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Sexo y monotonía

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Frauerpaar, de Egon Schiele, lápiz y témpera sobre papel, 1915.

La escritora francesa Anaïs Nin sobrevivió escribiendo ficción erótica para un cliente anónimo que llamaban El Coleccionista, a un dólar la página. Hasta que se enojó.

Apreciado Coleccionista:

Le odiamos. El sexo pierde todo su poder y su magia cuando se vuelve explícito, mecánico, exagerado, cuando se convierte en una obsesión mecanicista. Se vuelve aburrido. Nadie ha contribuido tanto como usted a que aprendiéramos que es un error no mezclarlo con emoción, hambre, deseo, lujuria, capricho, lazos personales, relaciones más profundas que cambian de color, de sabor, de ritmo, de intensidad.

No sabe lo que se pierde con su observación microscópica de la actividad sexual al excluir otras que aportan el combustible necesario para hacerla arder. Actividades que corresponden a lo intelectual, imaginario, romántico o emocional. Eso es lo que da al sexo sus texturas sorprendentes, sus transformaciones sutiles, sus elementos afrodisíacos.

Si nutriera su vida sexual con todos los alicientes y las aventuras que el amor inyecta a la sensualidad, sería el hombre más potente del mundo. La fuente de la potencia sexual es la curiosidad, la pasión. Usted ve apagarse la llamita por pura asfixia. El sexo no prospera con la monotonía. Sin sentimientos, invención, ánimo, no hay sorpresas en la cama. El sexo ha de mezclarse con lágrimas, risas, palabras, promesas, escenas, celos, envidia, todas las especias del miedo, el viaje al extranjero, las caras nuevas, novelas, cuentos, sueños, fantasías, música, baile, opio, vino.

¿Sabe lo que se pierde al instalar ese periscopio en la punta de su sexo, cuando podría disfrutar de un harén de maravillas distintas y nunca repetidas? No hay dos pelos iguales, pero usted no nos permite malgastar palabras en la descripción de un pelo; tampoco dos olores, pero si abundamos en eso, nos grita que "nos dejemos de poesía". No hay dos pieles con la misma textura, ni tienen tampoco la misma luz, temperatura, sombras, nunca el mismo gesto; porque un amante, cuando lo excita el amor verdadero, puede recorrer todo el espectro de la sabiduría amorosa en toda su amplitud, con sus diferentes edades, sus variaciones en madurez e inocencia, su perversidad y su arte, entre animales tan naturales y elegantes.

Hemos pasado horas sentados, preguntándonos qué aspecto tendrá. Si ha negado a sus sentidos la seda, la luz, el color, el olor, la personalidad, el temperamento, a estas alturas estará marchito por completo. Hay muchas sensaciones menores que discurren como afluentes al torrente del sexo y lo alimentan. Sólo al latir al unísono pueden el sexo y el corazón crear el éxtasis.

La autora

ANAÏS NIN (Francia, 1903-1977) escribió novelas y cuentos, pero obtuvo reconocimiento con la publicación de sus diarios en la década del 60. Fue controvertida por su original aproximación a lo femenino, su cercanía al surrealismo y al psicoanálisis a través de Otto Rank. En los años 40 Nin, Henry Miller y otros renombrados escritores ganaban un dólar por página escribiendo ficción erótica para consumo privado de un cliente anónimo, a quien se referían solo como "El Coleccionista". El cliente les exigía que "se dejaran de poesía" y se "centraran en el sexo". Nin, furiosa, le escribió la carta adjunta, que aparece reproducida en el libro Cartas memorables (recopilación de Shaun Usher, Salamandra, 2014). Sus textos eróticos de esa época están traducidos al español en el libro Delta de Venus (varias ediciones).

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Frauerpaar, de Egon Schiele, lápiz y témpera sobre papel, 1915.

CARTAS que asombranAnaïs Nin

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