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Carta desde las Molucas

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Mario A. Marotti

LA IDEA DE la evolución biológica no era nueva en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Ya en 1794, el poeta y botánico Erasmus Darwin se preguntaba: "¿Debemos pensar que todas las formas de vida orgánica surgieron a partir de un único filamento vivo?". La verdadera contribución de su nieto Charles fue proponer un mecanismo para explicarla: la selección natural. Por ello, a la teoría de la evolución se la llama a veces "darwinismo", pero no se debe olvidar que la misma idea fue propuesta simultáneamente por otro naturalista: Alfred Russel Wallace.

SELECCIÓN NATURAL. Desde la prehistoria, granjeros y agricultores han sabido cómo manipular algunas especies de plantas y animales eligiendo ejemplares para reproducción y descartando otros, para obtener caballos más veloces u ovejas con más lana. Muchos biólogos consideran hoy probable que el maíz actual sea producto de la domesticación del teosinte (especie silvestre de pocos granos) lograda, mediante selección, por los antiguos habitantes de México a lo largo de muchas generaciones.

El gran aporte de Darwin y Wallace fue entender que esa selección también puede funcionar de forma autónoma en la naturaleza sin la presencia de un seleccionador. Pequeñas variaciones al azar van ocurriendo en los individuos de cada especie. Considerando la altísima cantidad de semillas que no florecen (Darwin) y la gran mortalidad de animales salvajes que no llegan a adultos (Darwin y Wallace), ambos comprendieron que las condiciones naturales actúan como un filtro, determinando cuáles individuos llegarán a reproducirse, transmitiendo así sus características a la siguiente generación.

Darwin tardaría casi veinte años en publicar su teoría. Guardaba sus borradores bajo llave. Tenía dudas y es posible que tuviera miedo al escándalo, pero algo imprevisto ocurrió: en junio de 1858 recibía desde Ternate, isla del archipiélago de las Molucas, una carta acompañada de un ensayo en el cual Alfred Russel Wallace, otro naturalista con el cual mantenía correspondencia, exponía su misma teoría.

Darwin sintió que se le habían adelantado legítimamente. Pero a sus amigos Lyell y Hooker no les pareció justo y decidieron enviar el manuscrito de Wallace junto a algunos fragmentos de los cuadernos de Darwin a la siguiente reunión de la Linnean Society, la institución científica de historia natural más importante de Gran Bretaña. Al mismo tiempo, animaron a Darwin a terminar de escribir su tratado. El Origen de las Especies se publicó en noviembre de 1859.

OTRO NATURALISTA VIAJERO. De familia humilde y más joven que Darwin, Wallace había nacido en Usk, Gales, el 8 de enero de 1823. Autodidacta, fueron sus salidas de campo como agrimensor las que motivaron su interés por la historia natural.

En 1843 fue contratado como profesor de dibujo en un colegio de Leicester que tenía una gran biblioteca. Allí leyó el Ensayo sobre el principio de la población del economista Thomas Malthus y los Principios de Geología de Charles Lyell, libros que también marcaron a Darwin. En 1848, motivado por los relatos de viaje de Humboldt y del propio Darwin, partió hacia el Amazonas. Comenzaría entonces a ganarse la vida mediante la venta de especímenes a museos y coleccionistas.

Después de perder su colección debido al incendio del barco en el que regresaba, en 1854 partió nuevamente, esta vez rumbo al archipiélago malayo, donde al investigar la distribución geográfica de las especies, descubrió grandes diferencias entre las del continente asiático y las australianas. Hoy, la llamada "línea de Wallace" es un límite biogeográfico muy preciso de separación en flora y fauna, que deja las islas menores de la Sonda, Nueva Guinea y las Célebes a un lado, y Java, Borneo y Filipinas al otro.

En febrero de 1858, enfermo de malaria, Wallace lograba vincular las ideas de Malthus con sus propias observaciones, para encontrar un mecanismo que explicase la aparición de nuevas especies. Ya repuesto, enviaba a Darwin su manuscrito.

Las teorías de Darwin y Wallace eran parecidas pero con matices. El más destacable es que Wallace, a diferencia de Darwin, rechazaba de plano (en ese sentido sería el primer neodarwinista) la teoría de Lamarck de la herencia de los caracteres adquiridos: "La jirafa no adquiere su cuello largo por estar constantemente estirándolo para alcanzar las hojas más altas de los árboles, sino porque las variedades de cuello largo que aparezcan tendrán inmediatamente asegurada una gama fresca de follaje sobre las variedades de cuello corto y las sobrevivirán en cuanto haya escasez de alimentos".

Wallace regresaría a Inglaterra en abril de 1862, cuando ya la polémica había terminado. Los dos hombres entablaron entonces una gran amistad. A partir de 1865, ciertas incertidumbres para explicar mediante selección natural la aparición de la especie humana, llevarían a Wallace a interesarse en el espiritismo. Un decepcionado Darwin le escribía: "Confío en que no haya usted asesinado por completo a nuestra criatura".

En 1869 publicó Viaje al archipiélago malayo y lo dedicó a Darwin. En 1881, gracias a la intervención de éste recibe una pensión anual de 200 libras por sus servicios a la ciencia. Viajó, dio conferencias. En 1889 publicó, con el paradójico título de Darwinismo, uno de los mejores libros escritos hasta esa fecha sobre el tema. Wallace también fue un pionero de la exobiología. Fue él quien en 1907 desbarató la famosa teoría de Percival Lowell sobre la existencia de canales en la superficie de Marte. Las condiciones de temperatura y presión lo habrían impedido. "Hubiera sido el trabajo de un grupo de locos", dijo.

Wallace escribió también sobre política y temas sociales. Murió el 7 de noviembre de 1913.

Genes y cuerdas vocales

EN SU NÚMERO de febrero de 2009 la revista National Geographic dedicó buena parte de sus páginas al aniversario de Darwin. En el bloque dedicado al modo en que la genética revitalizó su teoría se cita el gen que, dentro del "mapa del genoma" lleva la identificación FOXP2.

En 2001 Simon Fisher y colegas de Oxford descubrieron que si ese gen muta, aparecen defectos de lenguaje en las personas. Más tarde descubrió que, gracias al mismo gen, los ratones aprenden secuencias de movimientos rápidos. En los humanos, el FOXP2 se supone crucial para aprender los sofisticados y rápidos movimientos de labios y lengua con los que expresamos los pensamientos.

La investigadora Constance Scharff (Univ. Libre de Berlín) descubrió que el mismo gen es más activo en una parte del pinzón cebra joven, cuando el pájaro está aprendiendo a cantar. Infectando el cerebro con una copia espejo de parte de ese gen, se reprimió la expresión natural del FOXP2. El resultado fue que los pájaros tenían un canto desparejo, y además imitaban erróneamente el canto de los adultos.

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