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Idea sólida, ejecución perfecta

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Sergio Bizzio
Mathieu Bourgois Agency

El autor argentino deslumbra con una novela redonda.

SE CONOCEN en la cola del súper. Ella, veinticinco años; él, cuarenta. Ella es doméstica en la mansión de la esquina (están en Recoleta, en Buenos Aires); él es peón en una obra. A ella le gusta Cristian Castro. Él es cumbiero de alma, pero le gusta que ella sea romanticona. Apenas empiezan a hablar y ya saben en todo el cuerpo que están enganchados. El resto será cuestión de tiempo: verse a la pasada dos veces al día, en la puerta de servicio de la mansión; tener sexo una vez a la semana en un hotelito del Bajo; aprovechar cualquier oportunidad para robarle a la vida un rato más de estar juntos, de compartir la mesa, de ver la tele como al descuido.

Rabia es la historia de un amor trágico entre dos personas comunes y corrientes: Rosa y José María (a quien todo el mundo llama María, simplemente). Porque al contrario de lo que suele creerse, la tragedia no es sólo cosa de reyes.

Una serie de eventos desafortunados (un asesinato, un regreso inesperado) deja a María acorralado y sin escape. Permanecer escondido en la mansión es lo primero que se le ocurre ("se le ocurre" es mucho decir; María es de actuar, de moverse instintivamente, de proceder con velocidad y eficacia), y con el paso del tiempo se verá que fue una decisión inteligente. Loca, tal vez, pero inteligente. Desaparecer del mundo. Evaporarse. Volverse un fantasma hasta que las cosas se calmen. Así, en ese ejercicio ascético de ser una sombra pegada a las paredes de la mansión María vivirá tres años. Durante ese tiempo aprenderá las rutinas domésticas, mirará a Rosa —sabrá que miente, que es bandida y lúbrica, que es ingenua—, a la patrona —sabrá que es alcohólica, que tal vez tenga un amante—, a los parientes y amigos que caen para las fiestas; leerá best sellers y libros de autoayuda disponibles en la biblioteca, aprenderá a caminar sin hacer ruido, a saquear la despensa sin que se note y hasta a comunicarse con Rosa sin delatarse. Se hará amigo de una rata, porque un hombre puede volverse invisible, pero no puede vivir sin la ilusión de cuidar a alguien. Y seguirá siendo él, el mismo, el que Rosa conoció, el que no vacila en matar, aunque tampoco se lo proponga.

Rabia es una novela redonda; un relato que va y viene en el tiempo con tanta fluidez que ni se nota. Lo mismo ocurre con los diversos asuntos implícitos en la historia y que deberían mencionarse en un análisis exhaustivo (el sexo, los vínculos de clase, la decadencia de un modo de vida): están presentes sin hacer ruido, sin romper la elegancia de una trayectoria impecable. La escritura es precisa, la idea es sólida, la ejecución es perfecta. Rabia termina —es una tragedia— como debe terminar: en un destello de gloria. 

RABIA, de Sergio Bizzio. Criatura Editora, 2015. Montevideo, 216 págs.

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