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Balance del Cosmos

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Foto Francisco Flores

Un rayo le mató al hermano, y una novela busca comprender la catástrofe.

Hay comienzos memorables. Nadie de verdad afectado por la pasión de lo literario puede ignorar que comienzos como el de Lolita (Vladimir Nabokov), "El aleph" (Jorge Luis Borges), El extranjero (Albert Camus), Cien años de soledad (Gabriel García Márquez), o Corazón tan blanco (Javier Marías) son estocadas, golpes precisos y definitivos que clavan para siempre un texto a su lector. Así es el comienzo de El hermano mayor, de Daniel Mella: "Su muerte va a caer un 9 de febrero, para siempre dos días antes de mi cumpleaños. Alejandro tendrá 31 la madrugada de esa fecha cuya luz jamás verá y en la que de cuatro hermanos pasaremos a ser tres".

Y aunque esta es una novela que cualquier apresurado podría clasificar como "de la vida", es también una de las mejores muestras de que escribir es una tarea de construcción y distanciamiento. En el principio es el verbo. La estructura de la novela, su materialidad, las dimensiones físicas del relato están soportadas en una elección temporal que se vale del futuro tanto perifrástico (va a caer) como simple (tendrá, verá, pasaremos) para exhibir el esfuerzo consciente de contar. Sin embargo, cuando quiere que la historia se cuente sola se deja caer en el presente, y para ir a buscarla se vale del pretérito, logrando así la impresión de que en el arrastre de hechos desde la memoria se trae también el asombro de haberlos vivido.

Si los tiempos verbales tuvieran equivalente en las personas gramaticales, el futuro en esta novela sería la tercera persona (el relato visto de afuera), el presente sería la segunda (el relato en acto, la mímesis) y el pretérito sería la primera: el sujeto por sí mismo. Pero toda la novela está escrita en primera persona del singular, y su protagonista es Daniel, el que cumple años dos días después del día en que un rayo lo dejó para siempre sin un hermano, durante una tormenta furiosa de verano en una playa de Rocha. Lo que no quiere decir que todo lo que se cuenta sea verdad. El texto mismo se encarga de señalar distancias entre la vida y el relato, alejándonos así de la tentación de la literalidad y del morbo.

Es un lugar común entre las confesiones de escritores el que dice que escribir sobre las tragedias personales es una forma de sobrevivirlas. La escritura tendría así un papel terapéutico, sanador. Lo raro de este libro, sin embargo, es que no parece escrito para poner en un orden de sentido la inconcebible fatalidad de la muerte. No es sólo ese golpe "como del odio de Dios" lo que se acerca y se organiza en la escritura. Es la existencia misma del escritor la que se explica y se ordena en el recorrido por la vida del personaje. Daniel Mella (que firmó Pogo como Daniel Gorjuh y que vive con otro apellido) mezcló siempre las cosas de su vida con las cosas de sus libros y mintió siempre incluso en las desmentidas. Buscar su biografía en esta novela o en cualquiera de las anteriores es inútil, además de absurdo. Más productivo parece leer la escritura en diálogo consigo misma; considerar que algo como un viaje existencial se va completando para el tipo que escribe, ese que siempre desde muy joven se instaló con asombrosa solvencia en el lugar ficcional del padre, aunque haya ocupado también los lugares del hermano o del hijo. En El hermano mayor la horizontalidad, la pareja fragilidad de todas las generaciones se respira en las escenas y en los diálogos y se asoma casi siniestra en la repetición de nombres (Miguel, el padre; Miguelito, el hijo muerto de la amiga) o de circunstancias (los hijos ocupando sucesivamente la madriguera; la recuperación de los gestos o las palabras del hermano muerto por alguno de los hermanos vivos). El relato de los días que siguen a la muerte de Alejandro está salpicado de momentos cargados de un misticismo salvaje y primordial que parece incorporar la tragedia a la incomprensible geometría del azar, para aceptarla como lo que es: un golpe ciego e inmotivado de la vida. Pero la ficción sabe más, y debajo de la historia arma otra historia. La violencia del final balancea un universo que se había desbalanceado. Recién después se podrá escribir.

EL HERMANO MAYOR, de Daniel Mella. Hum, 2016. Montevideo, 142 págs.

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Foto Francisco Flores

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