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El amante del cine

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Un miembro de la dinastía gobernante norcoreana quiso replicar una suerte de Hollywood, con métodos dignos de una comedia grotesca.

Pocos sospecharían en este mundo de fronteras tan constantes que un feroz dictador de Corea del Norte pudiera convertir a Rambo, el personaje de Sylvester Stallone, en objeto de culto. Sin embargo Kim Jong-Il, quien gobernó aquella castigada nación entre 1994 y 2011, rancio fanático del cine de Occidente, llegó a sentir una suerte de devoción por el siniestro veterano de Vietnam capaz de exterminar a cuanto enemigo (si comunista, mejor) se interpusiera en su camino. Pero la pasión de Kim por el Séptimo Arte no terminaría allí. Preocupado porque el cine de su patria no reflejaba los mensajes que quería difundir entre la población, optó por un atajo que hubiera hecho las delicias de cualquier otro mercenario: mandó secuestrar a dos de los mayores referentes del cine de su vecina Corea del Sur, haciéndoles vivir una rocambolesca peripecia que duraría casi una década. Todo esto está en el muy bien investigado libro de Paul Fischer Producciones Kim Jong-Il presenta…

UN PAÍS DIVIDIDO.

La historia de la península de Corea, dividida en dos tras el final de la Segunda Guerra Mundial, registra desde tiempos inmemoriales un sino de invasiones, dinastías, guerras, exilios y muerte. Chinos, manchúes, mongoles y japoneses fueron detrás de esas tierras poco fértiles pero de estratégica ubicación. Sus últimos conquistadores fueron los japoneses, quienes gobernaron el país desde 1910 hasta 1945 cuando, derrotados, debieron entregarlo a la Unión Soviética y a Estados Unidos. Estos trazaron una imaginaria línea en el paralelo 38; la Unión Soviética se adueñó del norte y designó como presidente a Kim Il-Sung, un general comunista que había combatido contra la invasión japonesa, y los Estados Unidos, en el sur, a Syngman Rhee, un político de derecha exiliado durante el conflicto.

El 25 de junio de 1950 tropas del norte avanzaron sobre el sur y tomaron la capital Seúl. Ese fue el comienzo de la guerra de Corea, con intervención directa de tropas estadounidenses, soviéticas y chinas, y que llegaría a su fin tras un armisticio firmado en 1953, dejando un saldo de más de dos millones y medio de víctimas. Desde entonces las relaciones entre los gobiernos de turno han sido tensas y amenazantes, en un permanente estado de confrontación que los ha obligado a sostener a dos de los ejércitos porcentualmente más numerosos del mundo (Corea del Norte posee 45 efectivos por cada mil habitantes; Corea del Sur destina a su defensa militar el 15% del presupuesto anual).

Y si bien Corea del Sur ha sabido abrirse al mundo económica y culturalmente, su vecino norteño se ha caracterizado por mantenerse aislado, mereciéndose el mote de “reino ermitaño”. Durante los últimos setenta años el apellido Kim ha sido sinónimo de poder y culto a la personalidad. Kim Il-Sung gobernó desde 1948 hasta su muerte, ocurrida en 1994. Su hijo, Kim Jong-Il, lo sucedió hasta 2011. Y desde entonces el hijo menor de este, el joven e iracundo Kim Jong-Un, es quien lleva las riendas del trono. La dinastía ha sabido mantenerse en el poder fomentando un cerrado fanatismo alrededor de sus propias figuras, además de una brutal y masiva represión.

ESTRELLAS EN ESCENA.

A fines de los 70 Kim Jong-Il fue designado por su padre al frente de la Dirección de Artes Culturales del Departamento de Agitación y Propaganda de Corea del Norte, cargo que le otorgó amplios poderes y le permitió alimentar una de sus grandes aficiones. Acostumbrado a cuanto privilegio el sistema le podía pagar (fastuosas mansiones y automóviles de última gama, fiestas y orgías perpetuas, con muchachas a granel), pudo armar gracias a las embajadas norcoreanas en el exterior una cinemateca con todos los estrenos occidentales, Hollywood en primer lugar. Su intención era producir un cine nacional al servicio del régimen y de su icono paterno, sin ser mezquino con los recursos ni adelantos técnicos. Y para ello, en 1978 ordenó el secuestro de Choi Eun Hee (1926), la más famosa de las actrices del director y productor cinematográfico Shin Sang-Ok (1926-2006), también su ex marido, ambos responsables de buena parte del exitoso cine de sus vecinos surcoreanos. Choi fue secuestrada en un viaje a Hong Kong, y obligada a abordar un barco que la llevaría a tierras norcoreanas. Semanas más tarde secuestró al propio Shin Sang-Ok.

Ambas estrellas tendrían tratamientos diferentes. Mientras ella fue rápidamente presentada al hijo del dictador y hospedada en una de las tantas mansiones de Jong-Il, él fue tratado con rigor, sobre todo tras el segundo de sus dos intentos de fuga. Confinado durante dos años y medio en una celda de techo tan bajo que solo podía permanecer sentado, debiendo sortear los más impensables castigos (un deplorable régimen alimenticio, una pastilla de jabón cada seis meses, un tubo de pasta de dientes cada siete), y sin saber nada de la suerte de Choi, apenas pudo sobrevivir hasta que el compasivo Jong-Il decidió indultarlo y le permitió el reencuentro con su antigua compañera.

Desde entonces, principios de 1983, Choi y Shin se comprometieron a colaborar con la incipiente industria cinematográfica de Corea del Norte, concedieron todas y cada una de las imposiciones del líder, brindaron declaraciones públicas de apoyo a los Kim, ayudaron a construir estudios, y dirigieron y filmaron un buen número de títulos. Dentro de esa insólita parafernalia recuperaron el amor mutuo que habían perdido mucho tiempo atrás, reanudando su relación de pareja y no perdiendo jamás el fervoroso deseo de volver a su patria.

RELATO CONMOVEDOR

Paul Fischer, autor de Producciones Kim Jong-Il presenta… nació en Arabia Saudí, se crió en Francia, estudió en París, California y Nueva York, produce cine (Radioman ha sido hasta ahora su único documental) y escribe en Londres. Éste, su primer libro, se aboca a investigar este secuestro y todos los entresijos que lo condimentaron. Lo hace desde una escritura precisa y exhaustiva, con todas las virtudes de un excelente investigador y con el vértigo necesario para convertir la historia casi en un thriller.

Para ello se basa en testimonios de los dos protagonistas, Choi y Shin (a esta última la visitó hace poco en Seúl), en múltiples entrevistas, en un nutrido número de libros y publicaciones diversas, y en todo aquello que permite entrever qué sucede en ese país tan hermético y misterioso llamado Corea del Norte. Lo hace, además, dando cuenta fríamente de las bestialidades infinitas del sistema norcoreano, pero no omite las muchas de sus vecinos del sur, en particular cuando aborda algunas tenebrosas figuras como la de Park Chung-Hee, un general que gobernó despóticamente Corea del Sur entre 1962 y 1979, año en que fue asesinado por uno de los más altos funcionarios de su gobierno.

La pareja de Choi y Shin va tomando dimensiones heroicas a lo largo del relato. Es conmovedora su perseverancia ante la idea de escapar, lo que finalmente logran. Aprovechando el entusiasmo de Kim con sus filmes lo convencieron de que los dejara viajar.

PRODUCCIONES KIM JONG-IL PRESENTA..., de Paul Fischer. Turner, 2015. Madrid, 397 págs. Distribuye Océano.

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