Publicidad

100 años de amor locura y muerte

Compartir esta noticia
Horacio Quiroga. Dibujo de Ombú

Recién vuelto de la selva misionera y radicado en Buenos Aires, junta un puñado de cuentos que verán la luz en 1917 como Cuentos de amor de locura y de muerte, sin sospechar que estaba haciendo historia

La vida y obra de Horacio Quiroga (1878-1937) sigue siendo una constante en lecturas educativas, en estudios eruditos y en el imaginario popular. Los cuentos que más han trascendido son los del libro Cuentos de amor de locura y de muerte, que en 2017 cumple cien años, con cuentos clásicos como "A la deriva", "La gallina degollada" o "El almohadón de plumas", piezas que han marcado a generaciones y han moldeado la imagen que ha trascendido sobre su vida. Sin embargo se ha alimentado una visión reducida de un mundo rico y complejo. Se impone la búsqueda de un Quiroga total, ahondando en los datos concretos de su biografía, en su profusa faena literaria y en la presencia callada pero segura en millones de lectores de muchos lugares del planeta.

A DOS PESOS.

En diciembre de 1916, Horacio Quiroga regresa a Buenos Aires tras siete años en Misiones. Vuelve como padre soltero de Darío y Eglé tras el suicidio, un año antes, de su primera mujer, Ana María Cirés. Con ellos se instala en un diminuto sótano de la calle Canning (actual Scalabrini Ortiz).

Su habitual estrechez económica experimenta un rápido alivio. En febrero de 1917 consigue un puesto de Secretario contador del Consulado General del Uruguay en la Argentina, gracias al influjo de sus amigos batllistas montevideanos. De forma paralela continúa publicando, como hasta entonces, en las revistas de mayor circulación de la época. En ese año salieron cuentos en P.B.T., Fray Mocho, Plus Ultra, El Hogar y Mundo Argentino. También proyectaba reunir cuarenta cuentos producidos en su destierro misionero en un libro al que llamaría "Cuentos de todos colores". Pero por la cantidad de páginas que necesitaba el libro no le era fácil encontrar un editor. La ocasión vendrá por otro lado.

El escritor y emprendedor cultural Manuel Gálvez lo visita apenas llega a Buenos Aires. Ya había tenido con el escritor salteño una participación en un emprendimiento yerbatero en el Yabebirí en 1911, y poco tiempo después proyectarían una empresa cinematográfica en común. El motivo de la visita fue el más reciente emprendimiento de Gálvez, un proyecto editorial llamado Cooperativa Editorial Buenos Aires, una sociedad por acciones que costaban cien pesos y que se pagaban en cinco cuotas, de la que era secretario-administrador.

En Amigos y maestros de mi juventud, primer tomo de sus Recuerdos de la vida literaria, Gálvez dedica un capítulo a sus negocios con Quiroga. "Apenas fundada la Sociedad" dice, "pensé en Quiroga y fui a su casa. Nos estrenaríamos con un libro de Fernández Moreno, Ciudad. Yo deseaba que el segundo volumen fuese de Quiroga. Vengo a que me dé un libro para la Cooperativale dije. Y no me iré si no me lo da—. Me contestó que tenía un centenar de cuentos publicados en Caras y Caretas". Quiroga trajo "una carpeta y elegimos algunos: pero como no era posible elegirlos todos de una vez, prometió formarme el libro para muy pronto. Era hombre de palabra y cumplió. Le puso por título Cuentos de amor de locura y de muerte, y no quiso que se pusiera coma alguna entre esas palabras. El libro se agotó y reveló a los que no lo leen en revistas el gran talento de Horacio Quiroga. Desde entonces se le consideró, entre nosotros, se entiende, como uno de los primeros cuentistas contemporáneos en español, acaso como el primero de todos".

No hay fecha precisa de publicación, aunque Caras y Caretas lo menciona, en junio de 1917, como recién editado. Aquella primera edición de quinientos ejemplares vendidos a dos pesos se agotó rápido, aunque sin dar ganancias. Era su quinto libro y lo consagró como escritor. Tenía 38 años. La amistad con Gálvez se enfrió, aunque igual quedará en la historia de Quiroga como el primer editor de sus dos libros más conocidos, porque al año siguiente publicó el otro best seller, Cuentos de la selva.

Quiroga ya es conocido por los cuentos que aparecen en las publicaciones masivas porteñas. En torno al desterrado en Misiones se "ha ido creando una aureola", en la que "miles de lectores han descubierto en ese narrador misionero al más poderoso y original de los cuentistas rioplatenses del momento" según señala Rodríguez Monegal. Cuentos de amor de locura y de muerte compila relatos ya publicados desde 1906 hasta 1914 excepto uno, inédito, "La meningitis y su sombra". Están sus dos cuentos más conocidos de la primera época, cuando recién comenzaba a publicar con relativa asiduidad, "El almohadón de plumas" de 1907 y "La gallina degollada" de 1909.

Se realizan tres ediciones en vida de Quiroga. Las dos primeras en Cooperativa Editorial Buenos Aires (1917 y 1918) con 233 páginas y 18 relatos: "Una estación de amor", "Los ojos sombríos", "El solitario", "La muerte de Isolda", "El infierno artificial", "La gallina degollada", "Los buques suicidantes", "El almohadón de plumas", "El perro rabioso", "A la deriva", "La insolación", "El alambre de púa", "Los mensú", "Yaguaí", "Los pescadores de vigas", "La miel silvestre", "Nuestro primer cigarro" y "La meningitis y su sombra".

En 1925 su amigo Samuel Glusberg (Enrique Espinoza) publica la tercera edición en su naciente Editorial Babel. Quiroga entonces realiza algunas modificaciones y excluye "Los ojos sombríos", "El infierno artificial" y "El perro rabioso". Quedan 15 relatos en un libro de 206 páginas. Emir Rodríguez Monegal da cuenta de estas transformaciones. Algunos años después descubre en la casa de Enrique Espinoza en Santiago de Chile "una edición deshojada de Cuentos de amor (la segunda, 1918) que Quiroga mismo había castigado, tachando palabras y hasta párrafos, interpolando otros, en una gesta de la forma que nada tiene que envidiar a la del gran Flaubert".

Tras fallecer Quiroga el libro se sigue editando sin pausa, fenómeno acentuado por su entrada en el dominio público. La editorial Losada comenzó a publicarlo en 1954. La última edición, de 2016, es de la editorial argentina Bärenhaus.

PRIMER ÉXITO.

Es un "volumen de transición", dice Martín Prieto, al reparar en las fechas de primera publicación de los cuentos elegidos, con reminiscencias de la etapa modernista de Quiroga hasta con esbozos de su etapa más personal y lograda, que culminará con la publicación de su mejor libro, Los desterrados, en 1926, tras el paso por Anaconda de 1921.

En Cuentos de amor... se puede apreciar una búsqueda que va más allá de lo estilístico, que abrevó en su experiencia misionera y buscó la objetividad y la economía de recursos en pos de la sensación de vida. O, en otras palabras, la expresión de la "verdad del paisaje" que el año anterior Quiroga había elogiado en Benito Lynch a propósito de su novela Los caranchos de la Florida. Arturo Sergio Visca apuntó que es su "primer libro realmente logrado". Rodríguez Monegal que es su libro "más rico y heterogéneo". Alberto Lasplaces llega a afirmar que "toda su labor anterior da la impresión de quien sube una montaña. Ahora, se encuentra ya en la cumbre, sólidamente instalado".

El libro ha tenido vida propia antes y después de la muerte de Quiroga. Estuvo y sigue estando presente en los planes de estudio de literatura en el Río de la Plata o en lejanas naciones como ocurre hoy en Estados Unidos. Sus traducciones a diversas lenguas, los estudios académicos que se continúan realizando en muchas latitudes, y las numerosas adaptaciones a cine y cómic hablan de esta vigencia.

Pero quizá sea en el imaginario popular donde mejor se ha instalado, en la imaginación que dispara la obra fantástica de Quiroga y que hace que siempre se pueda bromear con excluir de los hogares cualquier almohadón de plumas por miedo a que en su interior se encuentre algunos de esos "parásitos de las aves", que no es raro hallar.

LA TRÍADA.

Cuentos de amor... no toma su título de ningún cuento, aun cuando Rodríguez Monegal sugiere que quizás derive de un pasaje de "El crimen del otro". La supresión de las comas en el título tras amor y locura (que algunas ediciones como la de Losada de 1954 agregaron) refuerza la idea de que la tríada temática de amor, locura y muerte está presente en todos los relatos, en mayor o menor medida, en las diversas parejas humanas que aparecen o en las peripecias de los animales en los diversos ambientes que son escenario, sea Buenos Aires, Concordia, el Chaco, Misiones, Montevideo, la alta mar. Resulta ocioso intentar una clasificación de los cuentos; muchas veces tratan de los tres motivos, que de hecho alcanzan al conjunto de su obra y se enlazan de forma entrañable.

También tienen una estrecha relación con la biografía de su autor. La muerte es el elemento más palmario. Comienza cuando el padre de Quiroga se mata accidentalmente con un disparo de escopeta; Horacio tenía apenas dos meses de edad. La locura también es manifiesta en diversos síntomas que, en el mejor de los casos, eran percibidos como extravagancias, y en el peor como disparador de los suicidios que lo rodearon. También el amor, que vivió y padeció, y al que le dedicó gran parte de sus afanes como hombre y como narrador.

REPERCUSIONES.

El propio Quiroga, ese mismo año, contento con la aparición del libro y por las repercusiones que va recibiendo, le hace varios comentarios por vía epistolar al salteño José María Delgado, su amigo y primer biógrafo. Las reflexiones de dicho texto forman parte del Quiroga más especulativo, pues aborda aspectos concernientes al oficio del escritor y a la técnica de escritura, algo que tratará en diversas ocasiones.

Este afán de reflexión "retórica" lleva a Quiroga a proponer incluso una primera metodología de interpretación del libro, acuñando dos categorías estilísticas para clasificar sus relatos: "cuentos de efecto" e "historias a puño limpio". Incluso agrupa de forma temática parte de su producción con la expresión "cuentos de monte".

"Hoy me llegó tu carta y más sabrosa no se puede" dice la misiva del 8 de junio de 1917. "Dada la estimación romántica que tengo por tu trabajo, aquella me halaga sobremanera. No se me escapaba que 'La meningitis', 'Estación de amor' y sobre todo 'Isolda' te iban a gustar y en particular ésta, por lo que tienen de amor llorado. Pero no esperaba eso de los cuentos de monte. Tanto más me agrada, pues, tu opinión sobre éstos. Para mí, uno que no has nombrado es de lo mejorcito: 'Alambre de púa'. Creo que la sensación de vida no está mal lograda allí".

Encantado, Quiroga expresa allí una de las mayores vacilaciones que tuvo en medio de su labor creativa misionera: "Cuando he escrito esta tanda de aventuras de vida intensa, vivía allá, y pasaron dos años antes de conocer la más mínima impresión sobre ellos. (...) Lo que me interesaba saber sobre todo es si se respiraba vida; y, no podía saber una palabra. Cuando venía por aquí cada dos años, apenas si uno que otro me decía dos palabras sobre esas historias, que a lo mejor llevaban meses ya de aparecidas cuando veía a alguien. De modo que aún después de ocho años de lidia, la menor impresión que se me comunica sobre eso, me hace un efecto inesperado: tan acostumbrado estoy a escribir para mi solo. Esto tiene sus desventajas; pero tiene en cambio una ventaja colosal: que uno hace realmente lo que siente, sin influencia de Juan o Pedro a quienes agradar. Sé también que para muy muchos lo que hacía antes (cuentos de efecto, tipo 'El almohadón'), gustaba más que las historias a puño limpio, tipo 'Meningitis' o los de monte. Un buen día me he convencido de que el efecto no deja de ser efecto (salvo cuando la historia lo pide), y que es bastante más difícil meter un final que el lector ha adivinado ya: tal como lo observas respecto de 'Meningitis'".

De estas palabras y del libro han pasado ya cien años. Es difícil encontrar una librería en español que no ofrezca a la venta una copia de este verdadero best seller. ¿Dónde está el secreto de su vigencia, de su actualidad? En los propios cuentos. Se trata de un manual del cuento casi perfecto, a pesar de algunas tosquedades en la escritura y de ciertos rasgos no tan bien recibidos en épocas más políticamente correctas. La sensación de vida que respiran los relatos de Cuentos de amor de locura y de muerte son de aquella "vida intensa" del mundo de Quiroga, un universo que sigue poblado hasta hoy. La mismas sensaciones de fascinación y de temor ante textos truculentos se imprimen en el alma de los nacientes lectores, creando las primeras emociones originadas en una obra literaria. Por otra parte, la presencia de estos cuentos en los programas escolares, que podría interpretarse como una desventaja al convertir al libro en una mera exigencia curricular, resulta un acicate para la lectura y para explorar otras posibilidades, como la adaptación de los textos quiroguianos a otros formatos, desde el audiovisual y el relato gráfico a las narrativas transmedia. Entonces, el temido smartphone se vuelve hermano del adaptado Quiroga.

Recuadro

Otra versión.

El cuento "La gallina degollada" es quizás el que más satisfacciones brindó a su autor y el que más publicó en vida. Un volumen publicado por Editorial Calpe en España llevó incluso el título La gallina degollada y otros cuentos.

Hay una adaptación del cuento para guión cinematográfico realizada por el propio autor. Se conserva una hoja mecanografiada en el Archivo literario de la Biblioteca Nacional de Montevideo marcada como tercer folio con una escena detallada de ese film que nunca se produjo. Dice el texto:

"ha contado. Su señora tiene el pulmón débil, y le viene de familia …

Detalle: bustos únicamente. Cambio de palabras. Padre asiente lento con la cabeza, como siguiendo afirmaciones de médico. Médico dice:

Si, es eso ... La pobre criatura está pagando esa triste herencia...

Pero no se desconsuele ... son Vds. jóvenes todavía …

Le pone la mano en el hombro, consolándole; triste sonrisa del padre.

Médico se va. Al darle la mano el otro, le pregunta, indicándole con el ademán, si la criatura recobrará las facultades. Pausa. Médico niega lento y descorazonado con la cabeza. Contracción del padre. Médico se va. Conjunto. Médico se va. Padre queda de pie mirando a sus pies; enciende un cigarro sin dejar de mirar. Fuma un instante, mira lento para atrás, sacude brusco la cabeza, tira cigarro y entra en dormitorio.

Punto por punto se realizó la profecía del médico: la pobre criatura recobró el movimiento, la vida física ... pero nada más. Quedó completamente idiota, y cuánto la pobre madre mecía desesperada en sus rodillas, era aquel miserable resto de lo que había sido un día la gloria de su joven amor.

Detalle: Berta con la criatura en las rodillas. La mueve. Conteniendo el llanto, le levanta, la mira de cerca. No puede más, y echa atrás la cabeza entre las manos, sollozando.

Pero Berta y Mazz Larreta se amaban demasiado para no tratar de rescatar su pobre amor dolorido, y dos años después un nuevo hijo nacía, un encanto de dicha... Pero a los 15 meses se repetía, con iguales consecuencias, el cerebral del primogénito...

Berta con chico en faldas y la cara entre las manos. A su izquierda, el médico de pie, la mira inmóvil. A la derecha. Larreta sentado con una rodilla entre las manos mira adelante. Rostro contraído y amargado. (Pausa) Padre alza lento la cabeza y cambia larga mirada con médico; éste sacude cabeza expresando que no hay esperanza. Padre contesta con juego afirmativo, como diciendo que ya se lo esperaba de su poca suerte. (Si es posible, en un rincón del fondo oscuro, visión rostro de chico idiota, tras la cual Berta tiene un sacudimiento... y tiende desesperada los brazos a su marido (se tira sobre él), sollozado sobre las rodillas."

Recuadro

Realismo social.

Una mención especial merece "Los mensú", cuento pionero del realismo social. Publicado en 1914 en Fray Mocho, el texto retrata con precisión las condiciones de iniquidad del peón mensualero en las plantaciones de yerba mate del Alto Paraná a comienzos de siglo XX. El sistema era simple: finalizado su periodo de trabajo, el peón regresaba a Posadas donde en un par de días quedaba envuelto en una orgía de mujeres y alcohol, contrayendo altísimas deudas que el patrón estaba dispuesto a afrontar con la firma de otro contrato que el analfabeto mensú firmaba sin leer, con su huella o una cruz. Esta estafa, a la que se sumaba la deuda por compras en el almacén del obraje, inflaba el monto que el mensú debía pagar. El adeudo no menguaba y una salida que vislumbraba el peón a este eterno círculo era la fuga a través de la selva.

Quiroga, ya en su época de madurez narrativa, contando la historia de Cayé y Podeley revela el dolo del sistema con una mirada imparcial, hasta distante, sin atisbos de compasión por el débil trabajador. No hay defensa del jornalero: sus protagonistas son mostrados en su triste objetividad. Pero la ecuanimidad del narrador no es la imparcialidad del autor. La ausencia de un alegato acentúa la denuncia del sistema perverso.

La pluma de Quiroga volvió a retratar peones, con otras variaciones. En "Una bofetada", cuento de 1916, describe la precisa venganza de un mensú hacia su rubio capataz, Korner, y la fuga exitosa del peón. Un cuento que provocó las simpatías de Juan Carlos Onetti por el mensú en su viaje al destierro, en aquel célebre texto "Hijo y padre de la selva", de 1987. En 1918, en "Un peón", el autor abre una mirada nueva sobre los peones misioneros al contar la misteriosa historia de Olivera.

Este mundo del mensú quiroguiano fue llevado al cine ya en 1939 en una de las mejores obras de la cinematografía argentina, Prisioneros de la tierra, dirigida por Mario Soffici con guión de Ulyses Petit de Murat y la colaboración de Darío Quiroga, quienes adaptaron "Un Peón", "Los Destiladores de Naranja" y "La Bofetada".

Quiroga, quien se describe a sí mismo como un "solitario y valeroso anarquista" en carta a Ezequiel Martínez Estrada (1936), ya distanciado del batllismo e invulnerable al comunismo en su versión estalinista, sufrió de cierta incomprensión por parte de sus mensú cercanos. El salteño, que también trabajaba con las manos, no alcanza el estatus de trabajador proletario para los peones que colaboraban con él, quienes frecuentemente le insistían en que "deje el trabajo para los mensú".

Recuadro

Cine y cómic.

La historia de las adaptaciones de la obra de Quiroga a otros formatos no ha sido estudiada a fondo. Los resultados han sido variados y desparejos.

Los relatos que integran Cuentos de amor de locura y de muerte son los que convocan más interés, tanto por estudiantes de cine como consagrados realizadores. En largometrajes cabe destacar la adaptación de Ricardo Islas Almohadón de plumas (Uruguay, 1988), Historias de amor, de locura y de muerte de Nemesio Juárez (Argentina, 1996), y la miniserie Horacio Quiroga: entre personas y personajes (Argentina, 1987) de Eduardo Mignogna, con guión de Mignogna y Graciela Maglie.

También merecen destacarse Mocoso malcriado (Argentina, 1993), cortometraje de Pablo Trapero que adapta "Nuestro primer cigarro", y la lectura filmada por Alberto Laiseca de "La gallina degollada" en el microprograma Cuentos de Terror (señal I-SAT, Argentina, 2002).

"La gallina degollada" es el cuento más adaptado en cine. Cabe señalar la versión de Raúl Cerezo titulada Escarnio (España, 2004), el cortometraje de Paulo Pécora La gallina degollada (Argentina, 2011) y El Mal Menor de Carles Harillo Magnet (España, 2012).

En animación existen dos versiones en stop motion de "El almohadón de plumas", la primera de Hugo Covarrubias (El almohadón de plumas, Chile, 2007) y la segunda de Joseph Specker Nys (Almofada de penas, Brasil, 2017), de inminente estreno.

En cómic, a su vez, hay obras muy elogiadas. En 1983 Elvio E. Gandolfo adaptó "El almohadón de plumas" con dibujos de Daniel González y textos de Roberto González, aparecida en la revista uruguaya El dedo. Dos años más tarde en la revista Fierro se publica la adaptación más conocida y analizada hasta ahora sobre "La gallina degollada", obra de Carlos Trillo con dibujos de Alberto Breccia y prólogo de Ricardo Piglia. En 2016, los argentinos Lautaro Ortiz y Lucas Nine publican la mayor adaptación al cómic de cuentos de Quiroga, Les Contes du Suicidé, editado en Francia por Warum, donde se incluye "El almohadón de plumas" traducido por Charlotte Martí.

Horacio Quiroga. Dibujo de Ombú
Horacio Quiroga. Dibujo de Ombú
Horacio Quiroga (Foto Archivo General de la Nación, Argentina)
Horacio Quiroga (Foto Archivo General de la Nación, Argentina)
En Misiones
En Misiones
Horacio Quiroga en la selva misionera.
Horacio Quiroga en la selva misionera.
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Almofada de penas, adaptación de El almohadón de plumas
Les Contes du Suicidé
Les Contes du Suicidé
Les Contes du Suicidé, adaptación francesa
Les Contes du Suicidé, adaptación francesa

ETERNO CLÁSICO DE HORACIO QUIROGAAlejandro Ferrari

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Horacio Quiroga

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad