Publicidad

Hombre sin atributos

Compartir esta noticia
 20110630 800x551

Patricio Pron

DE TODAS las historias que rodean al nazismo y su breve pero terrible auge, quizás una de las más fascinantes sea la de Fernand Sorlot, el editor francés de Mi lucha, el libro que Adolf Hitler escribió en la prisión de Landsberg tras el putsch muniqués de 1923 y que durante más de dos décadas fue la Biblia de los nacionalsocialistas. Fernand Sorlot tiene el raro mérito de haber conseguido enfadar tanto a estos como a sus detractores y de haber escapado al castigo de ambos. Su historia es contada por el francés Antoine Vitkine en su ensayo "Mein Kampf": Historia de un libro, publicado por la editorial Anagrama.

SIN PERMISO. A finales de 1933, la publicación en Francia de un libro del profesor germanófilo de filosofía Charles Appuhn titulado Hitler por sí mismo, de acuerdo con su libro Mein Kampf, provocó el enojo de las autoridades alemanas, que protestaron ante sus pares francesas por lo que consideraban "la difusión de una imagen tergiversada del Führer". La razón de su irritación no provenía, sin embargo, de una versión distorsionada de su obra sino de su reproducción literal y fidedigna. Hitler no deseaba que ésta fuera conocida en Francia, cuyo nombre aparece en ella 120 veces y habitualmente vinculada a la palabra "guerra". En ese contexto, el director de las Nouvelles Éditions Latines estimó que la publicación del libro podía ser de interés. Por entonces Fernand Sorlot tenía treinta años y era nacionalista, y tomó la decisión de publicar el libro para disuadir a la opinión pública francesa del supuesto pacifismo del nuevo Führer alemán. A pesar de la negativa de Eher Verlag, la editorial a la que Hitler le había cedido la explotación de su obra y la gestión de sus derechos de autor en el extranjero, Sorlot contrató de inmediato a una decena de traductores y les encargó que entregasen la traducción del voluminoso libro de casi setecientas páginas cuanto antes.

A DOS PUNTAS. Fernand Sorlot parece haber estado dispuesto a deslizarse sobre el filo que separa la denuncia de una ideología y su promoción, una actitud bien resumida en su elección de los traductores de Mi lucha: André Calmettes era profundamente anti nazi, pero Gaudefroy-Demonbynes no, y alguna vez afirmó que Mi lucha no le había parecido una obra antisemita. A esta ambigüedad se le debe sumar la que deriva del hecho asombroso de que la publicación de Mein Kampf, mon combat en la primavera de 1934 fuera promovida y financiada por la Liga Internacional Contra el Antisemitismo (LICA), que aceptó colaborar secretamente con Sorlot entregándole por adelantado una cantidad de dinero correspondiente a la compra de cinco mil ejemplares.

Dos años más tarde, y a raíz de los elogios que le dedicó a Sorlot el líder de la extrema derecha francesa Charles Maurras, la LICA creyó conveniente dar a conocer su acuerdo secreto con Sorlot con un artículo de Bernard Lecache, su fundador, que revelaba el secreto de la financiación de la obra y aprovechaba para "felicitar, una vez más, al señor Sorlot por su audacia". La respuesta del editor no se hizo esperar: "Muchos franceses comienzan a comprender por qué Adolf Hitler ha tenido que librar una lucha tan violenta contra los judíos".

PROHIBIDO Y VENDIDO. No fue el único incidente vinculado con Mi lucha que tuvo que superar Sorlot: en 1934, los nazis lo demandaron por incumplimiento de las leyes internacionales de protección de los derechos de autor y consiguieron que un tribunal francés prohibiera a Sorlot la impresión y la venta de Mi lucha y le ordenara la destrucción de los ejemplares en depósito y el pago a Eher Verlag de un franco simbólico por daños y perjuicios. Esta resolución judicial no detuvo a Sorlot, sin embargo. El editor aprovechó la publicidad resultante del juicio para publicar una versión abreviada de la obra con una faja que rezaba "El libro prohibido a los franceses", y continuó vendiendo la obra bajo cuerda. Su hijo calcula actualmente que entre 1934 y 1940 se vendieron entre quince mil y veinte mil ejemplares.

A sabiendas de esta situación, Eher Verlag decidió ofrecer en Francia una versión resumida y expurgada de Mi lucha que encargó a dos periodistas cercanos al nazismo. Hay cierta ironía en el hecho de que Mi lucha fue denunciado por los nazis y reemplazado por una falsificación, y también bastante cinismo en el hecho de que sus autores justificaron su publicación en la prohibición de la circulación de la versión original publicada por Sorlot. En la nueva versión de Mi lucha, Francia pasaba de ser "la enemiga mortal de Alemania" a una nación cuya frontera con Alemania estaba "fijada definitivamente" y cuyo pueblo "y el pueblo alemán, iguales en derechos, no deben ya considerarse enemigos hereditarios, sino respetarse recíprocamente".

El hecho de que en las librerías francesas pudieran adquirirse dos versiones contradictorias de Mi lucha, así como la aparición de otras cuarenta y cinco ediciones entre 1934 y 1938 (incluyendo una publicada en la prestigiosa editorial Albin Michel, en la que Hitler aparecía como un pacifista) condujo a que, como sostuvo el historiador Fabrice d`Almeida, los lectores franceses ya no supieran "qué es verdad y qué es mentira", en una confusión que favoreció al nazismo porque le permitió ganar tiempo hasta poder lanzarse sobre Francia en 1940. Al ocupar París, los nazis publicaron una lista de libros prohibidos: una de las paradojas más significativas de esta historia es que en esa lista aparecía Mi lucha. Francia fue el único país ocupado por los nazis en los que su Biblia no podía ser leída.

Siguen las ventas. Una semana después de su entrada en París, los alemanes se presentaron en el domicilio de Fernand Sorlot y lo obligaron a ceder el cincuenta por ciento de su editorial a un editor alemán. A partir de ese momento, Sorlot se volvió un partidario ferviente del mariscal Pétain, pero también continuó vendiendo Mi lucha de forma clandestina, contraviniendo la prohibición, quizás como resultado de sus convicciones contrarias al nazismo y tal vez como una demostración de que esas convicciones eran de un signo contrario.

Al finalizar la guerra, fue juzgado por colaboracionismo y condenado a veinte años de indignidad nacional a pesar del testimonio de una de las principales figuras de la Resistencia, Henri d`Astier de la Vigerie, quien confesó que Sorlot le entregó entre 1940 y 1941 dos mil ejemplares del libro y espió para la Resistencia. Ni siquiera este último testimonio puede aclarar si el editor es el héroe o uno de los villanos de esta historia, que tiene una coda.

A pesar de la condena de veinte años y la confiscación de sus bienes, Sorlot fue amnistiado en 1948 y pudo recuperar el control de sus Nouvelles Éditions Latines. Al hacerlo, se convirtió en el editor de referencia de la extrema derecha francesa y en 1952 decidió reeditar la obra a la que debía buena parte de su éxito y de su derrota moral. Al principio sólo consiguió vender algunas decenas de ejemplares anuales bajo cuerda en su librería de la calle Servandoni en París, pero a partir de 1960 y hasta su muerte, en 1982, unos dos mil libros al año. Sus lectores jamás supieron si accedían a ellos gracias a un correligionario o si lo hacían en virtud del deseo de un demócrata por denunciar una ideología perversa.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad