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"La sociedad porteña es muy apasionada y extrema"

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Jorge Marrale. Foto: Ricardo Figueredo

El destacado actor argentino recibió un tributo uruguayo a su trayectoria.

Es uno de los grandes actores argentinos de su generación, y su talento ha sido disfrutado también por los uruguayos, a través del cine, la televisión y el teatro, en una larga lista de títulos que se remontan hasta los años 70. Y días atrás fue objeto de un homenaje por parte de los gestores de cine uruguayos, que en el marco del festival Piriápolis de Película, el sábado 5 en el Argentino Hotel de Piriápolis, le rindieron tributo a su trayectoria.

"Yo tengo un reconocimiento particular al pueblo uruguayo, yo estoy marcado desde que me inicié en la actuación, sobre todo en el teatro, de venir siempre a Uruguay. Me acuerdo que con la primera pieza en la que yo empezaba, Dulce pájaro de juventud, de Tennessee Williams, vine acá a Uruguay. Y siempre el público uruguayo me ha considerado en alta estima", afirmó el actor porteño al recibir este homenaje oriental a su trayectoria.

Con un tono serio que le ha servido mucho para interpretar a todo tipo de villanos, Marrale empezó a estudiar Ingeniería, hasta que un día encontró su vocación cuando vio a Vittorio Gassman en El hombre de la flor en la boca. Entonces dejó la facultad y entró al Conservatorio de Arte Dramático, de donde egresó con uno de los mejores promedios, situación que le permitió formar parte de la Comedia Nacional en el Teatro Nacional Cervantes. Desde entonces, este hombre que hoy tiene 70 años se ha lucido en los más diversos papeles, aunque se carrera se hizo especialmente popular desde los años 90, con su participación en éxitos como Alta comedia o Vulnerables. A Montevideo vino como actor de teatro repetidas veces, trayendo desde Pequeños crímenes conyugales (que hizo junto a Mercedes Morán), hasta El juego del bebé, con Norma Aleandro. Era natural que recibiera un homenaje desde este lado del río.

—Interesante la serie Estocolmo. ¿No deja una imagen muy dura de la prensa?

—Sí, un poquito. Pero eso es lo que tiene la ficción. Mi personaje, ese tipo con un pasado oscuro, que maneja todo un canal de televisión, describe creo todo un mundo de la televisión, de ese periodismo muy particular, que a veces chorrea un poco de sangre. Me parece que está bueno mostrar las entrañas de todo eso, que no escapa tanto a determinadas realidades. Me encantó hacerla: a la gente de Netflix también le gustó y creo que es una serie que tuvo una producción muy lúcida, con una historia muy atractiva y loca. Me parece que ahí es donde tenemos que apostar, y no me refiero solo a Netflix, sino a ese tipo de ficción que tiene tantos puntos atractivos.

—Hace poco usted dio la última función en Buenos Aires de Nuestras mujeres. ¿Hoy no es tan fácil que una obra de teatro suya venga a Uruguay?

—No, no es tan difícil: creo que con Nuestras mujeres no vinimos porque la escenografía era enorme, y trasladarla hubiese sido muy costoso. Cuando llevamos la obra a Lima y a Santiago de Chile, ellos construyeron la escenografía, solo para hacerla una semana en cada lugar. Tampoco pude venir con Elegidos, que hice con Benjamín Vicuña, porque a veces no se dan los tiempos. La construcción de una gira es bastante compleja. Pero si llego a hacer una obra como la que planifico para el año que viene, creo que con esa obra seguro que venimos.

—¿Y en cine qué planes tiene?

—Hay algo, que si se cuadra el crédito, por ahí en noviembre pueda estar filmando algo en Buenos Aires. Es una historia marginal, con un guión muy interesante. Pero depende mucho de cómo se agilice el trámite burocrático para conseguir el crédito. Pero tampoco tengo mucho más. Hay un poco de merma en este momento en Buenos Aires. Supongo que será transitorio, hasta que se acomoden las cosas. Estamos un poco preocupados por eso. Ojalá volvamos a tener una producción cinematográfica constante, sostenida. Hay buenos actores, buenas ideas, y el cine argentino conquistó un lugar en el mundo. Y ese lugar no hay que perderlo.

—A usted más de una vez lo han convocado para hacer el papel de psicoanalista. ¿Qué siente que despierta para que lo llamen para ese rol?

—Sí, lo hice varias veces. No sé, quizá sea por dar una imagen confiable. Uno cuando se mete con un analista quiere confiar, necesita confiar. Eso apareció por primera vez con Vulnerables, a fines de los 90. Creo que para la televisión argentina fue una experiencia: a veces dicen que hubo un antes y un después de Vulnerables. Y fue Adrián Suar quien dijo que yo podría hacer al psicoanalista. Por otro lado, yo soy un hombre que hace análisis hace mucho tiempo, y todo lo que tiene que ver con el mundo del conocimiento del otro, me parece esencial, también como actor. En la lectura de un libreto, de un personaje, lo que no se dice es fundamental. Y el analista hace también un poco eso.

—Y luego acá en Montevideo participó del rodaje de la miniserie Historias de diván...

—Claro, hace unos cuatro años, sobre el libro de Gabriel Rolón, una serie de historias interesantísimas, y pedagógicas para la gente, tomadas directamente de las terapias. Hicimos en Montevideo una movida muy importante, con grandes trabajos de actores uruguayos y argentinos. Y descubrí acá en Uruguay una serie de técnicos maravillosos.

—El porteño tiene una fascinación por esa cosa autorreflexiva del psicoanálisis, y a su vez es muy apasionado...

—Sí, todos somos un poco así. Creo que la sociedad porteña es una sociedad muy viva, muy apasionada, muy extrema. También es una sociedad en la que nos mezclamos todos, más allá de las clases y las ideologías. Es una sociedad muy proactiva, que nunca está quieta. La porteña es una sociedad muy crítica, y allí también hay quizá un grado de insatisfacción también expuesto. Pero en ese sentido somos verdaderos: no ocultamos demasiado nuestras miserias ni nuestros logros. Es una sociedad que siempre está buscando trascenderse. Yo he crecido en esa sociedad, me he alimentado de ella: a mí siempre me acciona mucho Buenos Aires.

—Usted es de Barracas, ¿qué le dio ese barrio?

—Sí, al sur de Buenos Aires. Se llama así por las barracas de lana, cueros, yo eso lo recuerdo. El chico que tengo yo dentro, que todavía lo tengo bastante vivo para la creación como actor, es el que se crió ahí. Ahí me eduqué: yo me crié en la calle, como todos los amigos. Claro que la calle era otra. A lo sumo había que cuidarse de que no cayera el auto de la policía cuando jugábamos a la pelota en la vereda. Era una infancia muy distinta a la de hoy: la calle era segura.

—¿Un actor tiene que adaptar su modo de actuar al paso del tiempo?

—El tiempo es una fantasía a veces. A veces me parece que sucedió ayer, que yo estaba en el conservatorio entusiasmado con mis clases. Y hoy me hacen acá en Uruguay un reconocimiento a la trayectoria. El tiempo es como un cubilete que lo tirás y caen recuerdos, ansias, fantasías, deseos. Pero soy afortunado: siempre me han elegido para cosas, en general, interesantes.

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Jorge Marrale. Foto: Ricardo Figueredo

JORGE MARRALE

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