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Un juego original

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Marcel Duchamp

Historieta biográfica en formato desplegable

MARCEL DUCHAMP, UN JUEGO ENTRE MI Y YO, de François Olislaeger. Turner, 2015. Madrid, 66 págs. Distribuye Océano.

POR MÁS extensa que sea, una historieta biográfica es siempre un ejercicio de síntesis. Especialmente si se concentran 81 años de vida en 66 páginas, que es lo que hizo el historietista belga François Olislaeger (1974) con su libro Marcel Duchamp, un juego entre mí y yo. El subtitulo alude, en realidad, al juego entre el autor y Duchamp, ya que la historieta está escrita como una autobiografía en la que el artista cuenta hasta su propio fallecimiento. No se trata de un libro tradicional; el formato es un desplegable de 6 metros de largo, o sea un acordeón con dos caras de tres metros. Los mismos pliegues de esa larga tira marcan las páginas y, una vez abierta, la narración fluye sin interrupciones.

Se puede leer tanto página a página (es decir, de plegado en plegado) como todo abierto. Es un formato del que hay pocas referencias en el mundo del cómic y que parece perfecto para sintetizar el recorrido vital de este artista conceptual. Fue financiado originalmente por el Centro Pompidou, en ocasión de una gran exposición retrospectiva que se montó un par de años atrás. A diferencia de otras historietas convencionales sobre artistas, como por ejemplo Chagall en Rusia de Joann Sfar (451 editores), aquí el formato del libro lo convierte en un pequeño objeto que invita a una lectura ordenada o azarosa.

El lector debe asumir un espíritu lúdico. Puede entrar a la historia en forma cronológica e ir desplegando la historieta como si se tratara de un plano secuencia cinematográfico en el que Duchamp camina por su vida y la relata con una gran cantidad de anécdotas y datos. Olislaeger se las ingenia para que el orden de lectura dentro de cada "página" sea más o menos el tradicional, de arriba abajo y de izquierda a derecha, aunque a veces el flujo narrativo sigue sus propios derroteros y la información se desordena un poco, aunque el autor organiza las cosas con suficiente tino como para que la información escrita mantenga su coherencia narrativa.

El acierto conceptual de Olislaeger está en el modo en que sintetizó esas ocho décadas de viajes por el mundo, búsquedas conceptuales, encuentros y desencuentros con mujeres, artistas y benefactores. También están retratadas esas costumbres algo chantas a las que apelan algunos artistas para sobrevivir, y que el propio Duchamp frecuentó. Está presente, de forma muy sutil, la cuestión de cómo se valúan y legitiman las obras de arte, procesos muy relativos y condicionados por los circuitos a los que se pertenezca. "Leyendo los textos del artista, me di cuenta que fue un hombre que vivió la vida y el arte como un largo paseo, siguiendo y reaccionando ante los flujos que se encontraba por el camino" dijo Olislaeger en una entrevista. "Decía que le gustaba más vivir, respirar, que trabajar; que su arte era vivir, y que cada segundo, cada respiración era una obra no inscrita en ningún lugar". Pocas veces una historieta ha logrado representar semejante caminata vital. Olislaeger lo logró.

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