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Aquella magia que nos llegó de Sansueña

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Eduardo Darnauchans. Foto: archivo El País

A 10 años de su muerte, su relevancia está presente en influencias y homenajes.

Dicen que Eduardo Darnauchans murió mientras le leían a Borges. Tenía 53 años y una carrera de casi 30 en la que realizó un aporte único a la música popular uruguaya: combinó influencias diversas en un producto tan cercano al rock como al folclore, a la canción popular latinoamericana y a la experimentación. Al igual que Eduardo Mateo es un artista más mencionado que escuchado, pero, como aquel, deja un cancionero con aportes sustanciosos al acervo nacional.

El 7 de marzo se cumplen 10 años de su muerte y a pesar de que nunca fue un artista popular (aunque tiene hits como "Memorias de Cecilia" o "El instrumento"), su influencia está muy presente en la fecunda corriente actual de cantautores de Uruguay. En 2015, el espectáculo en el que Fernando Cabrera interpretaba canciones de, justamente, Darnauchans y Mateo (lo repitió el año pasado) se convirtió en un éxito y en un disco. Sirvió para reforzar el vínculo con un público que, una vez que descubre su obra, tiende a serle leal.

Ahora, los 10 años de su fallecimiento serán motivo de un encuentro de músicos (de aquellos que lo acompañaron y de aquellos a los que influyó) este jueves 2 de marzo en el Teatro Solís. El espectáculo se llama LQQD (o sea "lo que queda demostrado"), protocolo científico que refiere a aquella canción, una de las más lindas, que empieza con un deseo incumplido: "qué te vas a haber muerto, es de mentira, es un juego, es una broma, es un cuento más".

Editorial Planeta, además, acaba de reeditar Memorias de un trovador. Conversaciones con Darnauchans de Nelson Díaz, que recoge la versión oficial de su vida. En 1993, se había editado Los espejos y los mitos, una larga entrevista de Tabaré Couto.

Gran parte de la obra del Darno —tal la familiaridad amistosa con la que aún lo refieren sus seguidores— está en Spotify y en Mus. Actuaciones en vivo se ven en YouTube.

Como sus tempranas influencias —el estadounidense Bob Dylan y el canadiense Leonard Cohen, el francés hoy olvidado Antoine—, Darnauchans fue un artista convencido de la capacidad de la música y la poesía como plataformas para expresar sus cuitas personales. Como ellos, fue una personalidad única y un solitario guía de su universo personal.

"Ya no soy del norte, de dónde seré", decía en "Resumen", una de sus tantas canciones autorreferenciales. Y sí, había nacido y crecido en Tacuarembó pero fue un personaje típicamente montevideano. Tacuarembó, claro, está en sus años de formación principalmente gracias a un profesor de literatura llamado Washington Benavides, que resultó poeta, comunicador y mentor de una generación.

Fue en aquel norte (junto con Eduardo Larbanois, Numa Moraes, entre otros) que este hijo de médico descubrió, primero, el valor de la poesía, y luego la maravilla de su combinación con la sensibilidad arrolladora del rock and roll, principalmente a través de Los Beatles y Dylan, para quien abriría el show en el Cilindro en 1991 y a quien dedicaría, por lo menos, dos canciones. Su influencia estaría citada incontables veces en su obra. En "Cuando escucho una canción de los Beatles", explicitó su otro amor, pero era un enamoradizo musical serial: en su obra hay citas a Caetano Veloso, Donovan, la canción española y Daniel Viglietti, entre otros.

Fue un militante de la canción, ese arte siempre complejo que dominó con una pericia que él solía admirar en otros.

Darnauchans editó siete discos en 30 años de carrera, un corpus pequeño. En eso puede haber incidido la prohibición durante la dictadura (se había afiliado a la Unión de Juventudes Comunistas en 1968 y era un feligrés convencido), sus problemas de salud, líos personales y que nunca fue un gran vendedor ni de su obra ni de sí mismo. Muchas veces ser una leyenda —y ese estatus se le aplicó siempre— no es necesariamente rentable. Su pose de dandy maldito y tristón, y una tendencia hacia cierto exceso completaron su figura pública.

En esos siete discos (y en decenas de grandes canciones) hizo aportes que le valieron uno de los lugares más destacados en la música popular uruguaya. Aunque es anterior, integra la generación de 1976, aquella de Fernando Cabrera, Leo Maslíah, Los que iban cantando, en uno de los momentos más fermentales de la música nacional.

En esa discografía y en sus presentaciones en escena, Darnauchans armó un complejo entramado de influencias que lo hacían sonar a la vez como un crooner melancólico, un trovador medieval, un rockero gastado, un folclorista moderno, un poeta bohemio o un adolescente disfrutando de su travesura. Su presencia en escena —de una elegancia modesta pero orgullosa— era concentrada y, en vivo, generaba esa suerte de magia que solo aportan unos pocos. Verlo y conocerlo era toda una experiencia. En lo personal, verlo a comienzos de los 80 en sus escasas presentaciones en vivo, era una experiencia conmovedora para el adolescente que uno era.

Su influencia es también la de una postura ética: la del artista comprometido con su obra, más allá de coyunturas, méritos y merecimientos. Y esos son lo que nunca deben faltar.

Tres discos fundamentales.

Sansueña -1978.

Después de dos discos juveniles (Canción de muchacho y Las quemas), consigue acá su primera gran obra. Con arreglos de Jorge Galemire canaliza influencias en un producto personal con canciones como "Final", "Cápsulas", "Ni siquiera las flores", "Miente", "Memorias de Cecilia" y, quizás, su mayor éxito, "El instrumento". Una joya.

Zurcidor - 1981.

A 35 años de editado, este disco con tapa de Fidel Sclavo no pierde el encanto. Hay canciones bellísimas como "Pago" (un homenaje a su padre), "Resumen", "Como los desconsolados", "Balada para una mujer flaca", "No existe" y "Tristezas del zurcidor" en arreglos que se arriesgan sobre los territorios habituales del Darno.

El Ángel azul - 2005.

El último disco de canciones inéditas, editado a 15 años de distancia del anterior, lo encontraba en plena forma. Con una banda que incluía jóvenes como Guzmán Peralta, Alejandro Ferradás y Shyra Panzardo, hay una cosa más rockera llena de referencias personales. Un discazo quizás no tan escuchado en su momento. Una hermosa despedida.

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Eduardo Darnauchans. Foto: archivo El País

EDUARDO DARNAUCHANS

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