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Ligero de equipaje

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Antonio Machado

Poeta e intelectual español que marcó a generaciones, en una renovada biografía

Desde los 18 años, cuando sin dominar todavía el español descubrió el Romancero gitano de Federico García Lorca, Ian Gibson se ha dedicado a estudiar e investigar la historia de España y, en particular, la vida y la muerte del "desaparecido más famoso del mundo", como llama a Lorca. Así, El asesinato de García Lorca, Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser, Ramón Ruiz Alonso. El hombre que delató a García Lorca, Lorca y el mundo gay, son los principales títulos de su larga producción sobre el poeta y dramaturgo granadino. Nacido en Dublín, Gibson es el más célebre de los hispanistas vivos. Eligió vivir en España y, al cabo de 14 años en Granada, hoy está instalado en el popular barrio Lavapiés de Madrid. Hace más de una década publicó Ligero de equipaje, un apasionante ensayo biográfico sobre Antonio Machado, que reeditó Penguin Random House en sus Ediciones DeBolsillo.

SANGRE JACOBINA.

Para la lectura de Ligero de equipaje, Gibson recomienda tener a mano la poesía completa de Machado que el autor hará dialogar estrechamente con la época y los datos biográficos del poeta. Organizada en capítulos que llevan el nombre de las ciudades donde vivió (de la Sevilla natal a la Collioure del final) Gibson hace un retrato vivo y documentado de la familia en la que nació y del país que tan hondamente preocupó a Machado.

Intelectuales, republicanos, anticlericales, jacobinos y masones, el abuelo y el padre de Machado fueron universitarios de amplia cultura e ideas contracorriente. El primero, Antonio Machado Núñez, médico y rector de la Universidad de Sevilla, también fue antropólogo, botánico y divulgador de temas científicos en charlas y conferencias. El padre, Antonio Machado Álvarez, era doctor en Letras y Filosofía y erudito del folclore andaluz. Machado vino al mundo en el palacio Las Dueñas, propiedad que los duques de Alba habían dividido y alquilaban a familias de recursos modestos pero de buen nivel ("Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla/ y un huerto claro donde madura el limonero"). Del abuelo heredará la convicción republicana, el amor por España y la Naturaleza. La abuela le inculcará la inutilidad de la jactancia y la conciencia de la pequeñez del individuo.

El matrimonio de Machado Álvarez con Ana Ruiz tuvo numerosa prole, todos hombres de letras y creadores. Manuel, el primogénito, poeta y dramaturgo; Francisco, licenciado en Derecho y poeta; José, pintor, y Joaquín, periodista.

Antonio estudió en la Institución Libre de Enseñanza que dirigía el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, donde lo inscribió el padre junto a su hermano Manuel a fin de que hubiera "Machados en el mundo para combatir la tiranía y el oscurantismo". El maestro Giner de los Ríos fue, junto a la influencia familiar, decisivo en la formación intelectual y las convicciones de los hermanos Manuel y Antonio.

Gibson recrea muy bien el ambiente del Madrid de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, el de la guerra con Cuba, la Barcelona anarquista, el escándalo que desató el estreno de Electra, de Benito Pérez Galdós, las revistas literarias en las que publicó por primera vez el poeta y el París que conocerán los hermanos Machado donde resonaba el caso Dreyfus y que los conquistó junto a la poesía de Verlaine.

De la biografía de Gibson surge el Machado austero y retraído ("Antonio no ha tenido nunca esa alegría propia de la juventud", decía la madre) y el intelectual republicano y progresista que se compromete hasta el final con la República contra el fascismo. En prosa y en verso, Machado critica y le duele el atraso del país ("En esta pobre España que bosteza/ por hambre o por hastío/ por tener el estómago vacío/ vacío el corazón y la cabeza"). Como sus contemporáneos de la Generación del 98, España lo nutría y, a la vez, lo agobiaba ("Somos los hijos de una tierra pobre e ignorante, de una tierra donde todo está por hacer", "Tengo un gran amor por España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo").

"Resignado pero no satisfecho", como le escribió a Unamuno, vivió más de una década en provincias. En 1907 ganó un puesto como profesor de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico de Soria, un pueblo campesino, conservador y empobrecido. En Soria nació su segundo libro, Campos de Castilla (1912), que incluyó el magnífico poema "La tierra de Alvargonzález" inspirado en uno de los tantos crímenes que ocurrían en el campo. Una composición épica que tenía como móvil la ambición y la envidia ("La codicia de los campos ve tras la muerte la herencia;/ no goza de lo que tiene/ por ansia de lo que espera").

En Soria también conoció a la joven Leonor Izquierdo con quien se casó. Él era un hombre de 34 años y un poeta con prestigio creciente y ella una muchacha de 15 años. Junto a Leonor, Machado vivió un corto período de plenitud personal. Ganó una beca para estudiar filología francesa en París, se instaló con Leonor en el barrio latino y empezó a publicar junto a Amado Nervo, Leopoldo Lugones, Jacinto Benavente y José Enrique Rodó en las revistas literarias Mundial Magazine y Elegancias que dirigía su admirado Rubén Darío. Se inscribió como estudiante en las conferencias del filósofo Henri Bergson hasta que la enfermedad de Leonor le cayó "como un rayo en plena felicidad", como le escribió a la madre. Por consejo de los médicos y sin dinero (tuvo que pedirle prestado a Rubén Darío para comprar los pasajes) volvieron a Soria en busca de mejor clima para la tuberculosis que padecía la joven. El jurista y ensayista Mariano Granados lo veía pasar por las calles del pueblo empujando la silla de ruedas en la que iba una Leonor delgadísima, transparente y frágil. Su muerte desgarró a Machado (le confesó a Juan Ramón Jiménez que había pensado en pegarse un tiro) y lo llevó a Baeza, una ciudad pequeña, fría y muy católica ("Soria es Atenas comparada con esta ciudad donde ni aun periódicos se leen"). Allí iba a pasar los siguientes siete años.

APÓCRIFOS Y HETERÓNIMOS.

Gibson estudia las amistades intelectuales de Machado (con Juan Ramón Jiménez, con Unamuno, de quien se sentía discípulo) y la fértil dupla que integró con su hermano Manuel. Juntos escribieron exitosas obras de teatro en verso que, como Lola se va a los puertos, hecha a pedido de la actriz Lola Membrives, se estrenó en Madrid, luego viajó por toda España y llegó a Buenos Aires y Montevideo.

Si los proyectos teatrales le dieron la ilusión de escapar de la estrechez económica ("veo una posibilidad de oro y nombradía", le escribió a Manuel) solo el estudio (a los 43 años obtuvo el título de Licenciado en Filosofía y Letras) lo sacó de ella y le permitió saltar primero a Segovia y luego a Madrid ("siempre sobre la madera/ de mi vagón de tercera", dice el verso que evoca los viajes que hacía los viernes, al fin de las clases, de Segovia a la capital).

A mediados de 1926 publicó el Cancionero apócrifo de Abel Martín, su primer heterónimo al que luego le nacerá un "biógrafo, discípulo y contradictor" llamado Juan de Mairena ("mi 'yo filosófico' que nació en épocas de mi juventud"), un personaje que crecerá hasta convertirse en verdadero alter ego del poeta.

Luego de un largo y sufrido duelo por Leonor ("Nunca he sido mujeriego y me repugna toda pornografía. Tuve adoración a mi mujer y no pienso volver a casarme", había escrito después de su muerte) el amor volvió a su vida aunque esta vez tampoco le daría completa felicidad. La "diosa", como la llamaba, fue la poeta madrileña Pilar de Valderrama.

Valderrama llegó a Segovia a mediados de 1928 con una carta de presentación para Machado. Mujer casada y católica practicante, fue a la ciudad en busca de sosiego tras la infidelidad de su marido, un don Juan que nada tenía que envidiar al Mañara de la obra de teatro del mismo nombre, escrita por los hermanos Machado.

En la autobiografía póstuma Si, soy Guiomar (1981) Valderrama narra el primer encuentro con él, comienzo de una relación desventurada para el poeta. Ella solo pretendía un vínculo espiritual ("una amistad sincera, un afecto limpio", escribe en la autobiografía). "Con tal verte, lo que sea", habría respondido él. Valderrama estima que Machado le escribió más de doscientas cartas en los siete años que duró la platónica relación. Cuando al inicio de la guerra civil ella salió con el marido y los hijos a Portugal, quemó la mayoría de la correspondencia, supuestamente al azar, y dejó un puñado de cartas en custodia de una amiga. Pero Valderrama hizo más, alteró las cartas, mutilándolas y agregándole decolorantes para borrar pasajes y expresiones inconvenientes.

Gibson se interna en los entresijos de la relación hecha de ilusiones y ausencias y es claro que, al igual que otros biógrafos y críticos de Machado, no siente simpatía por Valderrama: "Su comportamiento tiene otra lectura o lecturas, desde luego, que no han dudado en proclamar algunos machadianos, entre ellos Jordi Doménech, que sostiene que lo único que le interesaba, o casi, era su autopromoción literaria, para lo cual consideraba que Machado le podía ser muy útil". Lo cierto es que él sufría lo indecible por las condiciones que le imponía su diosa pero estaba dispuesto a soportarlas ("Sin verte no podría vivir, por lo menos sin la esperanza de verte. ¿Comprendes? Es verdad que tu presencia me enloquece; pero yo me pondré la camisa de fuerza."; "Y como soy un amante sin vanidad, sin orgullo, como te quiero religiosamente aunque atormentado todo hay que decirlo por lo humano, demasiado humano convencido de que amo a una diosa, temo que algún día, todo se me desvanezca como un sueño", dice en las amorosas y sufrientes cartas que le envía).

El viaje de ella a Portugal y luego la guerra civil separaron de hecho a los amantes. Con desaprensión, en la autobiografía Valderrama reducirá injustamente el compromiso político del poeta con la tragedia de España a una cuestión de ingenuidad y falta de consejo: "Yo sé que sin mi ausencia, Antonio no hubiera escrito muchas de las cosas que publicó en Madrid, Barcelona o Valencia durante la guerra; ni hubiera pronunciado algunas conferencias que no eran dignas de él".

CRIMEN EN GRANADA.

La proclamación de la segunda república el 14 de abril de 1931 sacó a Machado del éxtasis amoroso que le hacía vibrar solo con su diosa. Fue uno de los impulsores de las Misiones Pedagógicas con las que el gobierno se propuso llevar cultura (teatro, exposiciones, cine, literatura) a los pueblos y a los más pobres, lo preocupó el ascenso de Hitler al poder, el incendio del Reichstag, el triunfo de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de José María Gil Robles en las elecciones de 1933 y la fundación de la Falange Española.

Se afilió a Izquierda Republicana y adhirió con Manuel y otros escritores e intelectuales al manifiesto "Contra el terror nazi". Decidió unir su suerte al destino de la república y cuando se alzaron los nacionalistas, estampó su firma en la declaración de los fieles al gobierno. Algunos de ellos, como Gregorio Marañón y como Ortega y Gasset, pronto tomaron distancia de la causa. Otros, directamente, defeccionaron. Es el caso de su hermano mayor, Manuel, que en un mes dejó de ser republicano y se volvió franquista. Un año más tarde escribía: "¡Oh, la España de Franco, baluarte/ contra la plaga asiática en Europa!"

Machado, en cambio, asumió posiciones políticas cada vez más radicales. Aunque no era marxista ("Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista, no lo he sido nunca, es muy posible que no lo sea jamás", dice el 1º de Mayo de 1937 cuando habla en el congreso de las Juventudes Socialistas Unificadas, en Valencia) no temió escribir en publicaciones comunistas ni compartir tribuna con sus representantes intelectuales. "El crimen fue en Granada", escrito ante el asesinato de García Lorca, se publicó por primera vez en la revista Ayuda, del Socorro Rojo Internacional. Repudió la política de no intervención de las democracias de Europa Occidental (la llamó "hipocresía diplomática") y le dedicó un soneto al jefe del Quinto Regimiento, el comunista Enrique Lister ("Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría").

En noviembre de 1936 el Quinto Regimiento decidió evacuarlo a Valencia junto a otros artistas e intelectuales. Aceptó resignado y solo puso como condición partir con los suyos más cercanos. Poco después su hermano José envió a las tres hijas a la URSS de donde saldrían recién nueve años más tarde para reencontrarse con los padres en el exilio chileno.

La actividad de Machado era cada vez más intensa (estaba pendiente de las informaciones sobre la marcha de la guerra, escribía para La Vanguardia) y su salud decaía. Sin afeitar, flaco y siempre con el cigarrillo en la boca, los testimonios de quienes los trataron en este período coinciden en que los años le habían caído encima ("miré a este hombre triste, encorvado, tan viejo como España, este tierno poeta", escribió Ilya Ehrenburg cuando lo entrevistó en Torre Castañer).

La inminente caída de Barcelona lo obligó a salir en dirección a Girona. Comenzaban los últimos días del poeta. Partió con lo puesto junto a la madre, José, su cuñada Matea y otros escritores, en caravana mientras se escuchaban las sirenas y el estruendo del bombardeo. Años después, José escribió un libro de recuerdos llamado "Últimas soledades del poeta Antonio Machado" en el que narra la huida de la familia y el triste inicio del exilio. Sobre la última noche que pasaron en una casa de campo en Viladasens, que será también la última en España, dice José: "El Poeta, en esta noche de horrible pesadilla, parecía una verdadera alma en pena entre aquella desasosegada multitud". En esas horas terribles, Machado le confesó al filólogo Tomás Navarro Tomás que estaba arrepentido de haber dejado el país ("Yo no debía salir de España. Sería mejor que me quedara a morir en una cuneta".)

El cruce de la frontera fue un calvario. Recorrieron los últimos veinte quilómetros que los separaban de Port Bou bajo una lluvia y un viento helado. El filósofo Joaquín Xirau, que integraba el grupo, dejó testimonio del episodio: "…los choferes de las ambulancias que nos conducían nos dejaron en medio de la carretera, sin maletas ni dinero (…) El frío era intenso. Llovía abundantemente. Cuarenta personas. Mujeres. Niños. La madre de don Antonio, de ochenta y ocho años, con el pelo calado de agua, era una belleza trágica". La llevaban en brazos, como a una niña. Creía que estaban llegando a Sevilla.

Ya en Collioure, Machado le escribió a José Bergamín: "Mi problema más inmediato es el de poder resistir en Francia hasta encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a la URSS donde encontraría amplia y favorable acogida". El relato de los últimos días en el Hotel Bougnol-Quintana es desgarrador. Machado casi no salía de la habitación y se turnaba con José para bajar al comedor porque tenían una sola camisa decente; sin dinero siquiera para despachar una carta José y Matea no podían escribirle a las hijas en Moscú, y la madre, en otra época pilar de la familia, postrada en la cama. Enfermo de congestión, Machado agonizó cuatro días. En la misma habitación estaba su madre en coma. El 22 de febrero de 1939 murió el poeta y tres días después lo siguió la madre. ("Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio", había dicho.) Los dos están enterrados en el pequeño cementerio de Collioure.

LIGERO DE EQUIPAJE, La vida de Antonio Machado, de Ian Gibson. Penguin Random House, 2016. Madrid, 839 pág.

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