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El escriba adulón

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Woody Allen

Pocas vidas artísticas han sido tan ricas y, a la vez, contradictorias. Merecía una pluma menos condescendiente.

WOODY ALLEN, uno de los más importantes creadores del último medio siglo, llegó a los ochenta años. En su larga vida ha sido autor de libretos para humoristas, ha frecuentado el stand up, fue guionista cinematográfico, dramaturgo, actor y director sin olvidar su desempeño como clarinetista. Alcanza mencionar algunas de sus películas, Annie Hall, Manhattan, Hannah y sus hermanas, La Rosa Púrpura del Cairo o Crímenes y Pecados para demostrar su importancia. Ha sabido reflejar conflictos y angustias del ser humano valiéndose del humor y, en menor medida, del drama. Es un gran creador de sentencias inteligentes y en pocas palabras destruye lugares comunes, alcanzando ciertas verdades. En su película Los Secretos de Harry un personaje reconoce que las más bellas palabras que puede recibir una persona no son "te quiero" sino "es benigno". Desde hace un buen tiempo Allen ha generado la rutina de estrenar una película al año, por lo que ha recibido numerosas críticas. Es paradójico que alguien que ha pintado como pocos la realidad de su ciudad, Nueva York, sea más reconocido en Europa que en Estados Unidos, y que gracias a ese apoyo europeo haya podido financiar varias de sus últimas realizaciones. "Menos mal que existe París", reconoció. La rutina de crear y estrenar es su remedio eficaz para no pensar en la muerte. Ha confesado que no le interesa alcanzar la inmortalidad a través de su obra sino que preferiría alcanzarla no muriendo.

Hay dos libros esenciales sobre él, y de ambos es autor Eric Lax: Woody Allen. La biografía (Ediciones B, 1991) y Conversaciones con Woody Allen (Lumen, 2008). En este último Lax ordena largas charlas que mantuvo con el director sobre tópicos de su trabajo, clasificándolas por temas tales como idea, dirección, actores, montaje, etc. A esos trabajos, se suma el reciente de Natalio Grueso, gestor cultural español que ha ocupado cargos de dirección en esa área, autor de dos novelas. Grueso aclaró que en Woody Allen. El último genio quiso mostrar a la "persona y no personaje", y que el libro es "una mezcla de biografía, conversación, ensayo sobre cine y, ante todo, mi visión personal". El autor reconoce que es su amigo y admirador. El resultado padece, entonces, de dos notorios defectos: la falta total de crítica, y la superficialidad. La más floja de sus películas, que Grueso se rehusa a nombrar, es "aceptable" y mejor que cualquier obra que se exhibe en el presente. No profundiza en la personalidad del director y evita cualquier zona oscura. Apenas menciona la denuncia de su ex pareja, Mia Farrow, sobre un supuesto abuso sexual sufrido por una de sus hijas adoptivas. Como se dijo, Allen es de los creadores cinematográficos más importantes y su obra, así como su vida, merece estudiarse. Pero éste no parece un camino adecuado. La acumulación de elogios llega a bordear, de forma peligrosa, la adulación, algo que no debe agradar ni al propio Allen.

WOODY ALLEN, EL ÚLTIMO GENIO, de Natalio Grueso. Plaza & Janés, 2015. Barcelona, 265 págs. Distribuye Penguin Random House.

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