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Satán en Montevideo

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The Rolling Stones
Joel Ryan

Todo lo que quería saber sobre los mitos y leyendas de los Rolling. La verdad sobre una banda inmortal

PARECÍA QUE nunca se haría realidad y sin embargo el próximo 16 de febrero por fin estarán Los Rolling Stones en el Estadio Centenario. Quizá sea la última oportunidad de ver en Uruguay a esos músicos en concierto, aunque con esta gente nunca se sabe. En la película Casi Famosos (2000) de Cameron Crowe, el futuro manager de un grupo emergente de rock de comienzo de los setenta arenga a sus integrantes a estar preparados para ocupar el lugar de las viejas bandas. Imita uno de los pasos de baile del cantante de los Stones y dice: "Si ustedes piensan que Mick Jagger seguirá por ahí intentando ser una estrella del rock a los cincuenta años, están tristemente equivocados". El propio Jagger, en un reportaje de 1965, reconoció que "la música pop es muy efímera… cuando hicimos nuestras primeras grabaciones pensamos que esto duraría un año, año y medio, y luego se acabaría". El destino suele ser más complejo que algunos pronósticos.

A sus 72 años de edad, Jagger mantiene un físico envidiable con el que puede saltar y correr por el escenario mientras canta cada día mejor. Keith Richards, apenas unos meses menor, ha sorteado el estigma de encabezar año a año la lista de estrellas de rock con mayor probabilidad de morir. Probó todas las sustancias que ha encontrado, siempre de primera calidad, incluso una mínima parte de las cenizas de su padre, según sus dichos. Aunque todo el mundo sabe que a ese músico, del que la guitarra parece una continuación natural de su cuerpo, le encanta inventar historias. Charlie Watts, de 74 años, superó un cáncer de garganta que se le manifestó hace más de una década y sigue detrás de su batería, con gesto imperturbable y solidez de roca. En sus ratos libres toca con su banda de jazz, esa música que lo apasiona. A sus 68 años, Ron Wood, "Woody" para sus amigos, lleva apenas cuarenta años en el grupo y se ha transformado en el socio ideal de Richards para elaborar ese entramado de guitarras conocido como weaving, donde no se sabe muy bien quién toca qué parte. Vienen acompañados por un impresionante grupo de músicos entre los que destaca el bajista Darryl Jones, que tocó con artistas de la talla de Miles Davis, Herbie Hancock y Mike Stern. Todo hace pronosticar que será una larga fiesta.

NOCHE DE VERANO

El 17 de octubre de 1961 en la estación de tren de Dartford, Londres, se encontraron dos viejos compañeros de la Escuela Primaria Wentworth. Mick Jagger llevaba bajo el brazo dos discos del sello Chess Records: Best of Muddy Waters y Rockin' at the Hops de Chuck Berry. Keith Richards reconoció a su compañero y reprimió sus ganas de robar los discos. Durante el viaje en tren hablaron de ídolos comunes como John Lee Hooker, Howlin Wolf y de su amor por el blues. En febrero de 2015, pasado más de medio siglo, en esa misma estación descubrieron una de las placas azules que conmemora lugares históricos de Londres. En la placa se leía que allí se encontraron Jagger y Richards, quienes poco tiempo después "formaron a Los Rolling Stones". No era toda la verdad.

Ese texto puso furioso al bajista Bill Wyman quien dijo que ellos "no crearon a Los Rolling Stones sino que fueron parte de Los Rolling Stones como todos nosotros". En realidad fue Brian Jones, un joven algo mayor, quien quiso formar una banda de blues, reclutó uno a uno a los integrantes, y "eligió el nombre Los Rolling Stones, eligió la música y él era el líder… no me gusta cuando se intenta reescribir la historia según convenga". La objeción fue aceptada por las autoridades, con esa precisión de la que suelen hacer gala los ingleses. La nueva placa dirá que Jagger y Richards "formaron parte de Los Rolling Stones".

Si bien es cierto que Jones armó y le puso el nombre al grupo, también lo es que Jagger y Richards venían tocando juntos hacía un tiempo en el circuito de clubes de Londres de aquella época. El fundador del grupo reconoció en algún reportaje que siempre había querido formar una banda pero que recién lo logró cuando los encontró a ellos dos. La noche de verano del 12 de julio de 1962 fue Jones el que consiguió la posibilidad de tocar en el Club Marquee de Londres, en el intermedio de la actuación de Long John Baldry. Apurado, cuando le preguntaron cómo se llamaban dijo "The Rollin Stones" (nombre tomado de la canción "Rollin' Stone" de Muddy Waters). La banda en esa primera actuación estaba integrada por Mick Jagger en voz, Brian Jones y Keith Richards en guitarras, Ian Stewart en teclados y maracas, Dick Taylor al bajo y existen dudas si fue Mick Avory o Tony Champan el que tocó la batería. Pocos meses después Bill Wyman sería el nuevo bajista, no por ser un gran músico sino porque tenía un amplificador extra, algo muy apreciado en esas épocas de carestía. Charlie Watts, que estuvo entre el público aquella noche, le llamó la atención cómo le costaba seguir el ritmo al baterista. Comenzó a tocar con ellos en forma ocasional hasta que en 1963 pasó a ser el baterista oficial. The Rollin' Stones, como se llamaron al comienzo, pudo ser nada más que una oscura banda de blues y rhythm and blues —género que mezcla el blues, el jazz y el gospel— como otras. Pero alguien apareció y les cambió el destino. Fue Andrew Oldham.

RIVALES Y HERMANOS

En 1963 Oldham era un publicista que había trabajado con varios grupos en tareas ocasionales, entre ellos Los Beatles. Un amigo le recomendó que fuera a ver a una nueva banda en el circuito de clubes de Londres. Cuando vio a los Stones descubrió su potencial. Oldham, que tiene la misma edad que Jagger y Richards, se transformó en su manager y promovió esa imagen de rebeldes poco aseados como contracara del cuarteto de Liverpool. Resolvió que seis músicos eran muchos así que Ian Stewart se transformó en su tecladista y asistente de lujo; trabajó en las sombras hasta su muerte en 1985. En conferencias que ha dado Oldham, asegura que no fue tanto lo que él creó como imagen sino saber desarrollar lo que el público ya percibía. Supo sacar provecho a una frase utilizada por la prensa: "¿Dejaría a su hija salir con un Rolling Stone?", explotando el rechazo de las generaciones mayores por esos músicos desaliñados. "Si los Beatles eran los chicos buenos, ¿qué nos quedaba? Ser los chicos malos" dijo alguna vez Richards. El enfrentamiento Beatles versus Stones fue un juego mediático y promocional. La relación personal entre los músicos siempre fue buena. Incluso el segundo simple de los Stones fue una composición cedida por Lennon y McCartney "I wanna be your man". Lennon fue de las pocas personas a las que Jagger admiraba, tanto que deponía su ego cuando se encontraban. Fue también Oldham quien impulsó a Jagger y a Richards a componer. Los primeros resultados no daban la talla para integrar el repertorio de la banda. Apelaron a otros grupos y solistas. La más famosa de esas canciones, "As Tears Go By", fue grabada por Marianne Faithfull y posteriormente por los Stones.

A esa rebeldía de los primeros años, que reflejaba la insatisfacción adolescente ante los valores de sus mayores, siguió un enfrentamiento más explícito y violento luego de que el 12 de febrero de 1967, Jagger, Richards y el marchand de arte Robert Fraser fueran detenidos en la casa del guitarrista en Redlands por posesión de drogas. Denunciados por un informante encubierto llamado "Acid King" (David Snyderman), reclutado por el servicio secreto del Reino Unido para hacer caer a peces gordos, ambos músicos debieron afrontar un sonado juicio. Cuando uno de los jueces reprendió a Richards por su forma de vida, este contestó con una frase que empeoró aún más las cosas: "no me interesa su moral insignificante". Ya no era una graciosa rebelión juvenil sino el cuestionamiento a valores de la sociedad en conjunto. Ambos músicos terminaron en la cárcel mientras su manager desaparecía, marcando el inicio del fin de esa relación. Los jóvenes reaccionaron, hubo varias manifestaciones y, finalmente, luego de sendas apelaciones, Jagger y Richards fueron liberados. El guitarrista sintió la sensación de omnipotencia que implica poder estar al margen de la ley, y aún así salir airoso. "Salí siendo Jesse James", dijo, con el convencimiento de que, salvo que cometieran un acto criminal grave, sus fans no aprobarían —y lucharían— si eran apresados otra vez.

PROBLEMAS Y CAMBIOS

El dúo de compositores Jagger-Richards se consolidó, mientras que el creador de los Stones, Jones, no les podía seguir el paso. Richards ha dicho que le cuesta pensar en una persona con mayores problemas para componer una canción. Jagger comenzó a ser el líder de facto, por su desempeño en el escenario. Así como Lennon y McCartney, a pesar de sus diferencias de carácter y gustos musicales, lograban una síntesis creativa notable, también Jagger y Richards lograron evolucionar a pesar de sus diferencias. El guitarrista se apegó a sus raíces, a su gusto por el blues y el country norteamericano. Jagger siempre tuvo una atenta antena a todo lo que pasa en el mundo musical para incorporarlo. A la salida de prisión, con esa revolución musical que estaba ocurriendo, fue el impulsor de uno de los álbumes que Richards ha recordado como un montón de basura, Their Satanic Majesties Request (1967). Desde la tapa del disco, realizada por el célebre fotógrafo Michael Cooper —el mismo de la legendaria portada del álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967) de Los Beatles— era un intento de Jagger por seguir esa corriente psicodélica que parecía imponerse en el mundo, pero sobre todo era una respuesta, algo infantil, al impresionante disco del cuarteto de Liverpool.

Tras ese paso en falso comienza la segunda gran era de la banda, acaso la mejor. El punto de inicio es el lanzamiento del simple "Jumpin' Jack Flash" (1968), canción inspirada en un jardinero de nombre Jack Dyer. Un día en que Jagger estaba durmiendo en la casa de Richards sintió ruido al otro lado de la ventana. "¿Qué es eso?" preguntó. "Es Jack, el saltarín". Wyman siempre ha reivindicado la autoría de la introducción del tema pero es sabido que Jagger y Richards son reacios a incluir colaboraciones autorales. Luego vinieron los excelentes álbumes Beggars Banquet (1968), donde se encuentra la última importante colaboración de Jones con su guitarra slide (tocada con un pequeño caño que se desliza sobre las cuerdas) en "No expectations", y Let it bleed (1969), álbum que comienza con la poderosa "Gimme Shelter".

Jones intervino en apenas un par de canciones en cada disco y ya, de hecho, no formaba parte del grupo, molesto por el camino tomado y por su pérdida de protagonismo. Sus problemas legales con la droga hacían que no pudiera ingresar a Estados Unidos, lo que era una seria limitación. Una noche Jagger, Richards y Watts fueron a su casa y le comunicaron que habían decidido que dejara la banda ofreciéndole un buen arreglo económico. Con mirada ausente Jones aceptó y dijo que era lo mejor para todos. El excelente blusero Mick Taylor, que vino en 1990 a nuestro país abriendo el recital de Eric Clapton, ocupó su lugar. A dos meses de su cese, Brian Jones fue encontrado muerto en la piscina de su casa. Taylor tuvo su bautismo de fuego tres días después de esa muerte, en un recital gratuito en Hyde Park ante doscientas cincuenta mil personas, que se transformó en homenaje y despedida del viejo líder.

ENCUENTRO CON EL DIABLO

Los Stones pasaron de ser un grupo de jóvenes desaconsejables para una hija para ser representantes de los ideales revolucionarios de fines de los años 60. Canciones como "Street fighting man", de Beggars Banquet, fueron tomadas como representativas de las revueltas de París y de los enfrentamientos en Estados Unidos por la guerra de Vietnam. Otro tema del mismo álbum, "Sympathy for the devil", los relacionó con cultos satánicos. La leyenda creció cuando en 1969 resolvieron que, como parte de una gira por Estados Unidos, darían un recital gratuito. No haber participado en Woodstock, hasta ese momento el mayor concierto celebrado al aire libre, era una espina que les había quedado. Con el apoyo de varias bandas como Jefferson Airplane, Crosby, Stills, Nash and Young y Santana, se organizó un recital en la localidad de Altamont, San Francisco. Por recomendación de los Grateful Dead, la seguridad fue encomendada a los Ángeles del Infierno, esos pandilleros en motocicleta que adoraban la violencia y el alcohol. El caos reinó esa noche y dio como resultado la muerte de un espectador de 18 años, Meredith Hunter, asesinado por la seguridad, así como varios heridos, como puede verse en el excelente documental Gimme Shelter (1970).

Entre los caóticos años 1968 a 1972, con la salida de Jones, la mudanza a Francia para escapar al voraz fisco de Reino Unido, los incidentes en los conciertos, y con Richards atrapado por la heroína, los Stones desarrollaron su mejor producción. A los discos ya mencionados, que fueron los últimos de estudio que grabaron para la compañía Decca, se suman los dos primeros registros con sello propio, los excelentes Sticky Fingers (1971) y el álbum doble Exile on Main St. (1972). Las giras pasaron a ser cada vez más grandes y más seguras. Quedaban muy atrás aquellos tiempos de teatros pequeños de comienzos de los 60, donde apostaban a ver cuántos minutos duraría la actuación antes de que el público invadiera el escenario. La figura de Jagger se transformó en icono. El propio logo del nuevo sello y de la banda, una agresiva lengua en medio de unos labios carnosos, era una clara referencia al cantante. Pero no se puede olvidar a Richards, ese guitarrista que da mayor importancia a su mano derecha, la que lleva el ritmo, que a su mano izquierda, la que pergeña acordes y eventuales solos. Él refleja el más puro espíritu de la banda.

RECETA MÁGICA

A fines de 1974 Mick Taylor anunció que se retiraba del grupo. Declararía años más tarde que lo hizo para sobrevivir y abandonar su adicción a la heroína. Luego de largas pruebas la llegada de Ron Wood les dio aire. Su humor constante y su forma de tocar la guitarra con Richards pareció rejuvenecer a la banda. Hubo álbumes valiosos como Black and Blue (1976) o Some Girls (1978), donde puede apreciarse la atracción de Jagger por los nuevos géneros de moda como la música disco. A fines de los ochenta, luego de algunos trabajos pobres como Dirty Work (1987), Jagger intentó una carrera solista y ofendió mortalmente a Richards. Se desató lo que el guitarrista ha llamado "la tercera guerra mundial". Éste también desarrolló su propia carrera, más apreciable que la de Jagger, con su banda X-Pensive Winos, y fue el primero en llegar a Sudamérica recogiendo enorme admiración en Argentina. Todo parecía terminado y, sin embargo, luego de una reunión en Barbados, hicieron las paces y la banda resurgió con fuerza a partir del álbum Steel Wheels (1989), con varias y monumentales giras que siempre incluyeron Sudamérica.

Los Stones son una banda para ver en vivo. No es casual que su fama se disparó cuando sus imaginarios oponentes, Los Beatles, resolvieron dejar de hacer recitales en 1966. Bill Wyman, que se retiró de los Stones en 1993, alguna vez intentó una explicación. "Cuando nos juntamos, algo mágico ocurre que nadie ha podido copiar. Las bandas usualmente siguen el ritmo del batero. Nosotros no seguimos a Charlie, sino que seguimos a Keith. Eso hace que la batería esté apenas desfasada y yo suelo acelerarme una fracción de segundo. Si fuera más tiempo, todo fracasaría". Watts aclaró que en los primeros conciertos Richards lo enfrentaba para que el baterista pudiera ver la sucesión de acordes y seguir el ritmo, porque casi no escuchaba los amplificadores. Parte también de la explicación es el sonido que logra Richards con los guitarristas que le han acompañado. Primero el versátil Jones, luego el virtuoso Taylor y finalmente su "hermano" Wood que además de aportar en lo musical, supo manejar los egos fuertes de Jagger y Richards junto a los silenciosos Wyman y Watts. "Con dos guitarras se puede reproducir el sonido de una orquesta" asegura ese guitarrista con aspecto de pirata.

Algunos detractores dicen que se han transformado en setentones millonarios disfrazados de adolescentes, y que sus recitales se parecen a ceremonias de la nostalgia. Esas críticas demuestran un desconocimiento de la obra que ha producido la banda y del efecto que esa obra sigue produciendo en escena. Hace una década este cronista pudo verlos en Buenos Aires y da fe que cuando Richards aparece con su guitarra sobre el escenario, anunciando el comienzo de la fiesta, hay una cierta magia que flota en el aire y que dura más de dos horas. El fenómeno, como toda magia, es difícil de explicar. Quizás se apoye en esa rara sincronización entre las partes, el espectáculo que sigue dando Jagger, el disfrute del binomio Richards-Wood mientras tocan, o la sabia tranquilidad de Watts. Pero todo se vuelve emoción al escuchar esas canciones que, sin que muchos se dieran cuenta, transformaron a varias generaciones. Al final del concierto, aún con los restos de alegría en los oídos, se termina por comprender que, como decía la canción de Jerry Ragovoy que interpretaron por el año 1964, el tiempo siempre estuvo de su lado.

Historias

DÉCADAS atrás Jagger intentó escribir su autobiografía ante la propuesta que recibió de una importante editorial. Trabajó con un escritor pero el resultado decepcionó a los editores y al propio Jagger, que devolvió el jugoso adelanto de dinero recibido y se escudó en que no recordaba muchas cosas de su vida. Philip Norman consiguió, finalmente, contar esa historia en un trabajo tan extenso como entretenido titulado Mick Jagger, donde repasa la vida del cantante en forma minuciosa. Se detiene en sus varios amores, su enigmática personalidad e hinca el diente en su relación con Richards dejando en segundo plano a los otros miembros de la banda. Es cierto que quizás no hace revelaciones espectaculares y que algunos temas, como la sexualidad de Jagger, son tratados con discreción inglesa. Pero el libro se lee con interés y es un buen aporte que se suma a las autobiografías Vida (Keith Richards), Memorias de un Rolling Stone (Ron Wood) y A Stone alone (Bill Wyman), así como a la biografía no oficial de Richards escrita por Victor Bockris (Keith Richards. Biografía desautorizada). Para profundizar en la historia es bueno acercarse a documentales como el ya mencionado Gimme Shelter (1970), Charlie is my Darling (2012) de Peter Whitehead, que documenta la segunda gira por Irlanda en 1965, con actuaciones, entrevistas y escenas en cuartos de hotel, y a la excelente Crossfire Hurricane (2012) de Brett Morgan que, con la ayuda de los músicos, cuenta la historia desde sus inicios hasta 1981. l

MICK JAGGER, de Philip Norman. Anagrama. 2014. Barcelona, 587 págs. Distribuye Gussi.

The Rolling Stones
The Rolling Stones
Brian Jones (arriba), Mick Jagger (a su izq.), Ian Stewart, Keith Richards, Charlie Watts y Bill Wyman (abajo)
Brian Jones (arriba), Mick Jagger (a su izq.), Ian Stewart, Keith Richards, Charlie Watts y Bill Wyman (abajo)
Charlie Watts, Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood
Charlie Watts, Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood

Los Rolling StonesLuis Fernando Iglesias

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