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Catástrofe: el mundo que empieza a temblar

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"El género expresa sin duda temores que la gente carga a nivel no muy consciente"

La falla de San Andrés es una gran depresión de terreno, de más de 1.200 kilómetros de largo, que recorre de norte a sur el Estado norteamericano de California y llega a México. Es una zona inestable, donde se producen con cierta frecuencia terremotos de considerable magnitud.

Los geólogos prevén que se irá ampliando con el tiempo, y que en cincuenta mil años la península de Baja California se convertirá en una isla.

Hay menos previsiones a corto plazo acerca de lo que puede ocurrir con la falla, aunque desde hace años circula una creencia popular acerca de "El Grande", el más devastador de todos los terremotos, que un día u otro podría destruir toda California y mucho más allá. Quienes saben del tema afirman que eso es una leyenda urbana (o rural, o lo que sea), pero vaya uno a convencer a los creyentes.

Y de todos modos, es buen material cinematográfico. Mañana se estrena Terremoto: La falla de San Andrés, película protagonizada por Dwayne "The Rock" Johnson y dirigida por Brad Peyton que supone que El Grande se ha producido finalmente. El protagonista, piloto de helicópteros, deberá trasladarse desde Los Angeles a San Francisco, haciendo frente a toda clase de peligros, para rescatar a su hija que ha quedado atrapada en medio de la catástrofe. Además de Johnson actúan en el film Alexandra Daddario, Carla Gugino, Ioan Gruffudd, Art Parkinson, Todd Williams, Natalie Stephany Aguilar y Kylie Minogue. Por alguna razón no suficientemente explicada, se requirió de la colaboración de seis libretistas (Allan Loeb, Carlton Cuse, Carey Hayes, Chad Hayes, Jeremy Passmore, Andre Fabrizio) para escribir el asunto.

Antecedentes.

No es la primera vez que la falla de San Andrés crea problemas en el cine: fue también el origen del cataclismo narrado en Terremoto (1974), película dirigida por Mark Robson y poblada por un multiestelar elenco que incluía a Charlton Heston, Ava Gard- ner, George Kennedy, Geneviève Bujold, Lorne Greene, Richard Roundtree, Walter Matthau, Marjoe Gortner, Barry Sullivan, Lloyd Nolan y varios más. Esa fue una probable culminación de un género, el cine catástrofe, que inundó las pantallas durante los tempranos años setenta, antes que Encuentros cercanos del tercer tipo y La guerra de las galaxias (ambas de 1977) orientaran al cine de gran espectáculo hacia el formato de la ciencia ficción.

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Naturalmente, hubo catástrofes en el cine antes de esa época, y un arqueólogo con vocación por la prehistoria puede recoger una Erupción del Mont Pelée, acontecimiento real ocurrido en 1902, que el pionero de los efectos especiales Georges Mélies reconstruyó en estudios usando miniaturas, o los malos humores del volcán Etna en Cabiria, superproducción histórica rodada en 1914 por el italiano Giovanni Pastrone con trucajes proporcionados por el catalán Segundo de Chomón.

Hay que avanzar un poco en la historia del cine para encontrar películas en las que una catástrofe, natural o provocada por el hombre, se convirtió en el principal eje narrativo de la historia. Si se admite que el género sirve para canalizar los temores ocultos en el inconsciente del público, puede no ser casual que haya tenido una primera floración (contemporánea con el auge del ciclo de terror de la empresa Universal) en el Hollywood de los años treinta. Una lista incompleta debe incluir la versión de Los últimos días de Pompeya que Ernest V. Schoedsack rodó en 1935, descargando todo el furor del Vesubio sobre el elenco encabezado por Preston Foster, y no puede saltearse tampoco San Francisco (1936) de W. S. Van Dyke, con Spencer Tracy y Clark Gable, o En el viejo Chicago (1937) de Henry King, con Tyrone Power, que terminaba con el enorme incendio que casi destruyó la Ciudad de Los Vientos, o incluso Huracán (1937) de John Ford, donde importaba no sólo el cataclismo sino también los personajes que lo sufrían, y que sirvió, entre otras cosas, para lanzar a una jovencísima estrella llamada Dorothy Lamour. Después vino la Segunda Guerra Mundial y no hizo falta apelar a terremotos, huracanes o incendios para llenar de calamidades la pantalla.

Es significativo que el género haya insinuado su retorno al filo de los años 70. Es probable que el primer ejemplo de importancia a nivel industrial haya sido Aeropuerto (1970) de George Seaton, con Burt Lancaster, Dean Martin y un montón de pasajeros en peligro. La fórmula se repitió en varias secuelas en las que se perdieron a casi todos los actores originales, aunque George Kennedy seguía estando cerca.

Explicaciones.

Aquí llega el momento de hacer un poco de sociología (y acaso psicología) de bolsillo. El nuevo auge del género coincidió con las turbulencias internas generadas en los Estados Unidos por la guerra de Vietnam, que terminaría en la derrota de 1973. Una parte del cine de la época (los Hopper Scorsese, Schlesinger, Coppola y otros) adoptaron poses inconformistas. El "cine catástrofe" buscó otro público: amenazas despolitizadas que forzaban a un grupo heterogéneo a unirse y enfrentar la situación, que podía ser horrible, pero donde al final triunfaban el esfuerzo solidario y la esperanza.

El nombre con el que hay que conectar a ese cine es sobre todo el del productor Irwin Allen, que en televisión estuvo detrás de series como Viaje al fondo del mar, Perdidos en el espacio y El túnel del tiempo, y en la gran pantalla impulsó el naufragio de La aventura del Poseidón (1972) y su secuela (1979), el colosal incendio de Infierno en la torre (1974), el ataque de abejas asesinas de El enjambre (1978) y la erupción volcánica de Al filo del tiempo (1979). Hacia el final de la década, los Lucas y los Spielberg dominaban la escena y la fórmula (reiterativa, convencional, llena de clisés) pareció envejecida y deslustrada, aunque la industria trajera al sueco Jan Troell para hacer una nueva versión de Huracán (1979) que pasó sin pena ni gloria.

Entre el conflicto y la simple estadística.

En el popular sitio web IMDB, algunos usuarios que aún no han visto Terremoto: la falla de San Andrés se han apresurado a afirmar que el film era una copia de 2012, la película de Roland Emmerich sobre una catástrofe global, y alguno aún más despistado ha preguntado incluso si la nueva película ha sido dirigida por Emmerich. La respuesta es no.

En todo caso, los libretos de las dos películas se cruzan solamente en una zona: en ambas hay un cataclismo en California, y como en casi toda película de Emmerich hay un personaje que lucha por su familia. Solo que en 2012 pasan también muchas otras cosas, incluyendo una suerte de "arca espacial" que deriva más bien de la producción de George Pal Cuando los mundos chocan (1951), dirigida por Rudolph Maté. De hecho, a lo largo de su carrera, Emmerich ha copiado a todo el mundo.

Otra cosa que ha molestado es el ángulo familiar (un padre busca a su hija, mientras a su alrededor muere medio planeta sin que a nadie le importe), pero cabe razonar que se trata, inevitablemente, de una convención hollywoodense. Una persona en peligro es un drama. Un millón de personas en peligro son simplemente una estadística.

CATACLISMOS DEL PASADO

La Aventura del Poseidón - Estados Unidos 1972

Una ola gigante da vuelta, literalmente, el barco del título, y un puñado de sobrevivientes liderado por Gene Hackman busca una salida casi imposible. Tuvo una secuela en 1979 y una "remake" en 2006.

Infierno en la torre - Estados Unidos 1974

La irresponsabilidad empresarial provoca una conflagración en un rascacielos, poniendo en riesgo al multiestelar elenco encabezado por Paul Newman y Steve MacQueen. Había varios otros famosos.

Terremoto - Estados Unidos 1974

La falla de San Andrés ya fallaba hace cuarenta años, y una de las consecuencias fue esta película protagonizada por Charlton Heston. Se la vio (y oyó) en el sistema Sensurround, que hacia mover a la platea.

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