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"Esta película rompió mitos"

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El equipo de esta película aún sigue recorriendo el mundo. Foto: Difusión

Charla con uno de los directores de El ciudadano ilustre que se estrena hoy.

El ciudadano ilustre es la sexta película que dirigen Gastón Duprat y Mariano Cohn, y la tercera con guión de Andrés Duprat. Premiada en festivales internacionales, un éxito de facturación y ventas internacionales, también puede tomarse como una confirmación de cómo el cine argentino logró recomponer su relación con el público local, que desde hace un par de años eleva a un puñado de producciones a taquillazos. Este dúo (o trío) viene haciendo de las suyas desde que en la década de 2000 lanzó en la pantalla chica programas como Televisión abierta y Cupido. Transgresores, le dieron un nuevo uso a algunos de los clichés más gastados y feos del medio (como los locutores con entonación radial o las escenografías kitsch). Además, sacaron la cámara del estudio para transportarla a la casa de todo aquel que quisiera decir algo. Los cinco minutos de fama nunca fueron más democráticos. La popularidad momentánea llegaba a tu puerta como un delivery. El reconocimiento los llevó a dirigir la Televisión Pública, pero ante las presiones políticas decidieron dejar su verdadera pasión para hacer cine. Llegaron con la frente en alto, con películas como Yo, presidente (2006), El artista (2008), El hombre de al lado (2009), Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011) y Living Stars (2014). Su obra es una digestión de esas muletillas televisivas aplicadas a un conflicto que se mantiene film a film: una mirada y postura snob enfrentada a lo provinciano, barrial, "grasa". Esto los convirtió en autores de una cinematografía descarnada, novedosa y polémica. Aquí habla con El País Gastón Duprat.

—Esta historia sucede en Salas, un pueblo con 234 habitantes. Usted es de Bahía Blanca, otra ciudad pequeña.

—Pero a mí me tratan bien, no me pasa como el personaje.

—¿Es una celebridad local?

—Quizás ahora lo sea debido al éxito de la película, por ahí me condecoran como Ciudadano Ilustre y todo. Siempre nos interesó ese síndrome de las ciudades pequeñas con sus hijos que triunfaron en el mundo, qué sucede cuando vuelven, para bien y para mal. Se les pide cosas solo por ser famosos, que sean de una manera y no de otra, que tengan ciertas conductas en la vida, se les atribuyen obligaciones.

—¿Cómo madura una idea hasta convertirse en película?

—Lo que hacemos es trabajar muchísimo el guión, ahí también metemos las decisiones de producción y de dirección, es decir, que hacemos todo en un mismo paso. Para que te hagas una idea, pasamos cinco años trabajando en el guión y la versión que filmamos fue la número 83.

—¿Qué es lo que le obsesiona?

—Todos los detalles, los textos, y ponemos mucha dedicación en cada uno de los actores, hasta en los más pequeños.

—Asombra la variedad y las particularidades del casting, ¿trabaja con no actores?

—Todos son actores: es gente que ha ensayado muchísimo para su pequeña línea. Es que queríamos evitar un problema que se suele ver en el cine latinoamericano, que es que muchas veces los protagónicos están muy bien, pero hay un descuido con el resto de los roles.

—Esta película consagra definitivamente a Oscar Martínez.

—Tenerlo como protagonista fue una decisión que tomamos hace años, antes de Relatos salvajes y de que estuviera de moda. Hacía mucho que no filmaba, y nunca había tenido un buen rol para mostrarse. Entonces fue una apuesta, porque para una película tan grande te piden un actor taquillero y acá taquilleros hay dos o tres, y Martínez tenía prestigio y calidad pero no era uno de ellos. Lo defendimos a capa y espada, porque los productores nos pedían caras televisivas.

—Suele convocar a figuras de la televisión para actuar y por lo general logra un desempeño sobresaliente. Esta vez fueron Dady Brieva y Andrea Frigerio.

—A Dady lo perseguimos para que aceptara un papel no protagónico, aunque para mí esa diferencia no existe. Y complementamos con Andrea, que daba con el perfil porque además de una excelente actriz necesitábamos que no tuviera cirugías estéticas y aceptara aparecer sin maquillaje, con canas agregadas y de zapatillas.

—Dijo que varias decisiones de dirección tienen que ver con cuestionar los géneros.

—Es que filmamos la ficción como si fuera documental. Esa es una de las razones que hacen a la película ser tan inquietante, porque lo que sucede parece real, no se ve una puesta en escena sino que simula ser robado. Esto tiene que ver con la manera de filmar, de encuadrar, de fotografiar. Es algo descarnado que se enfrenta a lo prefabricado. Mezclamos todo, no creemos en categorías viejas de ficción por un lado y documental por otro.

—Con esta metodología, ¿cómo es la dirección de actores?

—Muy difícil. Necesitamos grandes actores ya que son todas escenas largas sin cortes. Hay muy poco para resolver fuera del rodaje y las escenas tienen que ser perfectas y las performances actorales también. A mis actores no los puedo ayudar con el montaje, así que tienen una responsabilidad grande, pero también el beneficio de un gran lucimiento.

—Unos años atrás me dijo que no se sentía cineasta, ¿y ahora?

—Ahora lo somos. Lo que pasa es que defendemos a la tele dentro del mundo del cine, porque hay mucho olor a naftalina ahí, no la entienden, no la valoran, creen que es algo malo hasta que ven series norteamericanas.

—Algunos críticos los acusan de ser crueles, de reírse de los personajes y no con ellos, ¿le molesta?

—En absoluto, porque una película puede decir lo que quiera. El propio personaje de Daniel Mantovani lo dice: si uno tiene que ser correcto con lo que dice en una película entonces no habría thrillers con asesinatos. Es una discusión vieja que está instalada en la corrección política.

—Y ese es el conflicto de su cine.

—Los que dicen eso son unos "progre" con dinero, que sienten que tienen la atribución de dictaminar qué es popular y qué no, y qué debe ver una persona de lo popular y qué no. La respuesta es que batimos récord de taquilla en los sectores más populares de Argentina. Hicimos caer un preconcepto según el cual para ser taquillero hay que tocar tal o cual tema y debe actuar tal o cual actor. También cayó el mito de que a las películas premiadas no las va a ver ni la familia del director en las salas locales. Todo eso, con El ciudando ilustre, lo rompimos.

Un equipo premiado que no se detiene.

El más importante de los premios que consiguió El ciudadano ilustre es la Coppa Volpi al Mejor Actor para Oscar Martínez en el Festival de Cine de Venecia. El equipo de esta película aún sigue recorriendo el mundo acompañando su estreno en salas comercial, tarea que coordina con la difusión de otro largometraje que se encuentra promocionando. Se trata de Todo sobre el asado, un film "salvaje" en el que vuelve a mezclar géneros. Esta película se ríe de la solemnidad del cine culinario, prescinde de los chefs y le da la palabra a un grupo de asadores.

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El equipo de esta película aún sigue recorriendo el mundo. Foto: Difusión

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