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Esas líneas malditas

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La cocaína también sirve, en Italia, para producir literatura. Malpaso reunió en un volumen tres autores poco conocidos en el Río de la Plata.

Es imposible hablar de literatura policial italiana sin nombrar a Leonardo Sciascia y a Andrea Camilleri, aunque no se agote en sus notables plumas una producción que, por múltiples crónicas periodísticas, es no solo nutrida sino capaz de dar cuenta de una realidad social y política en la que la violencia y el narcotráfico se han convertido en moneda corriente. Sin embargo, poco y nada ha llegado a estas latitudes, y a no ser por las inefables aventuras del comisario Ricciardi (un imposible personaje que ve muertos que le cuentan el final de los casos que investiga), de Maurizio de Giovanni, o por las investigaciones de Roberto Saviano (Gomorra, CeroCeroCero), esa extendida familia de cultores de un género que está tan de moda nos resulta prácticamente desconocida.

Acaso sea por eso que la editorial catalana Malpaso salió a buscar tres cuentos de sendos narradores italianos y los reunió bajo el título (y el motivo) común de Cocaína. Se trata de “La pista de Campagna”, de Massimo Carlotto, “La velocidad del ángel”, de Gianrico Carofiglio y “El baile del polvo”, de Giancarlo De Cataldo. Los tres son autores premiados en su país e incluso traducidos al castellano, hasta ahora solo distribuidos en España. Los tres se acercan al tema del narcotráfico desde distintas estrategias narrativas, aunque no todos corren la misma suerte en cuanto a los resultados.

En su juventud Carlotto (1956) fue integrante del grupo de extrema izquierda Lotta Continua, y fue acusado de un asesinato que no cometió pero por el cual pagó exilio y cárcel. El detective que transita por sus varias novelas se apoda el Caimán, y también él supo estar preso. En su cuento es el inspector Campagna, otro de sus habituales protagonistas, quien se ve envuelto en un intrincado episodio cargado de tópicos, hombres y nombres que fatigan al lector, con pretensiones de un vago neorrealismo que bucea en el consumo de cocaína entre obreros y desocupados.

El cuento de Carofiglio (1961) es el más interesante de los tres, o al menos el que no cae en tanto exceso. Juez y senador, integrante del departamento antimafia, el autor conoce a fondo el papel del crimen organizado, y el protagonista de sus varias novelas es un abogado. En “La velocidad del ángel” el personaje central es un escritor que a diario concurre a un bar donde espera terminar una novela, y donde se cruza con una mujer subyugante, una ex policía que a la postre termina contándole un oscuro episodio de su pasado en el que figuran una hermosa dealer y unas cuantas líneas de coca. Carofiglio elude así los tópicos más comunes del género, sin apartarse de los lineamientos narrativos que lo definen.

De Cataldo (1956), también magistrado, guionista y dramaturgo, con más de veinticinco títulos en su haber, es el más ambicioso de los tres. En primer lugar, se propone seguir la ruta de la cocaína desde Perú hasta Milán. En segundo, carga sus páginas de personajes que parecen estar dentro de un remolino: todos se vinculan porque son conocidos, amigos, parientes, entenados, verdugos o víctimas; todo se ajusta (hasta los ajustes de cuentas) a un camino en el que nadie padece de normalidad. El cuento está dividido en cuatro supuestos movimientos y una “Apoteosis final”; el primero, “Suite”, da cuenta de una reunión en plena selva peruana de un joven contador de la mafia italiana, de un capo del cartel de Sinaloa, de un compositor de narcocorridos que en realidad es un agente de la DEA, y de un comandante de Sendero Luminoso que, mientras esnifa, entona la canción “Hasta siempre”. El resultado es un verdadero espanto.

COCAÍNA, de Massimo Carlotto, Gianrico Carofiglio y Giancarlo De Cataldo. Malpaso, 2015. Barcelona, 175 págs. Distribuye Océano.

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