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El autor como mercancía

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Dibujo de Ombú

Dura crítica al mundo del arte, y al narcisismo de ciertos "artistas", en la pluma de una novelista notable.

"ARTHUR DANTO sostenía que la narrativa dominante en el arte occidental llegó a su fin en el momento en que Warhol creó una obra que no se diferenciaba de los artículos de un supermercado". Ahora, "a la gente le gusta tener enfrente a un YO enorme y contundente. Lo niegan, pero en el mundo del arte el narcisismo actúa como un imán. El personaje del artista forma parte de la venta". Claro que entonces, "hay que vivir la vida en tercera persona" porque es necesario trabajar para construirse el personaje. Por esta secuencia de voces circula el perfil más interesante de la última novela de Siri Hustvedt, El mundo deslumbrante. Presenta al lector el esqueleto del arte contemporáneo.

Hay otras zonas de interés: la denuncia de que también en el arte la obra de las mujeres se valoriza menos que la de los hombres, y la exploración de los mecanismos de la percepción. Hustvedt ha escrito una novela polifónica, intelectual, sobre los protagonistas del arte en el sofisticado mundillo de Nueva York, menos emotiva que Todo cuanto amé, su mayor logro novelístico, y más ilustrativa.

PERICIA NARRATIVA.

El relato está organizado por un académico, I. V Hess, interesado en la vida y el escándalo protagonizado por Harriet Burden, una artista plástica ya fallecida, viuda de un gran marchand neoyorquino que en los años ochenta montó una cadena de enmascaramientos para dar a conocer su obra. Presenta los resultados de su investigación, en la que se intercalan los diarios de Burden, escritos en sucesivos cuadernos, entrevistas con los dos hijos, amigos y personas que la trataron en distintos momentos de su vida, declaraciones escritas de críticos de arte, galeristas, agentes, y artículos aparecidos en la prensa. Forman en conjunto el cuerpo de la historia.

Harriet Burden fue una mujer corpulenta, rica, con una vigorosa formación en la filosofía, las artes y la literatura, resentida por la escasa repercusión de sus exposiciones y la modesta atención que le dedicaron como esposa de un adorado marchand. En medio del duelo por la muerte de su marido, cuando se acercaba a los sesenta años, alojó en su residencia a varios locos y vagabundos, y emprendió tres nuevas exposiciones concebidas como un experimento sobre la percepción. Delegó la autoría de sus obras a hombres: un muchacho talentoso de escasa preparación, otro joven amigo de raza negra, gay, y un artista hedónico, mimado por la crítica y los galeristas. Las tres muestras tuvieron un éxito que Burden nunca conoció, pero cuando se preparaba a revelar su autoría el plan se le complicó con derivaciones morales siniestras.

Hustvedt ha dedicado buena parte de su vida no solo a escribir, también a investigar el mundo del arte, la psicología y las neurociencias. Su libro es una suma de los saberes adquiridos, enlazados a la historia de Harriet Burden con la pericia de una inteligente narradora, de modo que El mundo deslumbrante también puede ser leído como el disfraz de un testimonio y de un ensayo, asistidos por las notas al pie de página, donde Hess hace sus comentarios y cita bibliografías.

Las descripciones de la banalidad y la mendicidad del arte frente al poder del dinero brillan con meridiana expresividad, especialmente en las entradas de Oswald Case, un crítico de arte maledicente y agudo. El feminismo de la obra es contundente, desde el inicio al fin. No solo lleva adelante la trama, abundan las referencias al marginamiento de la inteligencia de las mujeres detrás del sexo. Burden es un personaje de sólida inteligencia, superior a la de su eminente marido y notoriamente molesta para las convenciones sociales que rigen los dos sexos. La indagación psicológica de la novela y la exploración de los laberintos neuronales de la percepción vacilan sin embargo entre el acopio de lecturas y las conclusiones elementales. La idea de que el autor es un híbrido entre la personalidad del creador y el objeto de la obra fue expresada por Proust en su polémica con Sainte Beuve de modo muy elocuente, a fines del siglo XIX, y desde entonces asumida de muchas formas en la tradición literaria. Que Hustvedt se plantee el problema en las artes plásticas del siglo XXI no deja de ser interesante, porque de modo indeliberado exhibe el colapso del arte conceptual con las tradiciones occidentales.

CONFUSIONES.

Burden es una artista conceptual, monta instalaciones y representaciones de sentido, y lo interesante es que su reclamo de atención coincide con el desplazamiento del valor de la obra en sí, al valor del artista. Ni ella ni Hustvedt cuestionan el paso previo que inauguró la escena: el abandono de la realización estética del objeto de la obra. Naturalizada esa renuncia, la escena del arte no podía sino conducir a la venta del autor como mercancía. De modo que plantear el tema de la legítima autoría de obras sin otro valor que el de la mercancía que la creó, muestra la expansión de las confusiones que dominan el mercado y la circulación del arte. El mundo deslumbrante merece ser leído como su mejor fotografía. En sus páginas transita el absurdo y el encierro, la caldera de especulaciones que se cocinan en el fuego de la conceptualización, las vanidades patéticas y las consagraciones sin sentido.

Es notorio que esta marca de la modernidad en las artes plásticas alcanza a muchas disciplinas. Hasta bien entrado el siglo XX la obra de arte fue considerada un logro humano, la epifanía de una ambición por expandir la realidad del mundo mediante trabajosos artificios que han dado continuidad a la cultura. El teatro de Shakespeare, las novelas de Faulkner, la obra de Cézanne o Lucian Freud, por nombrar a uno de los últimos grandes pintores, bastan para ilustrarlo. Pero la concentración del valor sobre el personaje del creador, que ahora debe entenderse como la máscara deliberada de una persona que vive para su imagen, la figura de autor que ocupa a buena parte de la academia literaria, y las caprichosas "genialidades" de muchos aventureros en busca de fama y dinero, difícilmente forje algo semejante, porque sin una obra capaz de sostenerse por la sola virtud de su unidad, jerarquía, independencia de su origen, las ambiciones personales del artista acaban en su muerte, como las de todo el mundo, y nadie consideraría, precisamente, un logro, ese accidente que nos involucra a todos.

EL MUNDO DESLUMBRANTE, de Siri Hustvedt. Anagrama, 2014. Barcelona, 402 págs. Distribuye Gussi.

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Dibujo de Ombú

Siri Hustvedt y el mundo del arteCarlos María Domínguez

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