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Fuga hacia la auténtica paternidad

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Amity Gaige

Sobre los hijos, la memoria, los orígenes y la identidad, en una época turbulenta.

La novela Las buenas intenciones, de Amity Gaige, es un compendio de muchas de las mejores y peores cosas que uno apenas se anima a imaginar sobre lo que significa ser padre de un niño pequeño. Al mismo tiempo es el diario de viaje de un padre con el cual el lector dudará entre empatizar y abrazar decididamente, o catalogar de idiota peligroso.

Porque nunca está del todo claro, y nunca es cosa juzgada. Y esa es, precisamente, una de las virtudes de la estadounidense Amity Gaige (Charlotte, 1972), que a lo largo de la obra va entregando en forma lenta información, detalles, imágenes, con los que cada uno construirá, intentará formarse una opinión.

Un padre separado y en crisis, que vivió toda su vida bajo una identidad falsa, recorre el noreste de Estados Unidos en auto junto a su hija de seis años en una suerte de paseo-vacaciones-fuga que mezcla situaciones enternecedoras con otras escalofriantes. Ir conociendo el pasado, los pensamientos y las motivaciones de ese padre a través de su diario (una especie de crónica que le escribe a su ex mujer) pone al lector en una incómoda situación, como si fuera un terapeuta que se va enterando de las virtudes pero también de los errores y contradicciones, de los traumas y experiencias, cercanos o remotos, que condicionan a estos seres.

“Descubrimos que, al otro lado del seto, las últimas moras del verano todavía colgaban de las horripilantes zarzas. Debatimos si el seto era nuestro o no y si, por consiguiente, las moras eran nuestras también. (Decidimos que sí). En la casa del vecino encontramos un jardín abandonado. Descubrimos que el olor de las hojas de menta, si las aplastas entre los dedos, permanece durante horas en la piel. Hicimos sopa de hierba. Advertí que mi hija era capaz de combinar la escrupulosa atención a los detalles de su madre con la incansable capacidad de sorpresa y asombro de su padre. Me di cuenta de que su aparente vulgaridad (su gusto por la purpurina y su tendencia a los gritos de emoción agudos, etc.) era una especie de camuflaje de su ser interior, su ser más auténtico, un ser que soportaba la carga de una percepción extraordinaria”.

Gaige, cuya madre es psicóloga, estudió lengua inglesa y teatro. Las buenas intenciones (que se tituló Schroder en la versión original), es su tercera novela. Sus obras anteriores (O my darling, 2005, y The folded world, 2007) obtuvieron numerosos premios y distinciones. Ella misma explica el proceso personal por el cual llega a su personaje, inspirado parcialmente en un caso real. “Cuando mi hijo tenía tres años yo era muy joven y quería ser buena madre, pero no sabía exactamente qué significaba eso, o cómo ser suficientemente buena. En esa época leí un artículo sobre un hombre que secuestró a su propia hija para pasar más tiempo con ella. Y cuando lo detuvieron dijo ‘los días que pasé con mi hija fueron el mejor momento de mi vida’. Y yo me puse a pensar, este tipo está obviamente perturbado, ¿pero tal vez al mismo tiempo sea un padre amoroso? Estaba muy interesada en esa cuestión”, cuenta en un video de Twelve Books, la editorial de la versión en inglés.

“El personaje de mi libro también es un tipo trastornado. Se está divorciando de su mujer, perdió la custodia de su hija, y sin saber muy bien lo que hace se la lleva en el auto a recorrer carreteras, en un viaje juntos, sin tener claro qué busca. Creo que en el fondo lo que necesita es huir de una vida de autoengaños y acercarse a una realidad más honesta y tal vez más dolorosa, y necesita hacerlo frente a su hija, para decirle ‘este soy yo, este es tu verdadero padre’”, añade.

De prosa ágil y atrapante, Las buenas intenciones lleva a reflexionar sobre la paternidad, la identidad, los orígenes, el paso del tiempo, lo no dicho. En definitiva, sobre lo relativo, ambiguo, complejo y efímero de todas las cosas. Sin moralina ni lugares comunes.

LAS BUENAS INTENCIONES, de Amity Gaige. Salamandra, 2015. Barcelona, 285 págs. Traducción de Sonia Tapia Sánchez. Distribuye Gussi.

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