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"No me asusta que se lea en ebook"

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Dibujo de Ombú

Hasta las bibliotecas antiguas tuvieron textos en varios formatos. Es que el libro, un objeto perfecto, ha sido imitado pero no superado.

Considerado un Montaigne contemporáneo, Alberto Manguel hizo un alto en su tarea de jurado del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez convocado en Bogotá, concurso que "busca jerarquizar al cuento, hoy denostado de forma prejuiciosa por ciertos sectores editoriales diciendo que ‘no vende’" explica en el lobby del Hotel de la Ópera, antes de abordar otros temas. Autor de numerosos libros entre ellos el clásico Una historia de la lectura (1998) y de los recientes Una historia natural de la curiosidad (2015), El viajero, la torre y la larva; El lector como metáfora (2015), y Con Borges (2016), asumió hace poco como director de la Biblioteca Nacional de la República Argentina. Es referencia a la hora de hablar de lectores y lecturas, de los problemas que enfrentó la palabra escrita a lo largo de los tiempos, y que enfrenta hoy.

LA CUESTIÓN DEL EBOOK.

—El prejuicio que le resta importancia al cuento, jerarquizando la novela, ¿está vinculado a la aparición de los nuevos medios digitales, y a la forma cómo los jóvenes se relacionan con la lectura?

—La relación de los jóvenes con los medios es otra. Y esa relación no es inocente, tiene que ver con la relación que tenemos en nuestras sociedades de consumo con todas las actividades. Ahora se proclaman los valores de lo breve y lo fácil, y en ese contexto, el cuento debería parecer si no fácil, al menos breve y tentador. Pero el tema no va por ahí.

—¿Por qué?

—Porque el mismo acto de leer representa un desafío a esos valores de consumo. El sistema ha contraatacado tratando de convertir al libro mismo en un objeto de consumo, creando esa literatura basura que se consume como cualquier otro producto. La buena literatura escapa a eso. Yo creo que la necesidad que tenemos de narrar y de leer, y la intuición de que esa lectura y esa escritura necesitan tener profundidad para alimentarnos, es lo que hace que la literatura sobreviva.

—¿Cómo percibe a la nueva generación que lee en tablets, ebooks o en el teléfono móvil?

—Para empezar la nueva generación no es nueva. Esta tecnología comenzó hace más de medio siglo. Siempre surgen nuevas tecnologías en torno al libro, ese es su destino. Fue la tableta de arcilla sumeria, el rollo de papiro, el manuscrito, el códex... No me asusta que se lea en otros soportes como el ebook. Lo que sí me asusta es el extremismo, la exclusión, el decir "sólo esta religión vale". Toda biblioteca, incluso las más antiguas, tuvieron textos en varios soportes. El rollo convivió con la tablilla de arcilla, y después de Gutenberg los manuscritos convivieron con el texto impreso. Y no sólo en texto; también en imágenes, mapas, objetos.

—O sea que esta era no tiene nada de apocalíptico, ni es inédita.

—No es tal. Lo que sí debemos recordar, y quiero insistir mucho en ésto, es que ninguna tecnología es inocente. Un texto leído en tablilla de arcilla, o en un códex, o en la pantalla, no es el mismo texto. Es la ley de Pierre Menard. Y tenemos que ser conscientes de eso, no para eliminar o descartar sino para saber que no es lo mismo vestirse de traje y corbata que con traje de baño.

—¿Cambia la relación con la palabra?

—Exacto. Los lectores sumerios, cuando leían un texto —los que podían, que eran pocos— lo hacían en una tablilla de arcilla del tamaño de una palma de una mano, o más pequeñas, con incisiones, a veces de ambos lados. Las porciones de texto estaban limitadas por la superficie disponible. Estas tablillas estaban agrupadas en cajoncitos, como esos cajones de fruta, de madera. Entonces tú recibías, por ejemplo, la Epopeya de Gilgamesh en una cajita, sacabas una tablilla, la leías, la ponías de vuelta y sacabas otra, y así recorrías el texto. De esa forma tu mente de lector fragmentaba el texto de acuerdo al tamaño de las tablillas. Lo equivalente a capítulos para nosotros correspondían a las tablillas, y tenías una visión física del tamaño del texto total. Podías estar en la tercera tablilla, y saber cuánto te faltaba para terminar. Cuando se inventa el rollo de papiro, hay un cambio radical, mucho más importante que el de la electrónica actual, ya que no hay un texto fragmentado, es el lector el que crea la página al arrollar y desenrollar, como sucede con la pantalla de la computadora. Y la visión que tienes de la totalidad del texto es mucho más difícil de percibir intuitivamente. Cuando San Agustín habla de lectura, hace la comparación con el viaje y dice muy inteligentemente que avanzar en un texto es como avanzar en un terreno, y que el terreno de la memoria, que empieza pequeño en texto vasto, a medida que vas leyendo lo que se incorpora en la memoria se hace vasto, y el territorio del texto se va reduciendo. Esa metáfora es debida al rollo, no lo habría dicho así de tener las tablillas adelante, porque todo está ahí. El rollo representaba un acto de lectura detenido. Lo más práctico era arrollarlo y desarrollarlo sobre una mesa. Las estatuas griegas o romanas son un poco falsas, como los santos, con los grandes volúmenes bajo el brazo. No los leían ahí, los ponían sobre una mesa.

—Además, debían ser poco prácticos para viajar.

—Claro. Hasta que se crea el códex. Algunos dicen que lo creó Julio César para llevarse textos de manera práctica, y otros que fueron los primeros cristianos para poder esconder los textos en sus ropas. El códex, en lugar de convertir el texto en rollo, lo dobla, y eso permite su transporte. En ese momento se crea el objeto perfecto. Creo que el ingenio humano crea ciertas cosas perfectas en determinados momentos que evolucionan hasta un punto: el cuchillo, la rueda. No se puede seguir más allá y decir "la rueda tiene que tener otra forma". La rueda es la rueda, y ya está. El problema es que nuestra mente tecnológica quiere creer que hay un progreso infinito. El biólogo canadiense David Suzuki dijo que hay dos criaturas, sólo dos en el universo, que creen en el progreso infinito: las multinacionales, y las células cancerosas. Pues bien, yo creo que con el códex inventamos el objeto perfecto. A partir de allí hay variaciones, se concibe el tamaño como definitorio del texto y se crea el libro de bolsillo, que permite ser transportado con más facilidad que un antifonario, esos libros litúrgicos muy grandes que había que llevar sobre ruedas. A su vez, un texto leído en una edición de lujo no es lo mismo que leer una edición de bolsillo, toda destartalada, aunque sea el mismo texto.

—Igual que leer en una edición sin imágenes.

—Sin imágenes o sin anotaciones. Cambia la interacción con el texto, el libro como un objeto interactivo que permite al lector anotarlo en las márgenes, leerlo por la mitad, empezar por el final, en una suerte de lectura no programada. La lectura electrónica es toda programada.

—¿Por qué?

—Porque es interactiva, pero solo en la medida en que haya un programa para permitirte esa actividad, una interfase. En cambio en un libro impreso no, donde además están las jerarquías percibidas en la impresión. No anotas con la misma celeridad en un libro de bolsillo que en una edición de lujo que te ha costado miles de dólares. En la lectura electrónica se pierde la noción de jerarquía. El Quijote leído en la pantalla es el mismo en cualquier pantalla, puedes cambiar la tipografía pero es lo mismo, sea una computadora o un Kindle.

MUNDO FANTASMAGÓRICO.

—¿Cómo afecta el ebook a la lectura?

—El ebook permite una lectura fragmentaria y selectiva, no alimentada por el azar. Tú cuando tomas un libro impreso y decides buscar la escena donde Madame Bovary es seducida por primera vez, recorres el libro, te acuerdas más o menos dónde estaba, pero lees ciertas partes. Es decir, hay una presencia entera de la cual tú eliges algo, pero esa presencia está ahí. Si tú buscas eso en la computadora, en el texto electrónico vas directamente a eso, y a veces incluso seleccionas ese párrafo y eliminas el resto del texto. La lectura que se hacía en manuscritos o en libros impresos para estudiar, para cotejar, para memorizar, puede ser eliminada en la lectura electrónica. Yo quiero construir un artículo sobre el cuento, pongo cuento en la computadora, me salen varios sitios, busco los textos, identifico el término cuento y no necesito ver más que esa palabra, copiar el párrafo y pegar uno junto a otro y armar el texto sin leerlo. He escrito sin leer lo que he escrito. Puedo hacerlo. Mucha gente no lo hace, pero los estudiantes lo hacen, y yo tengo que corregir esos textos.

—Falla la apropiación.

—Sí, pero no necesariamente, porque hay buenos lectores de textos electrónicos, aunque es más fatigoso.

—Y más incierto.

—Claro, porque cuando tú posees tus libros, vas a buscar el libro que crees que necesitas, es un acto físico. Esos libros están presentes físicamente en tu mundo. El mundo de la electrónica, por otra parte, es un mundo fantasmagórico, que no ocupa espacio, donde además pueden aparecer todo tipo de cosas. En el campo biológico se explica mejor. Cada tipo de lectura construye en nuestro cerebro un camino neuronal diferente. La lectura de la lengua que tú conoces en manuscrito, la lengua que tú conoces impresa, una lengua que desconoces, una lengua que piensas que es inventada, las mayúsculas, las minúsculas, el chino o el árabe, todo eso pasa por caminos neuronales diferentes. El cerebro construye caminos distintos para esas lecturas. Si tú ves tu cerebro en los equipos médicos que trazan la cartografía de un cerebro, en cada una de esas lecturas se ilumina otra sección de tu cerebro, porque los racimos de neuronas especializadas en esa lectura están agrupadas en zonas distintas. Por eso cuando hay un accidente cerebral puede eliminarse una; te olvidas, por ejemplo, de la segunda lengua que aprendiste, o no puedes leer impresos, es algo muy particular. La lectura del texto impreso y la lectura del texto en pantalla pasan por caminos neuronales distintos, el de la pantalla se parece mucho más al reconocimiento de imágenes donde el ojo ve el conjunto y luego se esfuerza por seleccionar ciertas partes, a veces en secuencia y a veces no. A su vez, aunque esto tecnológicamente está cambiando, el texto en la pantalla es un texto que pestañea...

—Oscila.

—Se apaga y se enciende a una velocidad muy grande. Eso no tendría importancia salvo por el hecho de que nosotros leemos de la misma manera, es decir, a saltos, el ojo salta. Es lo que llaman saccades. Entonces, si lees un texto impreso, como el texto impreso no cambia, el ojo salta-atrapa, salta-atrapa, y lo comunica al cerebro. En la lectura electrónica a veces esa saccade cae en el vacío, y el músculo del ojo se cansa mucho más.

—Punto en contra del ebook.

—Todo esto no tiene que tener una connotación valorativa, porque en ciertos casos es beneficiosa, y en otros no. Pero tenemos que ser conscientes de lo que ocurre para poder decir, al leer La guerra y la paz: "es mejor leerlo en un texto impreso porque el ojo no se fatiga tanto, porque podemos volver más fácilmente a secciones que recordamos, porque somos conscientes del conjunto". Ahora, si queremos un muro de información precisa y al día, el texto impreso va a tardar mucho tiempo en darnos esa información.

—¿Cómo ha sido su experiencia con ebooks?

—Cuando recién aparecieron, hace 20 años, un diario me pidió que usara uno y escribiera de la experiencia. Me pareció un ejercicio inútil esa imitación del texto impreso. Tener algo que imita cómo pasan las páginas... parece una cosa tan infantil. Porque sabes que no están pasando. Son tonterías, como esas bibliotecas falsas del siglo XIX que se hacían para cubrir paredes. ¿Cubrir el ebook con cuero, para que parezca un libro? Es un disfraz. Gutenberg también lo hacía, imprimía textos que se parecían a manuscritos, porque la gente estaba acostumbrada a eso. Yo soy un lector empedernido de lo impreso y ahora, como director de la Biblioteca Nacional de Argentina, estoy pugnando por lo digital y poniendo la mayor parte de mi presupuesto en eso... me siento como el Papa defendiendo al Islam, porque no es una tecnología que yo use. Tengo una biblioteca muy grande, si preciso algo lo compro, pero entiendo perfectamente que los usuarios precisan de lo digital y pueden aprender a usarlo de forma inteligente, sabiendo cuáles son las ventajas y las desventajas de la tecnología.

MALDITOS CUENTOS.

Está presidiendo un concurso de cuentos de gran convocatoria. El mundo editorial, sin embargo, desestimula la publicación de cuentos. Dicen que no vende.

—En las editoriales hay, como en todo comercio, prejuicios, leyendas, una de las cuales dice que la poesía no se vende, y otra que el cuento no se vende. Son leyes falsas fabricadas por los editores en base a cierta experiencia de trabajo con best sellers. Pero es obvio que el cuento se vende. Hay best sellers universales del cuento como Poe, Maupassant, Cortázar, Borges, incluso los cuentos de Felisberto Hernández. Todos grandes-grandes de la literatura universal conocidos a través del cuento. Creo que el planteo es absurdo, pero está instalado. Por eso cuando Consuelo Gaitán, directora de la Biblioteca Nacional de Colombia, me habló de este premio, me pareció muy bien. Lo cual, al mismo tiempo, me planteó una duda: ¿acaso los géneros literarios no son un prejuicio intelectual?

—Esa es una pregunta patotera.

—A ver, con el paso del tiempo ciertos textos adquieren en la mente de los lectores, y en la de los escritores, ciertas características comunes que llevan a definirlos en función de "familias". El problema de los géneros literarios es que a esas definiciones, bien o mal intencionadas, siempre se les escapan miles de ejemplos esenciales. Si decimos por ejemplo "novela", y nos apoyamos en cualquier definición tomada de cualquier diccionario que refiera a la extensión, vamos a encontrar que allí caben El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, de extensiones muy diferentes. Entonces, ¿qué extensión debe tener una novela, cuántas páginas? Son cosas tontas. Lo mismo con el cuento: cómo agrupar en un mismo género un mini relato de Monterroso, o el cuento "Esto no es un cuento" de Diderot, o el "Pierre Menard" de Jorge Luis Borges, o los cuentos castellanos de Calila y Dimna (1251). Lo que tienen en común es que no superan las cien páginas, y hay cuentos como "Los amigos de los amigos" de Henry James, que tienen más.

—Bien, pero las etiquetas están. ¿Por qué las precisamos?

—Porque somos perezosos. No nos gusta la ambigüedad. Creemos saber lo que es el cuento sin definirlo.

—¿Y si lo definimos?

—El rasgo central que define al cuento es la unidad. Es decir, una acción que se cuenta, un personaje central, una unidad de discurso. También hay excepciones. Pero es más o menos lo que entendemos. Igual hay que estar preparado a recibir objeciones. Pero esto ocurre también en otras partes, en Estados Unidos o Canadá, por ejemplo. Allí el formato corto es lo que se escribe por excelencia.

—La canadiense Alice Munro.

—Y miles más. Se puede definir a la literatura canadiense simplemente por las colecciones de cuentos, o por sus cuentistas.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Dibujo de Ombú

CON ALBERTO MANGUELLászló Erdélyi

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