Publicidad

La muerte voluntaria

Compartir esta noticia
Ryunosuke Akutagawa

Una joya de la literatura japonesa vuelve, nos interpela, y resulta perturbadoramente familiar.

EL PACIENTE número 23 del hospital psiquiátrico es quien cuenta la historia del país de los kappa. Sin errores, sin ansiedad, el demente repite una y otra vez su relato a quien quiera prestarle atención y, cuando termina, cuando se queda sin palabras, echa la cabeza hacia atrás violentamente. Luego se incorpora de un salto y arremete contra los asombrados oyentes con insultos y golpes.

La locura acechó a Ryunosuke Akutagawa desde muy niño. Nacido en 1892, perdió a su madre, que era esquizofrénica, a los diez años. Se cuenta que vivió desde entonces al cuidado de una tía que le auguraba un destino idéntico al de su progenitora: locura y muerte temprana. Obsesionado con la amenaza de la demencia, Akutagawa se quitó la vida a los treinta y cinco años. Los primeros síntomas de la enfermedad ya habían empezado a manifestarse.

Se suele decir que Akutagawa exploró la tradición japonesa con las habilidades adquiridas en el estudio de la literatura occidental. Había estudiado en la Universidad Imperial de Tokio y se había graduado en Letras Inglesas con una tesis sobre William Morris. Pero antes ya había publicado varios de sus títulos más importantes, como La vejez (1914), La nariz (1915) y Rashomon (1915). Este último, un relato inquietante que tiene lugar en la gran puerta de Kyoto del mismo nombre durante el final de la era Heian, narra el encuentro fortuito entre un hombre que ha perdido su destino —un sirviente que ya no tiene amo— y una anciana esquelética que sobrevive de los despojos humanos que se amontonan en la vieja torre del pórtico. Fantasmas de una época pasada, muertos vivos entre los cadáveres apilados, la vieja y el sirviente están condenados a arrastrarse entre escombros y a olvidar las reglas del decoro que organizan la vida en tiempos de prosperidad. Junto con el cuento "En el bosque", de 1922, Rashomon inspiró la famosa película de 1950 de Akira Kurosawa, interpretada por Toshiro Mifune.

IGUAL QUE LOS HOMBRES

Kappa (1927) es una novela breve que usa el truco del relato dentro del relato. El paciente numero 23 del hospital psiquiátrico cuenta cómo, en medio de una solitaria excursión al monte Hodaka, se vio perdido entre una espesa niebla que le impedía casi reconocer las formas a su alrededor. Empapado y agotado, recuerda, decidió detenerse a comer algo antes de dar la vuelta de regreso a Kamicochi, de donde había salido. Fue en ese momento que vio, reflejado en la esfera del reloj, el rostro de un kappa que lo observaba. Por supuesto, había oído hablar de los kappa. Eran criaturas de los bosques y los ríos, conocidas por todo el mundo como seres reales, pero muy pocas veces vistas. Se contaban historias de hombres que habían llegado hasta ellos y no habían querido volver al mundo de los humanos, pero no se sabía de ningún caso en que hubiera pasado al revés. Los kappa no se dejaban ver por los hombres, o, al menos, no aspiraban a vivir entre ellos.

El narrador siguió contando cómo quiso atrapar al kappa y cómo lo perdió una y otra vez hasta que, cuando ya casi lo tenía, resbaló y cayó en un pozo profundo. Perdió el sentido. Cuando despertó, aún en el pozo, varios kappas se agrupaban a su alrededor, observándolo. Pronto se organizaron para trasladarlo en camilla hasta la casa de un kappa notoriamente joven, de monóculo. Luego sabría que era el médico, y que se llamaba Chak.

La vida en el país de los kappa, tal como la describe Akutagawa, no es muy distinta a la vida de los hombres. Entre los kappa hay, además de médicos y pescadores (como Bag, el kappa viejo entrevisto en la niebla), artistas, estudiantes, filósofos, jueces, estadistas y hombres de negocios. Hay directores de periódicos, políticos profesionales y rebeldes revolucionarios. Hay mezquindad y envidia, celos y generosidad. Hay leyes, hay industria, hay guerras. Hay religiones (el templo del Viverismo es el edificio más grande del país de los kappa, y recoge elementos de todos los estilos arquitectónicos. Sus santos son, entre otros, Nietzsche, Wagner, Strindberg y el poeta japonés Kunikida Doppo); hay modas espirituales pasajeras. Hay vigorosos rituales de apareamiento y se puede elegir dar marcha atrás a la hora del nacimiento, y no nacer.

VAGO SENTIMIENTO DE ANGUSTIA

Aunque esta brevísima novela puede ser leída como una sátira sobre el Japón de la época en que fue escrita (un país ya obligado a abrirse a Occidente y que incorporaba costumbres y reglas extranjeras luego de haber sobrevivido durante siglos volcado sobre sí mismo y aferrado a sus tradiciones), cualquier lector experimenta, al leerla, la sensación de estar ante algo conocido. Publicada doscientos años después de Los viajes de Gulliver (Jonathan Swift, 1726) y una década antes de El Hobbit (J.R.R. Tolkien, 1937), también la novela de Akutagawa remite a la fantasía del encuentro con criaturas similares a los hombres y organizadas según principios muchas veces incomprensibles, pero que pueden ser leídos como caricaturas de la vida humana en sociedad. En el caso de Kappa, algunos fenómenos de la modernidad, como la industrialización imparable, el poder del gran capitalista (que no sólo manda en sus fábricas e influye en el gobierno, sino que es el amo en las sombras del periódico Pou Fou, de orientación izquierdista), la violencia de las pasiones y la aparente arbitrariedad de ciertas leyes y costumbres hacen la lectura especialmente próxima. Pero no todo es crítica social. Las vidas de los kappa, sus preocupaciones y sus recursos para enfrentar la angustia de la existencia también se revelan, por momentos, como preguntas pertinentes desde una perspectiva humana universal.

Akutagawa se quitó la vida con una sobredosis de veronal en 1927, un año después de la publicación de esta novela. El suicidio, había escrito en Los engranajes, es causado por "un vago sentimiento de angustia" sobre el propio futuro. Sin la carga de culpa que tiene para los occidentales, es (o fue), para los japoneses un destino elegante y digno ante la perspectiva de una vida de degradación. Por razones "estéticas y prácticas" Akutagawa decidió evitar las formas dolorosas y sangrientas de dejar este mundo. "Nosotros, los humanos, por ser animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte. La así llamada vitalidad es sólo otro nombre de la fuerza animal. Yo mismo soy un animal humano. Y parece que esta fuerza animal se ha escurrido gradualmente de mi sistema, a juzgar por el hecho de que tengo tan poco apetito por la comida y las mujeres. El mundo en el que vivo es el de los nervios enfermos, lúcido como el hielo. Esta muerte voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo, la naturaleza me resulta más bella que nunca, por paradójico que parezca. He visto, amado y experimentado más que otros. En eso al menos experimento cierta satisfacción, a pesar de todo el dolor que he tenido que soportar hasta el momento".

El 24 de julio de 1927 Ryunosuke Akutagawa se evitó así el destino humillante, terrible, del paciente número 23 del hospital psiquiátrico.

KAPPA, de Ryunosuke Akutagawa. Ático de los Libros, 2010 (recién distribuido en Uruguay). Barcelona, 106 págs. Traducción de Davis Favard. Distribuye Océano.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Ryunosuke Akutagawa

KAPPA, NOVELA DE AKUTAGAWASoledad Platero

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

literatura japonesa

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad