ADELA DUBRA (desde Dolores)
DICE QUE PIENSA EN retirarse, pero la realidad es que está agarrando cierto aire de leyenda. En el fondo, siempre está volviendo. El pasado fue un buen año para Gastón "Dino" Ciarlo. Editó un disco junto a los Kafkarudos y participó en otro en homenaje a Fernando Cabrera. En el concierto donde se presentó ese volumen, en la Sala Zitarrosa, pasó algo curioso: había muchos músicos en escena, pero Dino fue el alma mater esa noche y terminó cantando a dúo con Cabrera. Como un Neil Young criollo, con vaqueros gastados y cinturón de cuero, recibió un aplauso de los largos, de esos que los uruguayos no regalan con tanta facilidad.
Sentado en su casa de Dolores, donde vive hace 14 años, sereno a sus 62 años, contento junto a su señora Margarita (que entra y sale y prepara el mate) y a su hijo Santiago, de 8 años, Dino habló de tiempos pasados y de los que vienen. Para marzo prepara otro disco, donde, entre más cosas, incluirá una versión propia de "Jazmín del país", de Benavides, y de "Aquello", de Jaime Roos.
DEL PRINCIPIO AL PRESENTE.
-De sus comienzos, de los Gatos y los Moonlights, ¿cuáles son los años que más recuerda?
-Hubo épocas increíbles en la que los conjuntos de rocanrol tenían cuatro o cinco actuaciones cada uno, no era raro que los Moonlights se cruzaran con Psiglo o Tótem. Eran noches muy divertidas: de repente nos quedábamos en la puerta del local alrededor del hombre que vendía chorizos y surgían cosas maravillosas. He tenido la suerte de conocer a muchos músicos cuando estaban empezando y hoy son estrellas como Tabaré Rivero. Había gente que me decía "¿me dejás llevarte la guitarra?", pero en el momento uno no se da cuenta de la dimensión de las cosas. Una vez con los Moonlights teníamos que tocar a la una, llegamos a las 7 y media de la mañana y la gente estaba esperando. Otra vez en San Ramón terminamos a las 6 y media jugando al básquetbol con los muchachos del baile.
-¿Cómo empezó a componer temas en español?
-Fueron cantidad de elementos y también una cosa beatnik: no estaba escrito en ningún lado que no se pudiera hacer. En el ´67 vimos un show de Maria Bethânia en Porto Alegre y fue impresionante porque todos nos miramos y nos dijimos: "Pero nosotros tenemos el candombe, ¿porqué no lo hacemos?". Y ahí comencé con la música de fusión, empecé a escribir las canciones. Surgieron cosas interesantes, por ejemplo, hacíamos malambo y en dos golpes de batería estábamos haciendo un 6 por 8. No tiene nada que ver una cosa con la otra pero sin embargo funcionaba bien. Hacíamos chamarrita con rocanrol, milonga con rock.
-Usted enseña música a los muchachos del barrio, toca seguido, es querido por todos. Ser músico ha resultado ser una linda vida…
-No, no es una linda vida. Tenés que soportar una cantidad de cosas, como la intromisión en tu vida, el "te acordás, yo te conozco". Y yo no soy fisonomista. A mí me gusta mucho estar tranquilo. Si puedo pasar desapercibido, mejor. Yo no me la creo. Lo que la música sí me ha permitido es conocer y ser amigo de gente como Jaime (Roos), que es un monstruo.
-Es difícil ser profeta en su tierra. ¿Siente que se le reconoce su aporte a la música uruguaya?
-No me preocupa en lo más mínimo. Mis premios son estos: estábamos tocando una vez en Bella Unión -donde van muy pocos a tocar- y después de la función se paró un señor, me preguntó si me podía dar la mano y me dijo: "¿Sabe una cosa? Hace más de 30 años que estoy esperando este momento". Ése es un premio. Trato de ayudar a la gente, no quiero acarrear los beneficios para mi campo. Además, tenemos que estar unidos y cada vez más porque seguimos en la época en que los músicos uruguayos son macanudos para ir a tocar al asado pero la cosa se complica si pretendés que te paguen por tu trabajo.
-Siguiendo con el asunto del reconocimiento. Está el caso de Mateo, que por cómo vivió y murió, contribuyó a crear la leyenda, en cambio usted lleva una vida corriente, trabaja en un molino en Dolores…
-Yo prefiero que me vean pasar por Dolores y digan: "Mirá, ahí va el Dino" y no que esto y que lo otro. Algunos jóvenes me quieren decir maestro y no se los permito.
-Es conocida su generosidad hacia otros músicos; eso ha hecho que sus opciones en cuanto a con quién tocar pasen más por temas afectivos que por decisiones más frías. ¿Cree que haber tenido un buen manager le hubiese redituado?
-¿Vos sabés que no? Hubiera perdido mucha cosa. Yo tengo la misma filosofía que tiene Rubén Olivera: así está bien. No estoy atosigado por faltar de la casa mucho tiempo, cuando voy a Montevideo me veo con algunos amigos y nos tomamos unos vinitos y conversamos de tiempos idos, como todo viejo.
Me gusta tocar con gente que disfruta tocando, que no sean capos, eso no interesa. Nos juntamos, hacemos un arreglo, le muestro canciones a un tipo como Tabaré. Así está bien. No se me ocurre competir, porque ahí estaría perdiendo el placer de hacer.
LA MILONGA, EL YOGA Y LA GRAPPA.
-Hay creadores que a su tema más conocido le agarran fastidio, a otros les halaga que se lo sigan pidiendo. ¿Cuál es su relación con "Milonga de pelo largo"?
-Si no la tengo que cantar, mejor. A veces me pasa que me olvido de la letra. Igual es mucha responsabilidad cuando alguien te dice que se enamoró o se casó escuchando esa canción y ahora tiene cuatro nietos.
-¿En qué momento la compuso?
-Era un momento muy embromado, salía a buscar trabajo y no conseguía. Éramos una cantidad de muchachos deambulando por la calle buscando trabajo. Tenía mi primer hijo muy chico, tendría 3 años. Es dejar de fumar y lo único que te queda es agarrarte de la guitarra. Teníamos únicamente la música para taparnos. Está dicho en esa frase: "las renuncias de cosas simples que llevo hechas". Es una canción a la resistencia. El que dijo que la cultura es la verdadera liberación tenía toda la razón del mundo, porque cuanto más cultura hay, más libre te sentís, más poder tenés para dominar tus impulsos, que no siempre son buenos.
-¿Cómo diría que está tocando a esta altura? ¿Cómo mantiene la voz tan bien?
-Yo soy segunda guitarra. Lo único que puedo hacer es escribir canciones. La voz no la cuido mucho que digamos. Cada vez que puedo hablar con algún muchacho que canta le digo que hay algunos secretos que son fundamentales, uno de ellos es en alguna época de la vida hacer yoga. También hay cosas que no se deben hacer: el catering es macanudo y todo, pero no se debe comer antes de cantar. Unos tragos de whisky, bien, pero no hay que pasarse de la raya. Después pasan cosas feas y lo digo con experiencia porque en los `70 cometí muchas veces equivocaciones.
-¿Como qué?
-Terminás cantando mal y no tenés respeto por los que te fueron a ver, que son las verdaderas estrellas.
- ¿Qué relación tuvo con las drogas?
-La única que conozco es esto (señala su paquete de cigarros). En un momento yo recibí una reprimenda muy fuerte de parte de Larbanois y Carrero y el maestro Benavides y terminé con la grappa con limón y con la caña y todo eso. Terminó.
MATEO Y ZITARROSA.
-Recién hablábamos de Mateo, ¿lo admiró?
-De las personas que yo conocí fue la que más sabía de música. Era una cosa que no podía ser cierta. Estaba tan adelantado a su época… Él tenía razón cuando me dijo a mí que podría haberlo hecho mejor.
-¿A qué se refería?
-A "Montevideo Blues". Tenía razón.
-Usted también trabajó con Zitarrosa, ¿qué recuerdos tiene?
- Era un mago. Zitarrosa fue bueno en todo lo que hizo: escribió muy bien, hizo muy buenas canciones, fue muy firme en sus convicciones. Una vez fue a vernos tocar en un lugar en la calle Rivera que era como un salón del oeste. Aquello era un escándalo, las guitarras eléctricas sonaban como navajas y cuando terminamos lo veo en el mostrador y le digo "qué placer verte, ¿te gustó, Alfredo?". Él me dice: "La guitarra eléctrica, hermanito, tiene un misterio que no quiero develar".
Una vez me tocó hacer "Milonga de pelo largo" con el Cuarteto Zitarrosa y yo sentí que las piernas me temblaban. Lo mismo que me pasó cuando toqué con Jaime. Pero con la diferencia que aquella vez me pareció ver a Alfredo, con su traje negro y el ojito cerrado, observando si yo daba la talla. A mí me dio mucho miedo. Es muy difícil estar ahí, porque además él hizo muy bien ese tema.