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Un Papa convertido en el santo más perfecto

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A pesar de la diferencia física, Grandinetti hace una buena interpretación del Papa.

Jorge Bergoglio es "el papa Francisco" desde 2013 y ya a fines de 2015 se estrenó una película sobre su vida. Más exactamente desde que se convierte en cura hasta que lo eligen como Sumo Pontífice.

Esos dos años de distancia entre el hecho y la película parecen muy poco para tomar perspectiva, más teniendo en cuenta que su papado recién comenzó y que le queda mucho por hacer.

Esa contemporaneidad es la responsable de la mayor parte de los desaciertos de Francisco: El Padre Jorge. El más grande ellos es la imagen perfecta y casi santa que se pinta. Bergoglio es humilde, inteligente, fuerte y sincero. Está del lado de los pobres, no tiene miedo en enfrentarse a la dictadura, perdona a quienes lo traicionan, no desea la fama ni el poder.

Probablemente todo eso sea verdad, pero en cada historia hay matices y en esta película escrita y dirigida por Beda Docampo Feijóo no los hay. Esa imagen de santo se repite una y otra vez hasta que quedan clarísimas las convicciones del Papa y se termina de convencer al espectador de la gran persona que es.

Por esa misma falta de distancia temporal no se mencionan aspectos de la política argentina, más concretamente la desacreditación que sufrió por los Kirchner en su momento. Hacerlo sería bastante polémico y polémica no es lo que busca esta película.

Pero obviando esa constante beatificación, Francisco: El Padre Jorge tiene buenos momentos. Narrada a través de la mirada de una periodista ficticia llamada Ana (inspirada en Elisabetta Piqué, autora del libro Francisco: Vida y revolución), lo que permite poder ver la evolución de Bergoglio a través de encuentros esporádicos. Aunque, por otro lado hace más difícil el tratar de entender qué pasa por la cabeza de Bergoglio, se crea una distancia que acentúa aún más esa idea de beatificación que se transmite.

Al principio una guía le habla a Ana y su hija sobre la infancia y juventud del futuro Sumo Pontífice. Así se muestra Buenos Aires en la década de 1950, muy bien ambientada y un joven Jorge que da sus primeros pasos hacia la vida religiosa. Es el momento en el que se lo ve más humano, por momentos indeciso, enamorado, triste. El encargado de interpretarlo en esa etapa es Gabriel Gallichio, que logra captar la frescura y simpatía que caracterizan a Bergoglio.

Luego lo pasa a encarnar Darío Grandinetti, que ya tiene experiencia en el tema de las biopics: fue Pablo Neruda, Juan Manuel Fangio, Carlos Gardel y Haroldo Conti. A pesar de que por su físico no era una opción obvia para encarnar al Papa argentino, Grandinetti da una interpretación sólida pero que por momentos se siente muy fría en comparación a la imagen del Jorge real y del trabajo que hace Gallichio. Eso se nota sobre todo en que en toda la película, Grandinetti rara vez se ríe.

Francisco: El Padre Jorge es entretenida y sortea con cierta elegancia la dificultad de que el público ya sabe qué sucedió. Aunque en algún punto se vuelve demasiado idealista como para ser cierta. Y ahí más que una biografía es una agiografía.

SABER MÁS

Francisco: El Padre Jorge (***)

Dirección: Beda Docampo Feijóo. Con: Darío Grandinetti, Gabriel Gallichio y Silvia Abascal. Guión: Beda Docampo Feijóo y César Gómez. Basada en: Francisco: Vida y revolución de Elisabetta Piqué. Dirección de Fotografía: Kiko de la Rica. Producción: Pablo Bossi y José Ibáñez. Música: Federico Jusid. País: España y Argentina.

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A pesar de la diferencia física, Grandinetti hace una buena interpretación del Papa.

CRÍTICAALEJANDRA PINTOS

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