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Cinco estrellas para la vejez

| Abrió sus puertas el primer centro residencial de lujo del país. Es fruto de una inversión de 7,5 millones de dólares. La cuota mínima es de 59.000 pesos.

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Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida". La frase es de Pitágoras de Salmo, y la dijo 500 años antes del nacimiento de Cristo. El tiempo no permite esbozar certezas sobre la composición exacta del enunciado, pero de todos modos sirve para ejemplificar algo que está en la cabeza de todos: el sueño de vivir una vejez digna.

Ya pasaron más de cinco años desde que el papá de Carlos Spiller enfermó. Tras esto él, junto a su esposa Evelina, comenzaron a buscar un centro residencial para ancianos, donde su padre estuviera más cómodo y lo pudieran cuidar mejor. Pero no tuvieron éxito. "Salimos a ver qué había -recuerda Evelina-. Recorrimos muchísimo y no encontramos siquiera un lugar mínimamente aceptable. Decidimos, entonces, seguir cuidándolo en nuestro apartamento con una enfermera. Pero nos pareció una barbaridad esa falta de lugares dignos".

Desde ese momento, en la mente de Evelina y Carlos, comenzó a rondar una idea: construir el primer Centro Residencial para la tercera edad del país. El sueño se hizo realidad. Hace poco más de un mes abrió sus puertas LAR, un espacio que combina la hotelería con la asistencia a adultos mayores.

Pero el camino fue largo. Para llevar adelante el emprendimiento el matrimonio debió buscar asesoramiento internacional. Luego de recorrer varios centros en Europa, escogieron la oferta del grupo español Ballesol, que ya tiene construidas 44 casas de este tipo y cuenta con 7.000 residentes. Fueron ellos quienes brindaron los planos arquitectónicos y el diseño del amoblamiento. También muchos de los materiales y accesorios utilizados para el moderno edificio se trajeron desde el exterior. Asimismo, el personal de LAR fue capacitado en España por el Grupo Ballesol.

El emprendimiento tuvo un costo de 7,5 millones de dólares. Además de los Spiller, varios inversores extranjeros y nacionales apoyaron el proyecto, que tiene capacidad para 97 residentes.

De lujo. Don Mario patea con fuerza una pelota que Raúl, su profesor de gimnasia, sostiene ante su pie. Lo hace desde su silla de ruedas y la reacción es unánime: un largo aplauso. Él es una de las personas que viven en LAR.

Algunos esperan ansiosos que termine la clase, que se realiza dos veces por semana igual que la de fisioterapia, para que llegue la nochecita, cenar y ver un DVD de ópera. Los esperan cómodos sillones y un enorme televisor plasma.

La cena también será todo un ritual. El lujoso comedor tipo restaurante les dará a elegir entre dos menús distintos. Hay también platos personalizados para aquellos comensales que deban llevar adelante una dieta médica. Para beber podrán elegir lo que gusten: agua, refresco, vino, siempre que les sea permitido. Centros de mesa y manteles de tela decoran el lugar.

Todas las comidas se sirven allí, menos el desayuno que se lleva a las habitaciones. Evelina explica que esto se hace así porque "a algunos les gusta despertarse más tarde". El edificio tiene cuatro pisos; los residentes son separados según la atención que requieran.

Los dormitorios pueden ser individuales o compartidos. El mobiliario está pensado para personas de tercera edad. Desde las sillas y sillones con anchos posabrazos -para apoyarse al levantarse-, hasta la altura de las camas. Incluso las mesas de luz tienen un diseño especial para que no sea necesario inclinar la muñeca al abrir los cajones. Quienes gustan de ver televisión hasta tarde, lo podrán hacer en los plasmas amurados a la pared.

La seguridad también es cuidada al detalle. De la cabecera de la cama cuelga un dispositivo con un botón, mediante el cual los residentes pueden llamar a las enfermeras. Explica Carlos: "cuando lo apretan suena el bíper de la persona encargada de esa habitación, entonces por un intercomunicador pregunta qué sucede. Ahí se evalúa si hay que dejar lo que se está haciendo y venir rapidísimo, o si solo es por un vaso de agua y se puede demorar un poco más". En la cabecera, además, hay otro interruptor por el cual la enfermera puede llamar a alguna de sus compañeras en caso de emergencia. Todo lo que se habla en los intercomunicadores queda registrado en un disco duro. También hay video vigilancia por TV, las 24 horas, en circuito cerrado.

La posibilidad de que se genere una emergencia también es reducida a su mínima expresión. El piso en los cuartos es acolchonado y en los baños, individuales dentro de las habitaciones, es antideslizante. La ducha permite bañarse parado o sentado, en unas sillas de rueda especiales también traídas desde Europa. En el baño también hay un dispositivo de emergencia. "Tirás de esta piola y suena en el bíper de la enfermera: `emergencia baño`, y ahí viene enseguida", señala Carlos.

El lugar también cuenta con un enorme parque. Con mesas, bancos y un gran jardín que hasta tiene un espacio con juegos para los nietos de quienes viven allí. Y, en la fachada del edificio, se ubica un estacionamiento privado para que los visitantes puedan dejar sus coches.

Los residentes más coquetos podrán ir a la peluquería, que se encuentra dentro de las instalaciones. Y los más religiosos al oratorio. También están las salas de televisión y de lectura; todos los días se leen los diarios y se realizan actividades para ejercitar la memoria. Tanto las habitaciones como las zonas comunes cuentan con aire acondicionado y conexiones a Internet. Hay servicio de lavandería, y enfermería las 24 horas. Además, un médico trabaja durante cuatro horas al día en el lugar.

Público. Las personas que pueden elegir hospedarse en LAR se dividen en tres grupos, señala Carlos. "Están las personas que toman la decisión de mudarse, las que se hospedan por un período corto para recuperarse de algún problema de salud y las que vienen cuando sus familiares se van de vacaciones".

El lugar cuenta con la infraestructura para que los adultos mayores puedan recuperarse de cirugías y realizar los tratamientos de fisioterapia dentro del mismo edificio. Aunque a veces optan por no irse. Cuenta Evelina: "Tenemos el caso de una mujer que se operó de la cadera y ya tiene el alta, pero irse es todo un tema. Porque en la casa el baño no está acondicionado, tiene escalera, la cama le queda incómoda, no tiene quién la cuide. Acá sus limitaciones casi no existen".

Las cuotas para ingresar a LAR, que fue declarado de interés nacional por el Ministerio de Salud Pública, van desde $ 59.000 mensuales. "El estudio de mercado dice que es rentable", señala Carlos. Y explica: "Ballesol eligió a Uruguay como su primer pie en América por la línea demográfica que tiene". Según datos del MIDES, el 17,4% de la población uruguaya está constituida por adultos mayores de 60 años.

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