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Una voz a seguir

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Jhumpa Lahiri. Foto: Liana Miuccio
Liana Miuccio

Transparencia, claridad expositiva, resoluciones sin golpes de efecto y el uso cauto de digresiones leves, en un mundo de protagonismo mayormente femenino.

EN EL año 2000, el libro de relatos El intérprete del dolor (1999) ganó el Premio Pulitzer. Su autora, que podría pasar por una clásica belleza india en cualquier parte, era desconocida más allá de haber publicado algunos cuentos en distintas revistas y haber obtenido un máster en Escritura Creativa en alguna prestigiosa universidad estadounidense. Su nombre es Jhumpa Lahiri y ese libro debut fue reeditado en 2016 en español. Le siguieron las novelas El buen nombre (2003) y La hondonada (2013) y los relatos de Tierra desacostumbrada (2008). Por su calidad literaria Lahiri se suma a una larga lista de escritoras mujeres que desde la narrativa breve vienen reacomodando el mapa y el territorio de la ficción anglosajona en los últimos años, algunas como voces constantes y otras como descubrimientos tardíos (A.M. Homes, Alice Munro, Joyce Carol Oates, Lucia Berlin, Lorrie Moore, Cynthia Ozick, Amy Hempel, Mary Robison). Por sus orígenes —nacida inglesa pero de padres bengalíes—, por su educación estadounidense, y por sus elecciones —casada con un periodista guatemalteco con el que vive en Italia—, Lahiri tiene una posición privilegiada para llevar al papel las vidas siempre interesantes de la gente que emigra, que transita entre diferentes culturas y se mueve de lugar no solo geográficamente.

EMIGRANTES.

Nacida en 1967 en Londres y criada en Rhode Island adonde sus padres se trasladan cuando tiene dos años, el origen indio de Jhumpa Lahiri destaca como una marca de color en su literatura. Los nueve cuentos de El intérprete del dolor hablan de emigrantes, sea de primera o segunda generación, gente atada a dos continentes, a distintas maneras de encarar la vida, la religión, la sexualidad, el trabajo, la gastronomía, etc. Tratan sobre sus conflictos de identidad, pertenencia y comunicación. La mayoría de los personajes proviene o desciende de un mundo exótico a ojos occidentales pero cuyo exotismo es simple y transparente. El país que los recibe, en cambio, es un universo de diversidad que los moldea y aunque las mujeres sigan pintándose la señal del casamiento en la frente, algo tan o más poderoso que el mandato ancestral se infiltra en las relaciones. Aquí hay matrimonios concertados cuya imposición se respeta pero también una variada gama de amantazgos, desavenencias y finales.

Estos relatos podrían dividirse, en cuanto a su impacto y temática, en aquellos que privilegian la descripción de situaciones sociales dramáticas (la mayoría ambientados en India) y los que abordan asuntos sentimentales (ubicados preferentemente en ciudades estadounidenses).

En "Un durwan de verdad" la protagonista es Boori Ma, una mujer pobre y vieja que limpia un edificio a cambio de poder dormir en los zaguanes. No llega a ser una portera en serio y tampoco el edificio es de categoría. El relato muestra su progresivo deterioro mientras ella refiere o inventa un pasado de esplendor en el que era rica y tenía familia. La alusión a la "Partición" de la India (episodio histórico clave de 1947 cuando cae la dominación británica en India y se crea Paquistán, generando una emigración masiva entre territorio hindú y paquistaní) figura en más de un relato aunque Lahiri no le hinca el diente en ninguno sino que lo presenta como una referencia o telón de fondo, y lo mismo ocurre con la guerra Indo-Pakistaní de 1971 en "Cuando el señor Pirzada venía a cenar", quizá el relato más flojo. "El tratamiento de Bibi Haldar" transcurre en India y muestra uno de esos dramas familiares que en Occidente serían de "puertas adentro" pero en India se convierten en comidilla pública: mujer de treinta años soltera, virgen y enferma, recluida por un primo mayor y su esposa bajo el pretexto de que sufre algún tipo de mal psíquico invalidante para la vida social. La explotación familiar es seguida por un narrador plural que opina, juzga y se entromete pero se frena a las puertas de una revelación.

HOGARES.

Rasgos a destacar de la narrativa de Lahiri en este libro son su transparencia y claridad expositiva, el protagonismo mayormente femenino, la resolución a menudo diluida sin golpes de efecto, y el uso de digresiones leves que terminan un punto antes de comenzar a ser tediosas o innecesarias. El escenario de estas historias suele ser la casa, no tanto el inmueble real como su significado y peso simbólico, que van variando y alterándose a medida que los personajes cambian de país. Para la protagonista de "En casa de la señora Sen", que vive en Estados Unidos con su esposo universitario, la casa es India, el país que dejó para venir a otro donde las libertades la aprisionan y es más feliz comprando pescado que conduciendo un auto. En "Esta bendita casa" los jóvenes Twinkle y Sanjeev, casados por concertación familiar pero mutuamente atraídos, empiezan a descubrirse a sí mismos a medida que van hallando en su hogar de Connecticut objetos religiosos cristianos escondidos por los anteriores habitantes. Falta atracción en cambio en el matrimonio también por arreglo de los protagonistas de "El tercer y último continente", cuya historia se ambienta en Boston en 1969, año de la llegada del hombre a la luna. La articulación de ese amor, por así decirlo, la provoca una anciana dama yanqui de ciento tres años a través de una sola palabra.

Hay un puñado de cuentos que destacan en el libro, trabajados con una libertad más notoria o dotados de una respiración más amplia y sorpresiva para el lector. Claramente se observa en el que da título al volumen. Ahí el matrimonio Das y sus tres hijos viajan a India a visitar a sus parientes y hacen un recorrido turístico guiados por el señor Kapasi, que nunca ha visto del todo desnuda a su propia esposa y parece deslumbrarse con la señora Das solo porque esta presta atención a su otra profesión: ser intérprete de pacientes ante un médico. En un momento a solas entre Kapasi y la mujer, en medio de un paisaje habitado por monos, esta le cuenta el gran secreto de su vida. No ocurre nada más pero solo con eso Lahiri consigue un cuento memorable.

"Sexy" transcurre en Boston, donde una chica de veintidós años se convierte en amante de un bengalí cuya esposa viajó a India y en una rápida semana experimenta las mieles y amarguras de esa situación sentimental, resumida también en una palabra. La tristeza de este relato y su tránsito de la pasión absorbente a la frialdad afectiva solo es superada por el antológico "Una anomalía temporal", donde otra vez los secretos y sus traducciones monopolizan y abren la interpretación. Ahí el programado corte del servicio eléctrico en una casa pretexta que sus habitantes conversen. Shoba y Shukumar viven en Boston, son universitarios, y la relación está en caída desde meses atrás cuando su primer hijo nació muerto. Ante los cortes de luz, ella propone un juego que solían hacer sus familiares: contar secretos guardados. Lahiri luce su capacidad para trabajar con las emociones y los claroscuros con una solidez que recuerda las mejores páginas de Munro. Esa mixtura entre la influencia occidental y la huella de su origen coloca su narrativa en otra lista de los tiempos que corren, donde están los nombres de Hanif Kureishi, Bharati Mukherjee, Kiran Desai, Vikram Seth, Arundhati Roy. La suya es una voz a seguir.

EL INTÉRPRETE DEL DOLOR, de Jhumpa Lahiri. Salamandra, 2016. Barcelona, 221 págs. Trad. de Gemma Rovira Ortega. Distribuye Gussi.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Jhumpa Lahiri. Foto: Liana Miuccio

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