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Sobre Peter Handke, un Nobel a pesar de todo

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Nobel

NOBEL DE LITERATURA 2019

Es uno de los poetas más finos y comprometidos del siglo XX, y que sigue produciendo en el XXI. Rabioso ante la incomprensión, la ignorancia y los prejuicios, Peter Handke no dudó en cometer un suicidio simbólico para llamar la atención. Este premio Nobel repara una injusticia.

El otorgamiento del Premio Nobel 2019 al poeta, novelista, guionista, ensayista y crítico austríaco Peter Handke pone sobre la mesa varias cuestiones, no solo literarias, sino también políticas. Muy pocos sabían quién era, a pesar de que publicaba y escribía y fue muy traducido al español desde los años 70. Sus libros llegaron a Uruguay por cuentagotas, y ya casi no se encuentran ni en librerías de usado. La editorial que hoy lo publica en España, Alianza, tiene mala distribución local, no le ha dado exclusividad a nadie. Lo de Nórdica ni llega.

Es uno de los pocos poetas notables del mundo capaz de inmiscuirse en los asuntos públicos para plantarle cara a la barbarie. Cobró notoriedad mundial cuando denunció la falsedad de los argumentos para justificar los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia de 1999 (otra guerra impulsada por mentiras, y van). Un poeta contra las bombas. Denunció, sobre todo, la manipulación de los medios masivos de comunicación para imponer verdades absolutas (algo que abordó, en su estilo, en la novela La pérdida de la imagen o Por la sierra de Gredos).

Cuando los pueblos de los balcanes recibieron las bombas y quedaron sembrados de cadáveres y esos muertos no eran serbios, croatas, kosovares, cristianos o musulmanes sino sólo seres humanos, los gritos desde las tumbas se le hicieron intolerables. Como los gritos que salían de las fosas comunes de las masacres de Srbrenica. Nadie los escuchó. Handke entendió que debía hablar por ellos, llamar la atención. Optó por el suicidio simbólico. Fue al sepelio del "anticristo", el líder serbio Slobodan Milosevic (el MAL ABSOLUTO a ojos occidentales) y dio un discurso que pedía a gritos otro lenguaje, otro tono, u201cel no periodístico, el no dominanteu201d escribió luego, para evitar u201clas palabras malvadas, venenosasu201d que llevaron a la guerra. Que nadie entendió, por supuesto. Que enfureció a los bienpensantes. Handke está loco, dijeron, y sin prueba alguna (y sin haberlo leído) lo tildaron de racista, genocida, incoherente (Wim Wenders dijo hace poco, tímido, que fue "malinterpretado").

Le quitaron premios, lo convirtieron en paria. Otro poeta incomprendido, otro maldito, y van. Pero, casi 15 años después el poeta sigue vivo y no descansa. Como sabe de la furia del poder en uno de sus últimos libros, "Ensayo sobre el Lugar Silencioso" (Alianza, 2015), propone al lector pasar a la clandestinidad y lo manda a leer... al inodoro, sentado en la intimidad del WC. El lugar silencioso, en alemán, es el baño. El último refugio para la sensibilidad, la exploración, un terreno seguro para intentar una vez más entender la geometría de este mundo y sus malentendidos, y siempre intentando comunicarse con los lectores rectos, ya que como él ha afirmado u201cun lector desaprensivo o prejuicioso nunca es un lectoru201d (en "Contra el sueño profundo", Nórdica, 2017). No es fácil leerlo. Exige atención, lectura de calidad, tiempo. Pero una vez que se ingresa a su mundo, a la forma cómo nos envuelve, cómo va dando giros y elige caminos alternativos para llegar a una suerte de verdad poética, el lector queda cautivado.

Como luego de una buena sesión de psicoanálisis, se siente más libre, más seguro frente al mundo, con esa claridad intensa, luminosa, que provoca ver el entorno sin prejuicios ni malentendidos. Y sin las cargas innecesarias. La lectura de Handke nos convierte en mejores personas.

Del otro Premio Nobel, el de 2018 y otorgado a Olga Tokarczuk junto al de Handke (por los problemas del año pasado en la Academia Sueca), sabemos poco. Que es polaca, nació en 1962, estudio psicología y ejerció la psicoterapia, que ganó el premio Man Booker, y que algunos de sus libros han sido traducidos al español en las editoriales Siruela (Sobre los huesos de los muertos), Lumen (Un lugar llamado antaño) o Anagrama (Los errantes), pero poco o nada ha llegado. Los lectores deberán esperar. Los errantes, por ejemplo, se va a imprimir en Uruguay. En breve estarán arribando desde Argentina un par de títulos en "El cuenco de plata".

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