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La verdad está en los sentidos

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Rosario Peyrou

CUENTA ESTHER Singer -la esposa argentina de Italo Calvino- que el escritor empezó a escribir en 1972 un libro sobre los cinco sentidos. Cuando murió, en 1985, solo había terminado tres: los que corresponden al olfato, al gusto y al oído. El proyecto no se limitaba a escribir dos cuentos más, sobre la vista y el tacto, sino que Calvino -dice su viuda- tenía planeado escribir un ensayo que sirviera de introducción, o darle a la obra una estructura "portante" como en Si una noche de invierno un viajero. Saberlo deja al lector con una sensación de frustración, porque esos ensayos con los que el escritor italiano solía completar algunos de sus libros (el que introduce la trilogía de Nuestros antepasados, el hermoso ensayo prólogo de Por qué leer a los clásicos, por ejemplo) son siempre iluminadores. Pero aún así, desgajados del proyecto original, los tres relatos muestran algunas de las mejores virtudes de Calvino. En cualquiera de los tres brilla la felicidad de su escritura, la ironía y el espíritu lúdico que le eran naturales y que el escritor había incentivado en contacto con el Oulipo (el Taller de Literatura Potencial que tuvo a Raymond Queneau y a Georges Perec como figuras fundamentales). A mediados de los años sesenta, Calvino se había alejado de la literatura de su primera época de compromiso civil y desarrollado una manera de encarar la escritura con un espíritu investigador casi "científico", buscando la construcción de nuevos órdenes formales, con libros como El castillo de los destinos cruzados, hecho en base a las combinaciones de las cartas del Tarot, o indagando en las experiencias perceptivas, como en Palomar. Le interesaba especialmente el problema de la percepción, convencido como estaba de que el hombre moderno ha perdido calidad en su capacidad de aprehender el mundo por una creciente subutilización de los sentidos. Esta carencia, que atribuía a la vida en las grandes ciudades, habría alejado al hombre moderno de la naturaleza, de su primitiva capacidad de empatía con el mundo, y embotado una forma de la inteligencia que reside en el cuerpo. La conciencia de esa distancia cada vez más insalvable preside estos relatos.

"El nombre, la nariz", dedicado al olfato, entremezcla tres planos que repiten una misma historia primordial: en el primero, un caballero busca en París, y con la ayuda de la mejor perfumista de la ciudad, a una mujer que solo conoce por su olor. Frente a su nariz desfilan los más sofisticados perfumes usados por las damas más encumbradas, perfumes que Calvino describe con un despliegue de imaginación y sensualidad que recuerdan a Proust. En otro plano la voz en primera persona es ahora la de un hombre primitivo. Como su doble parisino, el hombre busca por el olfato a una hembra que huele diferente a las demás de la horda y se enfrenta en un combate sangriento con otro macho que la disputa. En el tercer plano, un joven de una banda de rock inglesa, en los estertores de una fiesta derivada en orgía, busca a una muchacha con la que ha tenido contacto y solo recuerda por el olor de su piel.

"Un rey a la escucha" tiene algo del mundo de fábula de Nuestros antepasados. Aquí un rey que teme ser depuesto, escucha desde un trono al que nunca abandona, la multiplicidad interminable de sonidos que le llegan desde el palacio, tratando de discernir si son auspiciosos o anuncian el peligro. Pero es "Bajo el sol jaguar" la pieza maestra de este libro. Una pareja italiana recorre México, atenta especialmente a la legendaria variedad de su gastronomía que aúna lo indígena y la sensualidad de la cocina colonial de las monjas católicas, mientras son informados por un amigo mexicano de historias y tradiciones rituales que sostienen esas combinaciones de sabores. La experiencia impacta de tal modo en la mujer, que se entrega al placer con un grado sumo de deleite, y la vive como una forma de iniciación a otra dimensión de la existencia. Observada con fascinación por el marido, es a través de la sensual relación de la mujer con la comida como se termina por encender una pasión que parecía adormilada.

BAJO EL SOL JAGUAR, de Italo Calvino. Trad. Aurora Bernárdez. Siruela, 2010. Madrid, 109 págs. Distribuye Gussi.

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