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Des-consumo

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Eduardo Milán

Contra las maneras equivocadas de nombrar y de convivir con nuestro destino.

QUÉ HACE un poeta en el arrase capitalista, en el vértigo, en los rápidos, a medio camino, subiendo y bajando escaleras, qué es un poeta en la disolución capitalista. Cómo entra la mitopoética personal, cómo actúa la palabra. Y en medio de estas preguntas sin signo de interrogación para no ser policía en el poema qué hago yo aquí con las palabras, cómo me posiciono. Hölderlin, Dickinson, Pound, Williams, Cummings, Stevens, Olson. Esos haikús milagrosos que tranquilizan a las almas inquietas por el futuro de las formas, de la deconstrucción de la sintaxis y de la corrosión de las fachadas. Cualquier iglesia austera de un pueblito mexicano cualquiera es un haikú en potencia. La fuerza estética del ladrillo coloca uno sobre otro y pone la imagen de los frailes a fraternizar con la mezcla sobre la espátula o la cuchara de mezcla. No fue la arquitectura lo que hundió estas tierras: fue el poder que intercambió la creencia por la fe. No fue el ladrillo. El báculo fue. La corona fue. Y ese lugar común de los sentimientos de aquí que penetró los cuerpos en forma ya de almas vivas: la cruz. Poemas del pasado penetran este tiempo, fisuran, filtran por las grietas. Vienen con mito o vienen con historia. Su tiempo tiene un efecto de suelo seguro y tiene un efecto de inundación de sombra y luz. Alisa la zozobra. Pero lo interesante sería ver si el poema cambia con el tiempo o permanece como es y lo que cambia es la lectura. Pero yo creo que el poema cambia. Por ejemplo, ahora tiene algo fantasmático. Entra como espectro en el espacio poema, en el espacio reservado para poema. Y no es leído por espectros. Y ese tal vez es el problema: entrar en el espacio reservado para poema. ¿Para qué? Se reserva lo que iba a la extinción como memoria instintiva de una moneda contante y sonante, tin-tin. Entra otro tiempo. El hombre no entra en cualquier tiempo y en cualquier lugar, cosa de valientes, temerarios, extras. El hombre hace cosas que entran en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Si quedan ahí como cuerpos extraños, no sé. Si caben como son o cambian en esa situación distinta, puede ser. ¿Se adapta la palabra poética? O se mantiene como es y esa es su función. El reto de la palabra poética es no reptar entre las piedras igual que el escarabajo que durará, la lagartija. El hombre reptó, el hombre repta aún en dos patas. O abandona la sumisión, la deja, la reta —iban llenas de vagabundos las autopistas de los sesentas por el costado, por la cuneta o en zigzag entre los pinos. Eso se espera de la escritura de los nuevos mendigos del sistema —atención: encarnan las dos indigencias— ese atreverse a ver de nuevo las autopistas llenas de las próximas décadas. Des-consumo: si cae, cae por des-consumo. Asistirás o no asistirás —depende de lo que hagas, depende de lo que no hagas— al sistema extinto por des-consumo con piedras en el piso. No hay asistencia gratuita. La salud es más cara que la sed.

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Eduardo Milán

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