling Stone Argentina), un primer buen intento por reconstruir la historia de un hombre que cambió la música argentina y que moldeó el concepto de rock latinoamericano, un hombre que trascendió tiempos, espacios y metas.

¿Podría otra persona haber logrado lo que Cerati logró? Quizás. Pero parece que él hubiera nacido para ocupar el lugar que terminó ganándose. Su padre Juan José era locutor de radio; su madre Lilian Clarke tenía pretensiones de actriz y pasaba horas escuchando a Antonio Prieto con su embarazo ya avanzado. Cuando nació el pequeño Gustavo Adrián, lo bautizó atendiendo la musicalidad que generaba esa combinación de nombres, y lo escuchó llorar cada vez que Prieto cantaba en televisión. "Un reflejo animal", apunta Morris.

Una mujer que leía las manos le dijo en unas vacaciones a Clarke que su hijo iba a ser "muy conocido" en toda América Latina. Otra mujer le vaticinó al músico, durante la grabación de Fuerza natural, que en 2010 iba a dejar de cantar para pasar a un plano más espiritual. Creer o reventar: el 15 de mayo de 2010, tras atravesar América incontables veces con Soda Stereo, banda inigualable que abrió una nueva era musical en la región, y con su brillante proyecto solista, Cerati sufrió un accidente cerebrovascular.

De las biografías de estrellas de rock que circulan, si hubiera que hacer un ranking, la de Morris quedaría en un puesto alto. Benito Cerati, hijo del músico, criticó la subjetividad y tildó al periodista de oportunista. Es posible que haya cierta subjetividad, la misma que tiene este artículo; la subjetividad de personas influidas por su obra, su música, sus canciones.

De ahí a achacarle falta de veracidad, sin embargo, hay un gran paso. Sobre todo porque Morris trabajó mano a mano con Clarke, amigos íntimos y exparejas de Cerati, y ninguno de ellos salió a criticar su trabajo. Un trabajo delicado, poético, imprescindible para quienes lo admiran, o excusa ideal para quienes lo conocen poco.

Revelaciones.

Nada de lo que narra Morris en "Última vez", el capítulo que abre su libro, es novedad. En diciembre de 2010 la revista Rolling Stone publicó una nota llamada "Cerati: antes y después del colapso", en la que se reconstruyen sus últimas horas. Cinco años después, ese texto aparece prácticamente textual en la biografía; ese texto también lo firmaba Morris, lo que derriba la acusación de "oportunista".

Pero el resto de la historia sí es revelador, sobre todo el episodio final (ver recuadro). Por ejemplo, el hecho de que desde pequeño diera shows para su familia y ya hiciera notar su búsqueda de la perfección. Que corrió al coche que trasladaba a The Police por Buenos Aires en plena adolescencia para conseguir un autógrafo. Que la canción de misa que dice "Saber que vendrás/ Saber que estarás/ Partiendo a los pobres tu pan" la hicieron él y sus amigos a partir de "Blowin in the wind" de Bob Dylan". Que su primer contrato como músico fue para tocar en Uruguay, en un barcito de Punta del Este.

Es todo un descubrimiento saber que Soda Stereo firmó contrato discográfico a un mes de haber empezado a tocar. Que en apenas cinco años se transformó en el boom de América Latina. Que el trío adoptó su look de Tashi, Anastasia Chominsczyn, la adolescente que le arrebató el corazón a Cerati en sus inicios artísticos. Que la frase "poder decir adiós es crecer" la escribió Benito, con tan solo 11 años. Que Cerati fantaseó con instalarse en José Ignacio y seguir su vida de este lado del Río de la Plata.

Pasión.

A Cerati el amor se le aparecía casi como una visión. Le pasó con Tashi, con Noëlle Balfour, con Paola Antonucci, con Belén Edwards, Cecilia Amenábar (su relación más larga, madre de sus hijos y musa de la despechada "Karaoke"), Déborah Del Corral y Chloé Bello. Cruzaba miradas, se enamoraba y muchas veces se arriesgaba a pedir casamiento y proyectar una familia.

Con la música fue menos impulsivo. No le bastaba escuchar una canción para saber que estaba pronta; necesitaba aprobación, sacar los bosquejos de la computadora y pasarlos a una banda aunque ya estuvieran en un muy alto nivel, necesitaba rodearse de músicos que lo nutrieran y renovaran constantemente su energía.

Compositor compulsivo, Cerati pasó de generar músicas con la guitarra a desintegrar melodías de otros y reacomodar los átomos para generar nuevas formas; un don de pocos, con un resultado siempre óptimo. Se sumergió en un proceso de evolución constante que respondió a su inquietud permanente, lo que le permitió hacer siete discos con Soda y cinco solistas, todos con diferencias y uno mejor que otro.

Morris dibuja en su libro un perfil impresionante de un artista de igual magnitud, y obliga a preguntarse hasta dónde podría haber llegado si siguiera viviendo. Pero el público de Cerati aún crece y Cerati, como en el arte de Bocanada, respira a través de sus canciones.

Cuatro años de silencio y un disco que se volvió premonitorio.

"Limbo" es el último capítulo de Cerati, la biografía, el más difícil de afrontar. Allí aparecen detalles inéditos de los cuatro años en los que el músico estuvo en coma, que reflejan la paciencia con la que su círculo íntimo lo esperó y lo preparó para su despertar.

El 70 por ciento del cerebro de Cerati murió tras el ACV sufrido en Caracas, por lo que su recuperación era bastante más que una utopía. Aún así su madre, de avanzada edad, lo acompañó día a día; le apretó la mano y se ilusionó con el apretón que recibía de vuelta, que le recordaba que su hijo estaba ahí.

Sus amigos le llevaban música, todos los días lo vestían con remera, jeans y zapatillas; todas las tardes lo sentaban en un sillón, lo sujetaban con un arnés y le colocaban unas tobilleras que mantenían a sus músculos en movimiento. Una musicóloga y una kinesióloga acompañaron todo su proceso tratando de ayudarlo, y fue estimulado constantemente para que tragara y percibiera olores.

Cerati había fumado y consumido cocaína en exceso, hasta que sufrió una trombosis que cambió su ritmo y le avisó que no iba a ser siempre joven. Ahí comenzó a llevar una vida más sana, con mejor alimentación, más ejercicio y menos estrés. Qué le causó el ACV, exactamente, no se sabe.

El entorno de Cerati encontró en su último disco, Fuerza natural, una gran premonición sobre lo que le sucedería, fundamentalmente en la frase de la canción homónima que dice "Viajo sin moverme de aquí". Hacer el ejercicio, sin embargo, puede llevarnos a encontrar señales en toda su obra.

"Fuerza natural arranca con la idea de un viaje. Te transmite que está bueno entregarse a ese viaje y que los demás no deben preocuparse por perderte en el trayecto", dijo en una entrevista Cerati explicando su último trabajo.

Cerati, la biografía.

Argentina, 2015. Autor: Juan Morris. Editorial: Sudamericana. Distribuye: Penguin Random House. Foto de tapa: Nico Hardy. Diseño de tapa: César Pucciarello. Precio: 460 pesos.

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"Cerati, la biografía", ya se encuentra en las librerías.

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