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Los señoritos que odiaban la pasta

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Cucina futurista

Preferían comer croquetas de arroz con ingredientes del "Bombardeo de Adrianópolis", y cambiar el mundo para siempre. Pero se durmieron una siesta, y el mundo les pasó por arriba.

Las vanguardias de inicios del siglo XX aspiraban a revolucionar las artes, pero también la vida en su totalidad. Ejemplo de ello es La cocina futurista, libro publicado originalmente en 1932 que reúne manifiestos, recetas, menús y notas de prensa sobre “banquetes futuristas” de principios de los ’30. Las recetas, muchas casi imposibles de preparar, pueden leerse como poemas satíricos en prosa, como por ejemplo el Alfabeto alimenticio concebido por Luigi “Fillía” Colombo, que se prepara así: la mortadela, el queso, la pasta hojaldrada y el azúcar caramelizado se cortan en forma de todas las letras del alfabeto (con gran espesor, de modo que puedan permanecer erguidas); se sirven dos por comensal, según las iniciales de sus nombres, de modo que sea este azar el que decida el maridaje de los diferentes alimentos. Pero más allá de lo culinario, el mayor valor literario del volumen lo alcanza el cuento “Una comida que evitó un suicidio”, ejemplo del anti romanticismo futurista donde un banquete inventivo y descomunal evita un suicidio por penas de amor. 

El futurismo italiano surge en 1909 con el “Manifeste du futurisme”, publicado en Le Figaro de París por Filippo Tommaso Marinetti, líder del movimiento hasta su muerte en 1944. Los futuristas aman la velocidad, el maquinismo, la guerra –por ello simpatizarán con el fascismo– y proponen la ruptura total con la tradición cultural: es famosa su máxima de que “un auto de carrera es más hermoso que la Victoria de Samotracia”.

Es una época donde el fascismo está asentado, aunque no se lanza aún a la conquista de Etiopía, uno de los prólogos de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo los autores ya prevén y ansían la contienda. De ahí su cruzada feroz contra el popular alimento italiano, la pasta, convencidos de que ningún pueblo podría conquistar un imperio con algo tan pesado en la panza.

Los futuristas buscan convertir el comer en una experiencia para los cinco sentidos. Por eso asocian a sus platos perfumes, experiencias táctiles, música, luces y decoración compatibles con el alimento. Pero son señoritos de buena cuna. Luchan contra la pastasciutta sin entender las causas socioeconómicas que llevan a que sea la comida del pobrerío, y proponen recetas en base a ingredientes muchas veces caros para la época, como por ejemplo el Entremés intuitivo: se vacía la pulpa de una naranja partida a la mitad de modo que ésta tome la forma de una pequeña canasta donde se dispondrán varios tipos de carnes frías, de mantequilla, de hongos sazonados con vinagre, de anchoas y de pequeños pimientos verdes. La canastita perfumará de naranja los diferentes elementos. Adentro de los pimientos se esconderán tarjetas sorpresa con frases de propaganda futurista (por ejemplo: “el futurismo es un movimiento antihistórico”; “vivir peligrosamente”; “médicos, farmacistas y sepulteros, con la cocina futurista terminarán desempleados", etc.).

Los textos se rescatan por su humor. Se burlan del gusto gastronómico conservador, del conservadurismo a secas y de los mismos futuristas. El discurso se pliega en continuos rizos de acrobacia aérea: se ríen del burgués, dejándolo sin saber cuándo hablan en serio y cuándo bromean. Y son exagerados, hiperbólicos: afirman que tras cada “banquete futurista” se informa del evento en los principales periódicos de todas las grandes capitales.

Cuando el lector ya casi se enamora de tanta ingenuidad grandilocuente, el manifiesto futurista contra la “extranjerofilia” le recuerda el papel que jugaron estos intelectuales en el ascenso del fascismo, régimen que arrojó a Italia a una guerra para la que no estaba preparada.

Los futuristas fueron vencidos por la placidez y la siesta, que son el espíritu de la pastasciutta de los pobres. Por eso Italia no pudo conservar su imperio ni evitar la invasión del territorio metropolitano. Sin embargo, entre los años 1943 y 1945, miles y miles de hombres y mujeres, alimentados con fideos combatieron como leones al invasor nazi. Parecería que somos bastante más que lo que comemos.

LA COCINA FUTURISTA, de F.T. Marinetti y Fillía. Gedisa, 2014. Barcelona, 192 págs. Distribuye Océano.

NOTA: Cabe aclarar que esta reseña aborda el libro desde el punto de vista estético e ideológico. Para una valoración culinaria, conviene leer el artículo de Juan Cruz Cruz en su blog “Regusto”, pero cabe anotar que el “Tuttorisso” (un risotto con salsas en base a vino y cerveza) y las croquetas de arroz con ingredientes del “Bombardeo de Adrianópolis”, se dejan comer. En Youtube hay numerosos videos sobre preparación de platos futuristas.

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