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Disparen contra el crítico

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Samuel L. Jackson

Escribió un libro sobre la crítica en la era de las redes sociales que no perdona los malentendidos, y deja mal parada a la estupidez.

TRAS EL estreno de la película The Avengers en mayo de 2012 en Estados Unidos, el crítico de cine del diario The New York Times A.O. Scott publicó una reseña crítica de la misma señalando aspectos positivos y negativos. Entre éstos últimos, que habría sacrificado su originalidad en aras del conformismo que exigen las superproducciones de Hollywood: "es una pequeña comedia disfrazada de otra cosa, y esa otra cosa es un gigantesco cajero automático para Marvel y sus nuevos patrones, la compañía Walt Disney". La venganza de los avengers no se hizo esperar. El actor Samuel L. Jackson, protagonista de la película, arengó por twitter a los fans: "¡A.O. Scott precisa un nuevo trabajo! ¡Vamos a ayudarlo a encontrar uno! ¡Uno que REALMENTE pueda hacer!"

Uruguay no es ajeno a estos reclamos. La gente responde con frases sinceras del tipo "a mi nadie me va a decir lo que me gusta". Algunos autores, tras recibir críticas negativas de sus obras, utilizan sus muros de Facebook para reunir juicios laudatorios y elogios de amigos y así contrarrestar la humillación. El mundo del Carnaval es más pragmático: ciertos artistas amenazan a los críticos, y alguno les pega. Los propios comunicadores no son ajenos a esta situación. Como en todo el mundo hay periodistas que se desmarcan de la crítica. Es un terreno que parece oler mal y que supone una amenaza a los ratings.

Scott no perdió su trabajo. Al contrario, sigue con sus reseñas y tiene muchos lectores. Ahora escribió un libro (Better living through criticism, aún sin traducción, cuyo título sería Mejor vivir a través de la crítica, Cómo pensar sobre arte, placer, belleza y verdad), un auténtico tratado sobre el estado de la crítica en la era de las redes sociales.

Allí discute varios malentendidos. Dice, por ejemplo, que "todos somos críticos" y nadie está enteramente libre del impulso de criticar a los demás: "los spaghetti le quedaron duros", "qué horrible esa corbata", o "¿era necesaria esa canción?" Esas cosas se piensan, casi no se dicen, y si se expresan en voz alta es molesto. "En general se acepta que la eliminación del instinto crítico es una de las claves para mantener la armonía, la convivencia decente. 'Si no puedes decir algo lindo...'". Por otra parte nuestras sociedades "tienen en alta estima a los juicios acertados, la honestidad, la búsqueda de la excelencia, los estándares de alta calidad. Y esta ambivalencia —¿mejor ser honesto o buen tipo?" es parte de un discurso contemporáneo muy instalado, "tan corrosivo en términos argumentativos como inocuo".

Vivimos en un mundo difícil, peligroso y a veces humillante. Por eso la gente quiere estar del lado de los ganadores, allí donde todos nos sentimos seguros, especiales, nadie cuestiona la soberanía de nuestras opiniones ni la integridad de nuestros sueños. Allí donde a nadie se le ocurriría decir que también "somos perezosos y corruptos, tontos y complacientes y desesperanzados hasta que de pronto nos tornamos violentos".

Conflicto o consenso. Somos, internamente, hijos de ese antagonismo "entre chivo expiatorio y dechado de virtudes, regañón y santo, yo y súper-yo". Y el que corporiza esta confrontación es el crítico literario, cinematográfico, de artes plásticas, "una criatura de paradojas, a la vez superfluo y ubicuo, indispensable e innecesario, confiable y también objeto de injurias".

Scott imagina el tiempo de las cavernas, cuando comenzaron a revelarse las pinturas rupestres. Algunos, tras mirarlas sin entender pero intuyendo que "algo" ocurría, se acercaron a los más viejos de la tribu en la hora del fogón. Éstos habían prestado más atención a esas pinturas, o habían visto otras y tenían algo que decir. Quizá sobre la historia que el pintor quiso contar. Algunos no aportaron nada, pero otros expresaron cierto sentido; entonces volvieron a las cavernas y miraron de otra forma.

No sabemos qué decían los demás de estas "autoridades". Mucho después Glaucón, hermano mayor de Platón, dijo que eran seres inconsistentes, tendenciosos (en la Poética de Aristóteles). La leyenda dice, a su vez, que la gran novela Moby Dick de Melville quedó en el ostracismo por culpa de las malas reseñas críticas que recibió en su época, pero omite decir que su posterior consagración como clásico se debió, en parte, a las buenas críticas que recibió en Estados Unidos e Inglaterra al mismo tiempo que las malas. Peor aún, otra leyenda dice que el gran poeta John Keats murió por culpa de las malas críticas en el Quarterly Review y en el Blackwoods Edinburgh Magazine, sin sustento fáctico alguno. Decir que la "autoridad" crítica es venenosa, mala, y llega a matar gente, siempre tuvo buena prensa.

Por eso desde Aristóteles, "la defensa de la crítica se ha lamentado de la brecha que existe entre la forma cómo se practica —estúpida, mezquina, caprichosa— y los ideales a los cuales aspira". Esos ideales buscan elevar el el espíritu crítico de una comunidad. Hay malos críticos, condescendientes o que se creen importantes, y luego están los que se sienten ciudadanos aportando al bien común. Su tarea no es más importante que la del constructor de puentes, la maestra, el cirujano, la gerente o el chofer. Ponen a disposición de los demás su sentido crítico apoyándose en la experiencia, el profesionalismo y la acumulación de conocimiento.

Pero siempre alguien vuelve a introducir el tema de la autoridad, comentando con sorna "quién sos vos para decirme...". "La autoridad crítica y el ideal del conocimiento común no están en competencia, son en realidad expresiones antitéticas de un mismo impulso hacia el juicio exhaustivo, hacia la experiencia estética integral, hacia una meta que, una vez lograda, hará de los críticos algo innecesario".

No es fácil soportar la crítica, pero cuando falta, se siente: "siempre hay demasiado de ella, y nunca es suficiente". Algo que no es nuevo, ya ocurrió con la "revolución telegráfica" de 1890, aunque ahora hay cantidades inéditas de crítica mediocre, buena, intrascendente, espontánea, deshonesta, autónoma y difícil de manipular. Y aún así gritan cada vez más fuerte que la crítica está muerta. "Entonces volvemos a la pregunta original: ¿para qué existe la crítica? Sabemos lo que queremos, ¿no? Y seguro sabemos lo que las cosas quieren decir.
Pero en realidad no, no sabemos. No tenemos ni idea".

(Better living through criticism, de A.O.Scott. Jonathan Cape, 2016. Londres, 276 págs. Es un libro de prosa austera, contenida, y a la vez combativo, cargado de citas, erudito. Los amantes del cine, en particular, tendrán aquí al mejor Scott. Abundan frases así: "Godard, el discípulo de Hitchcock y Hawks, también fue su intérprete, como Tarantino lo sería de él". La traducción de las citas es de László Erdélyi).

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