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Floración de la escritura

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Virginia Woolf

Autora de una de las obras más audaces de la literatura inglesa, en una bienvenida reedición.

EDITADO con esmerada elegancia y magníficas ilustraciones de Elena Ferrándiz, este libro breve acerca tres relatos de Virginia Woolf escritos entre 1917 y 1921, mientras trabajaba en la novela Noche y día y su comprensión del agotamiento del realismo la inducía a experimentar formas nuevas, finalmente introductoras de la introspección y los pulsos de conciencia del modernismo.

"Como las respuestas actuales no bastan, debemos tantear nuevas; y el proceso de descartar las viejas, cuando no tenemos ninguna idea en absoluto de qué poner en su lugar, es muy triste" escribió por entonces en sus diarios. Pero no le faltaron. Así como abandonó las formas clásicas de la novela, también se alejó del cuento tradicional por la aventura de intentar una narración sin género, sostenida por los movimientos de su imaginación y percepciones menos ingenuas de lo que aparentan.

El Real Jardín Botánico de Kew, en el sudoeste de Londres, da el título al exquisito retrato de un día caluroso en los jardines, narrado con el juego caprichoso y aéreo de una libélula, en torno a una florecida planta de arriate, el esforzado paso de un caracol y cuatro parejas de paseantes frente a ella. El matrimonio conversa sobre su remoto pasado personal. Él recuerda que se sentó junto al lago con otra mujer y le pidió casamiento. Ella, el beso que una anciana le dio sobre la nuca, cuando tenía seis años. Un hombre mayor le confiesa a otro más joven sus engaños espiritistas, dos señoras de condición pobre los observan con "una franca fascinación por cualquier excentricidad que indicase un cerebro trastornado, sobre todo en los pudientes", y una joven pareja que está a punto de decirse el amor, huye a la confitería para tomar el té. Todo el relato experimenta con los sobreentendidos, deja las palabras a medias y explora en detalle los comportamientos de la luz sobre el color hasta alcanzar el efecto fundido de un cuadro de Renoir. Da un mundo de formas leves, menos para el decidido caracol, con sondeos muy expresivos de la voluntad de traer la inmanencia de la realidad por las percepciones más alejadas de las trivialidades de la representación.

"Una casa encantada" recupera la inclinación inglesa por las historias de fantasmas con el tono cordial de una pareja de espectros que busca algo perdido. De nuevo asoma el tema del amor como un objeto sagrado e innombrable. Y es en el tercer relato, "La marca en la pared", donde Virginia Woolf se desata con mayor soltura en la libre asociación de reflexiones, fantasías y dudas, para dar cuerpo a un brillante monólogo interior, sin más apoyo que la deriva de sus pensamientos alrededor de una sombra que ha capturado su atención. El tono es íntimo, sin retacear espacio a las condenas que pesan sobre la mujer y los conflictos más irresueltos.

"Nunca olvidaré el día en que escribí La marca en la pared, todo de un tirón, como volando, tras haber sido mantenida cautiva picando piedra durante meses —le escribió en una carta a su amiga Ethel Smyth—… Me demostró cómo podía encarnar todo mi bagaje de experiencia en una forma que le encajaba, no que alguna vez haya alcanzado ese fin. Pero de todos modos vi, abriéndose de un túnel que yo misma hice, cuando descubrí ese método de aproximación, El cuarto de Jacob, La señora Dalloway, etc.".

Desde entonces Virginia Woolf desarrolló una de las obras más audaces de la literatura inglesa. El lector de estos tres cuentos puede asistir a las ideas en germen que perfilaron su poética, de esa manera privilegiada en que un testigo anuncia lo que vendrá, por su propio mérito. Los tres relatos parten de superficies triviales a una exploración de registros sensibles, y como la edición que los reúne, son encantadores.

KEW GARDENS Y OTROS CUENTOS, de Virginia Woolf. Nórdica, 2016. Madrid, 77 págs. Distribuye Escaramuza.

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