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José Enrique Rodó

Fue mucho más que un escritor elegante para su época. Fue, también, un político sabio y prudente, de esos que nutren de contenido la ciudadanía de todos los tiempos.

Elegí para esta conversación con ustedes el título “Un siglo sin Rodó”. Después me di cuenta que hubiera sido mejor titular “Un tiempo sin Rodó”. Porque aquí lo del “siglo” no está referido a la distancia de la muerte de Rodó, sino a épocas, a tiempos sin los nutrientes reflexivos, tanto racionales como emocionales, que provee el autor. A mí me gustaría hablar de Rodó en términos de un idealismo incluyente, de un idealismo tolerante –hay idealismos que no lo son–. Y existe una tercera posibilidad que es la peor: no tener idealismo ninguno.

Estoy limitado por dos temores. Por un lado –y sobre todo teniendo cerca personas que provienen de una formación académica en historia-, el peligro del “anacronismo”. Es decir, proyectar sobre aquellas épocas en que Rodó vivía y se jugaba políticamente, categorías que son actuales. Pero también está el otro problema: el temor a incurrir en anacronismos nos puede impedir ver similitudes y circunstancias sumamente parecidas a algunas que hoy vivimos. En todo caso, entre esas dos puntas metodológicas –evitar anacronismos tanto como el temor excesivo a incurrir en ellos, que nos impediría tomar elementos aún vigentes desde entonces-, hay que afirmar el derecho que nadie puede quitar a nadie: ser inspirado cada uno por las lecturas de cara al presente. Claro que no podemos estar seguros bajo ciertas circunstancias qué diría José Enrique Rodó. Pero sí podemos decir qué diría uno hoy después de haberlo leído. Ése es un derecho que nadie nos puede quitar.

A mí me gusta siempre citar una frase que con cierta picardía Carlos Real de Azúa atribuía a un “afable amigo”. La obra de José Enrique Rodó es como el Palacio Legislativo: "Solemne, mayestática, suntuosa, casi siempre fría. Todo el mundo sabe que allí está, pero la inmensa mayoría sólo la conoce por fuera".Esa referencia de Real de Azúa en "El problema de la valoración de Rodó" bien puede oficiar de introducción. Así que sería bueno ver qué hay dentro, y revisar mínimamente su actuación parlamentaria.

Por fortuna disponemos de la edición de homenaje de la Cámara de Senadores de 1972, publicada con el título de Actuación parlamentaria y a la cual contribuyó decisivamente Jorge Silva Cencio -autor de la recopilación de las 984 páginas, de la introducción y las notas-. Este compilador operó con criterio de totalidad, abarcando los tres períodos en que Rodó fue diputado: 1902 a 1905, 1908 a 1911 y 1911 a 1914. Es decir, que además de consignar todo aquello que lo separó de José Batlle y Ordóñez –por ejemplo, su defensa de un concepto más amplio de libertad de prensa en plena guerra civil, o su informe sobre el horario obrero, disonante con el proyecto del Poder Ejecutivo-, se alude a sesiones acerca de la ley de farmacias, o de las medidas acerca de la exterminación de plagas. Todo esto da una amenidad al material que supone una ventana abierta a un Rodó que no es el de los bronces y mármoles, de ese estilo modernista que a veces lo aleja.

Estas casi mil páginas de su Actuación parlamentaria muestran a un legislador muy activo y contradictorio, al menos en apariencia –no solamente respecto de las señales de sus textos ensayísticos o su correspondencia privada, sino por cierto refinado zigzagueo a veces dentro de un mismo informe o discurso parlamentario. La suya es una labor proteica -apelando a sus célebres Motivos de Proteo (1909)- porque en su pensamiento existe casi siempre una coherencia sutil y profunda, de la cual uno se puede distraer por su propensión constante a marcar matices y establecer distinciones conceptuales.

IGUALITARISMO DEPRESIVO.

Un caso de vaivén reflexivo es el “Informe” sobre el horario obrero, presentado en Cámara por la Comisión de Trabajo en 1908 para evaluar el proyecto presentado en 1906 por el Poder Ejecutivo. Fue íntegramente redactado por Rodó y el único texto de su labor como diputado que el autor incluyó con leves modificaciones en El mirador de Próspero (1913) con el título “Del trabajo obrero en el Uruguay”. Me habría gustado encontrar un Rodó mucho más jugado en esa temática social. Para quienes somos igualitaristas es un tanto decepcionante ver los reparos que Rodó formula a la iniciativa del gobierno en este tema. En la compilación de Silva Cencio, Actuación parlamentaria, se indica que el asunto fue tratado en la Sesión Ordinaria del 19/5/1908, pero el texto no fue repartido hasta la siguiente legislatura. En la Sesión del 1/3/1913 Rodó da su fundamento al voto negativo: “Cuando la ley limita el ejercicio de cualquiera libertad, fuera de esos límites indiscutibles, que impone la necesidad social, restringe un derecho de la personalidad humana; y en este caso, además, creo que el verdadero interés del obrero se opone a una reglamentación que vendría artificialmente a impedir que se produjeran las desigualdades naturales y la natural selección en el ejercicio del trabajo, selección mediante la cual los más capacitados por sus condiciones personales, los más inteligentes, los más hábiles o los más fuertes, pueden descollar sobre el conjunto de los otros y conseguir posiciones más altas en el orden social. Este igualitarismo depresivo e injusto no es, no debe ser, el ideal de una democracia”.

Es verdad que en su proyecto alternativo Rodó admitía la jornada de ocho horas como máximo en el caso de la mujer, recomendaba su descanso obligatorio en trance de maternidad y pedía prohibir su trabajo nocturno y el de menores de 16 años. Pero el proyecto alternativo al cual Rodó contribuyó con su informe, establecía diferencias para el horario obrero según el tipo de tarea, y si ésta implicaba o no interrupciones. Por ejemplo, un máximo de 9 horas para obreros de fábricas, astilleros, canteras y construcciones. Y un máximo de 10 horas diarias para empleados de tiendas, dependientes de casas industriales, o conductores de vehículos. Los trabajadores del mar se dejaban aparte para una futura norma y el trabajo infantil era prohibido para todos los menores de 13 años pero autorizado entre 13 y 16 años de edad, siempre que no excediesen las 6 horas de trabajo. Ese proyecto fracasó y se aprobó, poco después, la célebre Ley 5.350 del 17/11/1915.

CUIDEN A LOS NIÑOS.

Este Rodó que podría resultar menos generoso de lo que desearíamos, en otros lugares merodea la idea que luego desarrolló con amplitud Vaz Ferreira, la de asegurar ciertos bienes y servicios mínimos para todos y dejar el resto a la libertad. Es más, su sensibilidad social no puede ser puesta en duda, porque en el mismo informe del proyecto alternativo sobre el horario obrero llega a decir, en su típico zigzagueo en procura de matices: “El trabajo desmedido, en duración o intensidad, que quebranta el cuerpo y enerva y paraliza el alma, siendo brutal cuando se trata de los hombres, es, tratándose del niño, la forma más odiosa y aleve que ha podido revestir la barbarie de las ambiciones desapoderadas que han afrentado los blasones de la civilización moderna con abusos sucedáneos de la esclavitud. Aún sin llegar a esos extremos mortales, el trabajo del niño debe ser ahorrado y vigilado celosamente”.

Por algo Eugenio Petit Muñoz en su artículo "El maestro de la juventud de América", consigna una carta fechada en 1910 que Rodó dirige nada menos que al libertario Rafael Barrett: "Una de las impresiones en que yo podría concretar los ecos de simpatía que la lectura de sus crónicas despierta a cada paso en mi espíritu, es la de que, en nuestro tiempo, aun aquellos que no somos socialistas, ni anarquistas, ni nada de eso, en la esfera de la acción ni en la de la doctrina, llevamos dentro del alma un fondo, más o menos consciente, de protesta, de descontento, de inadaptación, contra tanta injusticia brutal, contra tanta hipócrita mentira, contra tanta vulgaridad entronizada y odiosa, como tiene entretejidos en su urdimbre este orden social transmitido al siglo que comienza, por el siglo del advenimiento burgués y de la democracia utilitaria". Entonces tenemos que estar preparados para este Rodó proteico, que pone “peros” o “puntos y comas” al proyecto del gobierno sobre el horario obrero, pero que es capaz de escribir a Barrett esa carta compartiendo su indignación frente a las injusticias sociales.

PRENSA POR LA PAZ.

Aprovechemos de nuevo esa imagen que compara a Rodó con el Palacio Legislativo: sabemos que allí está pero no lo conocemos mucho por dentro. Por ejemplo, en 1904, se discutía en el parlamento sobre el alcance que debía tener la libertad de prensa, en plena guerra civil. Rodó comprendía bien cierta parte de las limitaciones de la prensa en momentos graves de conflicto, referidas a comentarios sobre las operaciones militares. Pero siempre fue muy cuidadoso acerca del carácter inequívocamente provisorio que esas limitaciones deberían tener. En particular, se oponía a la prohibición de hablar de la paz como si fuese un acto de debilidad del gobierno. Esto puede entenderse mejor si se piensa en el actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, cuando el intento de acordar la paz fue interpretado como una concesión que las FARC no merecerían. Por su parte, Rodó declaraba en la Cámara de Diputados el 16/6/1904: “En buena hora alcance la restricción a las informaciones de la guerra y a la crítica de la acción militar; en buena hora también, en uso de medidas extraordinarias, prevéase toda explotación de la propaganda política que, de los desfallecimientos y angustias del espíritu público, tome ocasión para propiciar nuevas violaciones del orden institucional, nuevas subversiones, males todavía mayores y más hondos que los inmensos males del presente. Todo esto se comprende y justifica. Pero la manifestación del deseo de la paz, y la propaganda en favor de fórmulas más o menos acertadas, más o menos discretas y viables, para hallarla dentro del orden institucional, ¿por qué ha de ser objeto de prohibición, señor Presidente? ¿Por qué hemos de temerla y por qué hemos de vedarla? ¿Qué significaría, en rigor, esa propaganda, sino la resonancia pública, la sanción popular de los anhelos y aspiraciones que la mayoría de los miembros de la Asamblea expusieron al pueblo?” Continúa el diputado Rodó: “Y no es que sea yo optimista, aunque de todas veras quisiera serlo, en cuanto a la eficacia que en este caso pueda tener la propaganda de la prensa para encontrar la solución pacífica de los males que afligen al país. Es, en primer término, que la libertad no sufra restricción innecesaria, aunque lo restringido no fuera más que un ápice y aunque la restricción no durase más de un minuto. Y es además que basta la posibilidad de que, del lado del pueblo, surja un rayo de luz, para que demos ocasión a que la luz se haga”.

HUESOS DE NUESTROS HUESOS.

En 1913, en lo que refiere a las posturas ante la otra gran colectividad política con la cual hasta hacía poco tiempo se sostenía una sangrienta contienda armada, no es por mansedumbre conciliatoria sino por instinto de conservación republicana que el diputado colorado José Enrique Rodó explica cómo deben articularse los vínculos: “Cuando se trata, señor Presidente, de las actitudes del Partido Nacionalista con relación a la actualidad política, yo no admito que podamos mantener perpetuamente una actitud de encono, ni de desdén, ni siquiera una actitud de indiferencia. Si ese partido no es la mitad del país, será la tercera parte; si no se concede que sea la tercera parte del país, habrá que conceder que es la cuarta parte; pero siempre será indisputablemente una parte considerable del país; siempre será una fuerza de opinión poderosa, llena de aliento popular, con profundo arraigo en las tradiciones nacionales, y que probablemente coexistirá con nuestro partido por dilatado número de años, porque soy de los que creen que la evolución de los partidos tradicionales, hasta transformarse en nuevos organismos, adaptados a nuevas condiciones sociales, ha de requerir todavía largo tiempo”.

En su discurso, procurando apoyar la prórroga de la inscripción en el Registro Cívico de todos los partidos políticos -propuesta por el diputado Alberto Zorrilla con miras a evitar la peligrosa abstención, prórroga a la cual adherían la Unión Cívica, el Partido Nacional y el Comité Central Colorado (anticolegialista)-, Rodó explica: “Me parece, señor Presidente, que vivimos fuera de la realidad, me parece que nos preocupamos de fórmulas y de apariencias mientras la realidad nos apremia para que la consideremos, y la realidad consiste en que es una irrisoria minoría la que en este país hace uso del derecho del voto que consagran las leyes actuales (...). Hay que tratar humanamente las cuestiones humanas, y las cuestiones políticas son, ante todo, cuestiones humanas, y no de literal y estrecha legalidad. Ni siquiera puede decirse que sea un criterio legalista el que induzca a resistir la concesión de la prórroga”.

Argumenta entonces el colorado Rodó respecto del adversario tradicional, el Partido Nacional: “Esa fuerza considerable, que es, por decirlo así, carne de nuestra carne y huesos de nuestros huesos, forma parte inseparable de la entidad nacional. Es necesaria a nuestros propios fines, si nuestros fines van más allá del egoísmo corporativo; la necesitamos para hacer democracia, porque por mucho que sea el espíritu democrático que informe a una colectividad política, ella por sí sola no será nunca capaz de arribar a la fundación definitiva del régimen institucional. La democracia significa oposición dentro del orden, lucha dentro de la legalidad, concurrencia de diversas fuerzas bajo una unidad superior; y un solo partido político jamás podrá fundar por sí solo la vida democrática, si no se reconoce solidario con los demás en el propósito fundamental de llegar a ese resultado”.

Esas declaraciones de Rodó recuerdan la frase atribuida a Vaz Ferreira, “quien me contradice, me completa”. Existen grandes similitudes de perspectiva entre ambas personalidades en cuanto a la búsqueda de la concordia en el Uruguay de entonces. La Lógica viva (1910) de Vaz Ferreira, un texto pionero de la teoría de la argumentación y el análisis filosófico del lenguaje, es también un manual de convivencia, un gran esfuerzo para acercar a las personas y los bandos en cualquier tema en discusión para mejor entenderse, hasta donde ello sea posible. Habría que completar la terna del 900 con Pedro Figari, también diputado por el Partido Colorado como Rodó, educador del “obrero-artista”, filósofo, artista plástico: abogado defensor de pobres; impulsor de la campaña contra la pena de muerte en el Uruguay con argumentos que aún hoy son vigentes contra las ejecuciones extrajudiciales y todas las medidas de “mano dura”; y encargado por José Batlle y Ordóñez de formalizar la reparación de las tropas derrotadas de Aparicio Saravia. Pero no es nuestro tema hoy.

IRA EN SILENCIO.

Hemos dicho que Rodó es un autor en parte contradictorio, quizás proteico, es decir, mutante de su propio pensamiento. Por ejemplo, el Rodó cuidadoso de las formas y las legalidades, a veces se cansa. A veces surge en él una especie de ira íntima, que no suele o no se atreve a confesar en sus páginas más conocidas. Cada tanto se escapa alguna cosa, como esta idea de Motivos de Proteo (1909). En el capítulo CLVI afirma Rodó: "Lo mismo que pasa en cada uno de nosotros, nunca ese orden es tal que vuelva inútiles los tránsitos violentos y los bruscos escapes del tedio y la pasión. Cuando el tiempo es remiso en el cumplimiento de su obra; cuando la inercia de lo pasado detuvo el alma largamente en la incertidumbre o el sueño, fuerza es que un arranque impetuoso rescate el término perdido, y que se alce y centellee en los aires el hacha capaz de abatir en un momento lo que erigieron luengos años. Esta es la heroica eficacia de la revolución, bélica enviada de Proteo a la casa de los indolentes y al encierro de los oprimidos".

Y éste Rodó, tan próximo al espíritu de la carta a Rafael Barrett, es al mismo tiempo el mismo Rodó que ponía “peros” y objeciones al proyecto de Batlle sobre el horario obrero. Hay varios autores en el mismo autor. La fábula de Proteo, una y otra vez, encierra al mismo tiempo un sentido espiritual y político, un proceso de cambio personal y uno colectivo. En esa misma línea, en su artículo "El maestro de la juventud de América", Eugenio Petit Muñoz interpreta aquellos pasajes de un modo audaz: "Siendo inequívoca, pues, la existencia de un credo pacífico y otro credo violento de la liberación de los oprimidos en el pensamiento de Rodó (ley fundamental el primero, eventual excepción el último), ha de interpretarse en esta forma su filosofía de la redención humana: la educación de las masas, la difusión de la cultura, la verdadera democracia, operarán la redención por el amor; pero, cuando el empecinamiento de la intolerancia, de la incomprensión, no quiera dejar lugar para el amor, la redención ha de lograrse por la revolución".

NO ELEGIR ENTRE DOGMATISMOS.

Estos son matices, aspectos, quizás logros extremos de comprensión de la fina inteligencia de Rodó respecto de cosmovisiones ajenas. Pero está muy claro de todos modos que el Rodó esencial es el tolerante, el anti dogma, el pensador y diputado difícil de encasillar, como el que se expresa en Liberalismo y jacobinismo (1906): “Muy pocos son los que se encuentran en el partido, escuela o comunión de ideas a que pertenecen, por examen propio y maduro, por elección de veras consciente, y no por influencias recibidas de la tradición, del ambiente o de la superioridad ajena. Si sugestionados son la mayor parte de los que llevan cirios en las procesiones, sugestionados son la mayor parte de los que se burlan de ellos desde el balcón o la esquina. ¿Qué será necesario para aumentar el número, forzosamente reducido aún, de los que pueden llamarse librepensadores? Tratar de aumentar el número de los hombres capaces de examinar por sí mismos antes de adoptar una idea, antes de afiliarse en una colectividad, antes de agregarse a la manifestación que ven pasar por la calle, antes de prenderse la divisa que ven lucir en el pecho del padre, del hermano o del amigo. Y como esta capacidad depende de los elementos que proporciona la cultura y el recto ejercicio del criterio, se sigue que la tarea esencial para los fines del pensamiento libre es educar, es extender y mejorar la educación y la instrucción de las masas: por cuyo camino se llegará en lo porvenir, si no a formar una mayoría de librepensadores en la plena acepción de este concepto, por lo menos a asegurar en la mayor parte de los hombres una relativa libertad de pensar”.

El pasaje culmina con unas frases memorables: “Éste es el liberalismo, para quien atienda a la esencia de las cosas y de las ideas; éste es el pensamiento libre, que, como se ve, abarca mucho más e implica algo mucho más alto que una simple obsesión antirreligiosa; y el procedimiento con que puede tenderse eficientemente a su triunfo es, lo repito, el de la educación atinada y metódica, perseverante y segura, que nada tiene que ver con organizaciones sistemáticas conducentes a sustituir un fanatismo con otro fanatismo; la autoridad irracional de un dogma con la autoridad irracional de una sugestión de prejuicios; el amor ciego de una fe con el odio ciego de una incredulidad”.

Decíamos al principio que es una regla metodológica elemental la de no incurrir en anacronismos, proyectando categorías actuales de pensamiento sobre procesos históricos del pasado. Pero también que deberíamos evitar el temor paralizante de incurrir en ellos, porque nos perderíamos extraordinarias constantes históricas de la vida humana. Hay un derecho inalienable de cada uno: el de pensar el presente en términos de la luz que puedan proyectar los sucesos del pasado para inspirar el presente, sea cual fuere el grado de su intensidad. Recordemos por ello algunos episodios curiosos de años recientes, sobre los cuales Rodó puede aportar elementos de juicio.

El primero de esos episodios refiere a la completa ausencia de reacciones de la opinión pública y la clase política cuando la ex embajadora de EE.UU. en el Uruguay, Julissa Reynoso, en una entrevista calificó de “criminal” a Edward Snowden. Más específicamente, cuando se le preguntó “¿Snowden dio información valiosa a la población del mundo?", la ex embajadora respondió con firmeza: “Snowden es un criminal” (BBC, 2013, El Espectador, 2013). En el Uruguay de esos días al parecer nadie recordó quiénes eran los verdaderos criminales: es decir, aquellos que no solamente espiaban a sus enemigos sino también a sus aliados y a sus ciudadanos violando su propia Constitución.

Un segundo episodio, tal vez un poco más comentado en su momento que el anterior, se diluyó enseguida. El hoy presidente Tabaré Vázquez en 2011 -mientras presidía la República José Mujica–, en un comentario retrospectivo sobre su primer período de gobierno confesó haber manejado una hipótesis de conflicto con Argentina al punto de considerar el apoyo de los EE.UU. (La Nación, 2011, Clarín, 2011). ¿Cómo se explica que un presidente democrático y “de izquierda” se haya adelantado a cualquier presión diplomática de la primera potencia mundial y haya considerado él mismo dar el paso y solicitar ayuda?

La explicación quizás pueda encontrarse en ciertos pasajes de Ariel (1900) donde Rodó se adelanta al concepto de softpower de Joseph Nye, formulado muchas décadas más tarde. En esencia, la idea consiste en que una nación puede imponerse a otra por su superioridad económica y militar, y por la aplicación de distintas formas de violencia. Pero también una nación puede influir en forma decisiva sobre otras por su capacidad de seducir y persuadir a otras naciones-voluntaria o involuntariamente-, por la vía del atractivo de su cultura. Afirma Rodó en su Ariel (1900): “Si ha podido decirse del utilitarismo que es el verbo del espíritu inglés, los Estados Unidos pueden ser considerados la encarnación del verbo utilitario. Y el Evangelio de este verbo se difunde por todas partes a favor de los milagros materiales del triunfo (…) La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes, y aún más, quizá, en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y de admirarla se pasa por una transición facilísima a imitarla. (…) Se imita a aquel en cuya superioridad o cuyo prestigio se cree. Es así como la visión de una América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir (…) Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno”, es decir,de común acuerdo.

Donde Rodó habla de “nordomanía”, de la “conquista moral” de EE.UU. y de la “admiración por su grandeza” por parte de “dirigentes” y “muchedumbres fascinables”, Joseph Nye hablará mucho más adelante de softpower. Estos sentimientos y su contrapartida, la de negar la identidad que surge de las raíces propias, supone cierto anti-imperialismo caballeresco y expresado con elegancia por parte de Rodó.

Continúa el autor: “No doy yo a tales límites el sentido de una absoluta negación. Comprendo bien que se adquieran inspiraciones, luces, enseñanzas, en el ejemplo de los fuertes (…) cuando se trata de pueblos que aún forman y modelan su entidad nacional (…) Pero no veo la gloria, ni en el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos -su genio personal-, para imponerles la identificación con un modelo extraño al que ellos sacrifiquen la originalidad irremplazable de su espíritu“.

VALORES DE OCCIDENTE

Hemos calificado el anti-imperialismo de Rodó como caballeresco. Hay otras formas para ejercerlo, pero sería erróneo no percibir cierto parentesco en la sustancia. Basta recordar que cuando se publica Ariel (1900) hacía apenas dos años que las tropas estadounidenses habían ocupado la isla de Cuba con la excusa de expulsar a los españoles. Rodó sin embargo no hace comentarios específicos respecto de aquellos sucesos, sino que trata de discernir el modus operandi general de la “poderosa federación”. ¿Qué ocurre hoy? El Partido Comunista del Uruguay acaba de emitir un comunicado contra la embajadora de los EE.UU. en Uruguay, Kelly Keiderling. Ése no sería el estilo de Rodó, quien ha comprendido que el “colonialismo mental” como lo denominaríamos hoy –que no es otra cosa que el “snobismo político” innoble del que habla el autor-, es algo más profundo que la mera extorsión por la fuerza militar o las presiones económicas. Sin Rodó no es posible entender por qué quienes reclaman la libertad de expresión y disidencia no defendieron a Snowden ante Reynoso. O por qué el dos veces presidente por el Frente Amplio pensó en recurrir a los EE.UU. ante un conflicto con la Argentina. O por qué tantos compatriotas consideran “anacrónico” y “viejo” hablar de imperialismo yanqui. Por su parte, Rodó advertía en Ariel: “El engaño de los que piensan haber reproducido en lo esencial el carácter de una colectividad humana, las fuerzas vivas de su espíritu, y con ellos el secreto de sus triunfos y su prosperidad, reproduciendo exactamente el mecanismo de sus instituciones y las formas exteriores de sus costumbres, hace pensar en la ilusión de los principiantes candorosos que se imaginan haberse apoderado del genio del maestro cuando han copiado las formas de su estilo o sus procedimientos de composición. En ese esfuerzo vano hay, además, no sé qué cosa de innoble. Género de snobismo político podría llamarse al afanoso remedo de cuanto hacen los preponderantes y los fuertes, los vencedores y los afortunados; género de abdicación servil (…) hace consumirse tristemente las energías de los ánimos no ayudados por la naturaleza o la fortuna, en la imitación impotente de los caprichos y las volubilidades de los encumbrados de la sociedad”.

Para ofrecer un cierre provisorio a estas reflexiones digamos que Rodó es contradictorio, o proteico, o ambas cosas. En todo caso, fue mucho más que un escritor elegante para su época. Fue un político sabio y prudente. Los tres períodos en que fue diputado lo muestran presentando proyectos, integrando comisiones, haciendo largos y profundos discursos con criterio siempre independiente sobre los temas más importantes del quehacer nacional. A vía de ilustración hemos comentado algunos: la discusión del horario obrero, la libertad de prensa, la búsqueda de la paz, la incorporación de los adversarios como operación ineludible para la construcción sustentable de la vida republicana, la denuncia del innoble snobismo político que conduce a la debilidad del camino propio y a la entrega ante la nordomanía que no es otra cosa que la “conquista moral” de la “poderosa federación”. Claro que si Rodó hubiera tenido que redactar un comunicado anti-imperialista, no lo habría hecho en los términos del Partido Comunista, sino en los términos caballerescos pero muy firmes de otro político uruguayo. Por eso si somos audaces con la imaginación podríamos imaginarlo prefiriendo las declaraciones de Wilson Ferreira Aldunate en 1983, en su conferencia sobre “Los mitos de la Seguridad Nacional” en el Centro Woodrow Wilson, en Washington: “Desde hace diez años, el único que secuestra o aterroriza, o maltrata, es el gobierno, y el único terrorismo es el terrorismo de Estado (…) En el Uruguay, el riesgo no es que un día demos la espalda a lo que se acostumbra llamar los valores de Occidente, sino precisamente lo contrario: que un día podamos llegar a la conclusión de que es mentira que el Occidente cultive realmente esos valores”.

Bibliografía

BBC (2013). “Lo que Snowden ha revelado hasta ahora del espionaje de EE.UU.”, por William Márquez, BBC Mundo, Washington. 2 /07/2013. Recuperado 3/5/2017: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/07/130702_eeuu_snowden_revelaciones_espionaje_wbm

CLARÍN (2011). “Tabaré justificó la hipótesis de una guerra con Argentina: «Amenazaron con ocupar la planta»”. Clarin.com 12/10/201. Recuperado 3/5/2017:https://www.clarin.com/politica/gueleguaychu-pueden-uruguay-analizado-argentina_0_H1CfTl22vQe.html

EL ESPECTADOR (2013). “Julissa Reynoso y el verdadero o falso de El Espectador”. Espectador.com 17/09/2013. Recuperado 3/5/2017:
http://www.espectador.com/politica/273961/julissa-reynoso-y-el-verdadero-o-falso-de-el-espectador

FERREIRA ALDUNATE, Wilson (1984). Discursos, conferencias y entrevistas. Recopilación y prólogo por Juan Raúl Ferreira. Buenos Aires.

GARCÉ, Adolfo (2017). “Muere Rodó, nace la democracia”. http://www.elobservador.com.uy/muere-rodo-nace-la-democracia-n1065887

LA NACIÓN (2011). LaNacion.com.ar 13/10/2011. “Criticado, Tabaré Vázquez ratificó la hipótesis bélica. «Todos en la región lo pensaban», dijo sobre el conflicto por Botnia”. Por Nelson Fernández. Recuperado 3/5/2017: http://www.lanacion.com.ar/1414207-criticado-tabare-vazquez-ratifico-la-hipotesis-belica

LEY 5.350 DEL 17/11/1915 (Ley de la Jornada Laboral de Ocho Horas, o “ley de las 8 horas”).

PARTIDO COMUNISTA DEL URUGUAY (PCU). “Partido Comunista repudia a embajadora de Estados Unidos y pide que se calle” http://www.elobservador.com.uy/partido-comunista-repudia-embajadora-estados-unidos-y-pide-que-se-calle-n1065989

RODÓ, José Enrique (1900). Ariel. Imprenta de Dornaleche y Reyes. Montevideo. Edición facsimilar de la Primera Edición. Prólogo de Abelardo García Viera y Daniel Pérez del Castillo. Homenaje al Centenario de Ariel de José Enrique Rodó, 1900-2000. MEC y MRREE, ROU.
_______________ (1906). Liberalismo y jacobinismo. Imprenta "El Siglo Ilustrado", Montevideo.
_______________ (1972). Actuación parlamentaria. Recopilación, introducción y notas por el doctor Jorge A. Silva Cencio. Homenaje en el Centenario del Nacimiento de Rodó (1871-1971). Cámara de Senadores. Montevideo. Hay versión digital completa.
_______________ (2009). Motivos de Proteo. Prólogo de Helena Costábile. Edición del MRREE, CETP-UTU y la Sociedad Rodoniana. Serie Edición Homenaje, Vol. 22. Montevideo. [1909]

NOTA: El artículo que aquí se reproduce es una desgrabación de la intervención del Profesor Agustín Courtoisie en una mesa redonda con motivo del coloquio “José Enrique Rodó: a cien años de su desaparición física”, organizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y la Universidad de la República el 3 y 4 de mayo de 2017 en Montevideo, en la Sala Maggiolo de la Udelar. Courtoisie es escritor, periodista, docente e investigador. Participó de la mesa redonda con esta ponencia titulada “Un siglo sin Rodó, una lectura política”. Compartió la mesa con Adolfo Garcé, Mauricio Langon yAna María Rodríguez. Actuó como moderadorCarlos Demasi.

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