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Inflación: preocuparse y ocuparse

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ISAAC ALFIE

Como estaba previsto, el Comité de Política Monetaria del BCU decretó la suba de la tasa de interés de referencia, piso al que toma fondos de cortísimo plazo. Su cuantía también estuvo dentro de lo esperado. Por su parte, el comunicado que acompaña la decisión buscó ser contundente en su lenguaje y trasmitir inequívocamente la preocupación del conjunto de las autoridades sobre el tema, al mencionar conversaciones previas con el MEF. En seguida, el Ministro de Economía opinó en idéntico sentido y con similar elocuencia. Hasta aquí todo bien, pero el punto central es si luego las intenciones y decisión que muestra la expresión oral se traduce en acciones concretas que conducen al objetivo.

INFLACIÓN. Lo primero que debemos tener claro es si estamos ante lo que técnicamente se conoce como inflación (aumento generalizado y permanente de los precios), o meramente ante cambios en los precios relativos que reflejados en el IPC y, dada la rigidez a la baja de los precios a corto plazo, provocan un aumento en este indicador, pero no es inflación propiamente dicha. La respuesta inequívoca es que estamos ante un fenómeno inflacionario y por tanto el diagnóstico de las autoridades es el correcto. Esto es así porque, en los hechos, más del 85% de los bienes que integran la canasta que mide el INE subieron de precio en enero, más del 80% en febrero y si miramos los últimos 6 meses, prácticamente el 100% de los bienes y servicios aumentaron de precio.

Los registros de enero y febrero fueron elevados, aún medidos en términos desestacionalizados, algo que seguramente se repitió en marzo. Con este dato, la inflación anual rondará el 8% y la de los últimos 6 meses anualizados (que incluyen dos meses como octubre y noviembre donde la estacionalidad lleva a registros muy bajos e incluso negativos), es muy probable que supere el 9%. Un dato no menor es que dentro del índice global se esconde que los precios de los bienes no transables cuyo precio se fija libremente en el mercado, los más afectados por la política indexatoria, ya están creciendo a más del 10% anual y que la llamada inflación subyacente supera el 9%.

La explicación de la inflación doméstica por shocks de precios internacionales, en especial de los alimentos, suena muy bien, es excelente excusa, pero no soporta la primera pregunta ¿por qué en otros países de nuestra región donde los alimentos pesan bastante más que aquí en el IPC, reciben el mismo shock y la inflación es mucho más baja? Así, en México la inflación fue 3,6%, Perú 2,2%, Colombia 3,2%, Chile 2,7%, mientras en nuestro país 7,7%. En todos los casos, al igual que acá, las paridades cambiarias son relativamente constantes o con ligeras caídas, el nivel de actividad se expande a tasas inusuales, el salario real crece acompasando la actividad y el desempleo está en mínimos. La respuesta es que las políticas aplicadas son diferentes, en especial en materia fiscal e ingresos. Para ser justos, también debemos indicar que en la subregión, Argentina y Brasil, la inflación es más alta que en los otros países mencionados y eso influye.

PREOCUPACIÓN. Que una inflación del 8% preocupe es algo muy bueno para la sociedad y otra prueba elocuente que quienes sosteníamos posiciones "radicales" en la materia, también aquí hemos ganado la batalla conceptual, de lo que no puedo menos que congratularme. Felizmente, son muy pocas y hoy casi inaudibles las voces que dicen que no importa más inflación mientras existan mecanismos que protejan adecuadamente los salarios. Parece que finalmente la enorme mayoría de los políticos han comprendido lo que la gente común sabe por sufrimiento diario: la inflación tiene enormes costos ocultos y es bueno tenerla controlada.

EFICIENCIA. El aspecto central es evaluar si la medida tomada es eficiente para lograr el objetivo que persigue. Lamentablemente, entiendo que no y resulta más o menos como querer matar un elefante con un chumbito. El mecanismo de la tasa de interés funciona de la siguiente manera: al subir el tipo de interés al que los bancos colocan su dinero por un día en el BCU, estos deberían aumentar las tasas en todos sus créditos, desestimulando el consumo y la inversión, contrayendo la demanda agregada, y restando de este modo presión a los precios. El razonamiento es perfecto, siempre que sobre lo que actúa sea relevante. Pero la tasa de interés en moneda nacional influye sobre el crédito en esta moneda. El volumen de crédito total de la economía es muy reducido comparado con estándares internacionales, llegando al 21% del PIB. A su vez, el crédito en moneda nacional, donde se quiere influir, es apenas superior al 10% del PIB, casi inexistente. Lo anterior se combina con el hecho que la tasa de interés relevante para la producción y en especial la del consumo nada tiene que ver con esta de política monetaria. De hecho basta mirar las estadísticas de lo que ha pasado en los últimos años y se verá que sus movimientos son independientes. Por tanto, la tasa de interés en moneda nacional es muy poco relevante y entonces pese a que en el mundo esté de moda su uso, en nuestro sistema bimonetario donde el peso es insignificante poco tiene que hacer en esta materia ya que carece de canal de trasmisión.

EFICACIA. Si la hipótesis de ineficiencia del instrumento se verifica, tal y cual es mi opinión y la de algunos colegas, la pregunta siguiente es si, al menos resulta eficaz. Aumentar la tasa de interés, a corto plazo y mientras los agentes crean, incentiva el cambio de moneda extranjera a pesos, de modo de colocarlos con una remuneración más atractiva. Esto hace que el BCU pague más intereses y "endogeinice" su déficit parafiscal y la cotización del dólar siga cayendo. Cuando esto pasa, los bienes y servicios con precios en dólares bajen o, al menos, frenen su alza. Por tanto, por este mecanismo secundario se estaría en la dirección del objetivo, pero el tema es ¿a qué costo? Uno muy elevado por cierto, ya que todo el trabajo descansa sobre el tipo de cambio y entonces la economía en su conjunto se ve sometida a un profundo cambio de precios relativos en detrimento del sector externo, su motor de crecimiento.

A modo de cálculo simple de lo que sucede. Si los precios de los no transables crecen en un orden de 9% anual, y la incidencia de la cotización de la moneda extranjera, dados los mecanismos de formación interna de precios donde la cadena de distribución y los márgenes de comercialización juegan un papel determinante, se sitúa en el entorno del 20%, debemos convenir que para lograr una inflación del 5%, sin que suban los precios externos, la cotización del dólar debería caer 13% adicional.

A su vez, el "esfuerzo" en la caída de la cotización de la moneda será mayor si, como hasta ahora, el gasto continúa expandiéndose y la cantidad de dinero aumentando entre 20% y 30% según la definición de dinero que se tome, de manera totalmente inconsistente con las proyecciones de crecimiento y la meta inflacionaria.

OCUPARSE. Los comunicados expresando la preocupación están muy bien, pero las palabras tienen un poder limitado. Lo que importa son las acciones y para ello las tomadas por el gobierno no parecen las adecuadas y mucho menos suficientes, siendo su mayor efecto seguir inflando la burbuja del atraso cambiario.

El Ministro de Economía anunció que por este año no habrá aumento adicional del gasto público y tampoco concretaría la prometida reducción del IVA. Ambas medidas van en el sentido correcto de ayudar a no aumentar las presiones inflacionarias, pero el problema es más de fondo. En primer lugar, la expansión del gasto en 2011 ya es enorme de acuerdo al presupuesto y no es novedad que no habrá incremento adicional en este año porque no hay ley que lo habilite, pero nada dijo del año que viene, que se define en la Rendición de Cuentas a presentarse en junio y es en ese horizonte donde se debe trabajar, porque en 2011 poco queda por hacer. Una buena señal hubiera sido anunciar una reducción del gasto ahora y su congelamiento para 2012. En el mismo sentido, un anuncio de cambio de la regla indexatoria adoptando una que tome en cuenta el futuro y no el pasado, haría más creíble el compromiso inflacionario, pero nada de esto hubo. Del mismo modo, el BCU debería anunciar la tasa de expansión monetaria y reducirla a guarismos más consistentes con el centro del rango meta. Lamentablemente todo indica que nada de este camino se recorrerá. Políticamente tiene costos a corto plazo y el gobierno no parece dispuesto a asumirlos.

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